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shyni
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MensajeTema: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:40 am

Titulo: El precio de la Victoria
Autor: Lorena
Adaptación: No
Género:Romance
Resumen:
Stephanie Corbett luchó duramente para conseguir ser la tenista número uno del mundo, y ahora que estaba rumbo a ganar su primer Grand Slam, una terrible noticia amenazaba con derrumbar esos planes. Y la única persona que estaba allí para apoyarla era Nicky Byrne, un periodista sinvergüenza y cínico que no perdía la oportunidad de atacarla sin piedad en su columna deportiva, y ahora que él sabía su secreto le ofrecía ayuda...Pero, ¿qué tanto podría Stephanie confiar en él?


Última edición por shyni el Mar Ago 06, 2019 11:56 am, editado 1 vez
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shyni
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:44 am

El precio de la Victoria


*PROLOGO*



Cowell quiere utilizarte como blanco, Byrne.

El novato, que se encontró al cronista deportivo estrella en el ascensor del Herald, lo siguió cuando se dirigía a la sala de redacción del periódico más grande de Dublín. Nicky Byrne se quedó impasible ante la amenaza de caer en desgracia ante el editor en jefe del Herald. Se colocó junto a la máquina de café. Ese brebaje era tan viscoso y tan negro, que a menudo bromeaba diciendo que usaban los restos para rellenar las grietas de la Autopista central.

-Byrne, ¿Me has oído?

-Si, te he oído, Adisson. ¿Tienes una moneda de veinticinco?

Los bolsillos de su pantalón deportivo...caro, pero arrugado...no le dieron la cantidad correcta de cambio; tenía fama de que nunca llevaba dinero encima; parecía ridículo que le pidiera prestado a alguien cuya edad y cuyos ingresos eran una fracción de los suyos.

-Cowell está fuera de sí - comentó el novato mientras le entregaba a su ídolo un puñado de monedas.

-Casi siempre lo está - Byrne contempló el vaso de plástico mientras se llenaba de un café cuya única virtud era que estaba hirviendo y era tan opaco como las gafas de sol que aún llevaba puestas, a pesar de que hacía cinco minutos que había entrado en el edificio.

Mientras bebía el café concentrado, el cristal de sus gafas se empañó, lo que le recordó dónde estaba. Se las quitó y las guardó en el bolsillo de su chaqueta, no menos arrugada que su pantalón. Tenía los párpados hinchados y los ojos enrojecidos.

-Me pidió que te encontrara en el ascensor y que te acompañara personalmente a su oficina.

-Debe estar echando humo. ¿Qué he hecho esta vez? - preguntó Nicky con un total desinterés. Simon Cowell siempre estaba encolerizado con él.

-Dejaré que él te lo diga. ¿Vendrás por las buenas? -le preguntó preocupado el novato.

-Guíame -le pidió Nicky compadecido.

Addison era un aprendíz que trabajaba por horas entre sus clases de periodismo en la Universidad. Durante el primer día de trabajo del muchacho, Nicky le ofreció un arrugado pañuelo que sacó de su bolsillo aún más arrugado y le sugirió bromeando que lo usara para secarse la leche de los labios. Pero cuando Addison pareció herido, Nicky le dio una palmada en la espalda, declarando que no trataba de ofenderlo, y le dio el mejor consejo que podía darle a alguien que aspiraba a ser periodista:

-Las horas son largas, la paga detestable,las condiciones de trabajo vergonzosas y lo mejor que puedes esperar es que cualquier cosa que escribas puede ser leída antes que el perro la mastique, los pájaros se ensucien en ella o que el ama de casa envuelva en ella el pollo.

Addison seguía allí, así que por lo visto no tomó en serio las palabras del hastiado reportero de la sección deportiva. Nicky habría seguido censurando el idealismo de Addison, de no ser porque le recordaba una época en la cual él mismo idealizaba su carrera.
La ilusión había desaparecido hacía mucho, pero en ocasiones, por lo común cuando estaba ebrio, recordaba lo que era sentir una ardiente ambición de hacer algo grandioso. Así que dejó que el muchacho siguiera soñando. Él mismo averiguaría que la vida juega malas pasadas.

La mañana estaba ya avanzada y la sala de redacción era una colmena de actividad. Los periodistas oprimían las teclas de sus computadoras; algunos sostenían con la barbilla el auricular del teléfono. Los mensajeros cruzaban apresurados entre los escritorios, donde ya había montones de papeles y de correspondencia sin abrir.
Otros individuos simplemente andaban por allí, fumando, bebiendo refrescos o café, en espera de que sucediera algo que fuese digno de una noticia o, a falta de eso, de inspiración divina.

-....Los àrabes. Pero además Israel...hola Nicky...no haría...

-Así que le dije "Escucha, quiero que me devuelvas mis llaves"...Hola, Nicky. A, lo que ella respondió...

-...citar algo. Hola, Nicky. Alguien deberá arriesgar el cuello y seguir la pista de esto.

Popular entre sus compañeros, respondió a los saludos mientras seguía a Addison entre el laberinto de escritores y después a lo largo de un pasillo alfombrado que conducía a la oficina del editor en jefe.

-Vaya, ya estás aquí -exclamó exasperada la secretaria del editor -. Puesto que no contamos con la milicia, él estaba a punto de enviarme a buscarte. Gracias, Addison. Ya puedes regresar a lo que hacías cuando te llamó el señor Cowell.

El novato no parecía dispuesto a retirarse justo cuando estaba a punto de presenciar una escena terrible. Pero la secretaria de Cowell era casi tan indomable como su jefe, asi que se alejó.

-Hola, muñeca. ¿Qué hay de nuevo? - Nicky arrojó el vaso vacío a la papelera -. Sírveme una taza de buen café, ¿quieres?

Con los puños sobre las caderas, la secretaria preguntó:

-¿Acaso parezco una camarera?

Nicky le guiñó un ojo y le dirigió una mirada tranquila y analítica que muy rara vez dejaba de anotarle algunos puntos en su favor.

-No, pareces una estrella de cine -y cruzó la puerta de cominicación antes de que ella pudiera protestar.

Una vez dentro, Nicky se vio envuelto en el nocivo humo de las dos primeras cajetillas de las cuatro que Simon Cowell fumaría ese día. Tenía un cigarrillo consumiéndose en un cenicero y otro en los labios cuando entró Nicky.

-Ya era hora -exclamó encolerizado.

Nicky se desplomó en un sillón de cuero y cruzó las piernas.

-¿De qué? -preguntó.

-No trates de ser gracioso conmigo, Byrne. Esta vez has metido la pata.

La secretaria de Cowell entró con la taza de café, preparada en su propia cafetera. Nicky le dio las gracias con una sonrisa y con otra mirada sugestiva que, lamentablemente, ella sabía que no significaba nada. Cuando se retiró, Cowell exhalo una nube de humo.

-Te has perdido la mejor historia de tenis del año.

Nicky se quemó la lengua con el café y sofocó una risita.

-¡Tenis! ¿Estás tan enojado por una historia de tenis? Vaya, por tu presión sanguínea tan lata, pensé que el Manchester se había declarado en quiebra. ¿Qué ha pasado, acaso Nadal insultó al juez de línea?

-Stephanie Corbett se desmayó esta mañana, durante su partido.

La mueca de Nicky desapareció y prestó atención. Sostuvo la taza de café y miró a Cowell. El jefe apagó el cigarrillo que estaba en el cenicero, le dio una fumada al que tenía en la boca y arrojó las cenizas con un gesto descuidado hacia el colmado cenicero de cerámica que estaba en su escritorio.

-¿Qué quieres decir con eso de que se desmayó?

-Eso es precisamente lo que no sabemos, porque no teníamos a nadie allí para que cubriera la historia - replicó Cowell con dulzura-. Nuestro periodista estrella, demasiado bien pagado, estaba dormido esta mañana.

-Olvida el sarcasmo, ¡quieres? De acuerdo, me quedé dormido, vaya un problema. ¿Qué hizo la señorita Corbett, se tropezó con su trenza?

-No, no se tropezó. Gracias a Dios el fotógrafo sí se presentó, aun cuando tú no lo hiciste. Él dijo que se desvaneció.

-¿Se desmayó?

-Si, se desplomó y quedó convertida en un pequeño montón en la cancha.

-Que terrible fraseología.

El semblante de Cowell adquirió un rojo más intenso.

-Si hubieses estado allí, lo habrías parafraseado tu mismo.

-No era necesario que yo estuviera allí - afirmó Nicky en defensa propia -. Estaba claro que la joven Corbett iba a derrotar a la italiana.

-Pues bien, no lo hizo. Tuvo que cancelar el partido y ha quedado fuera del torneo.

-Con su reciente triunfo en el Abierto de Francia, éste era fácil. Jugaba más por cortesía que por cualquier otra cosa. Yo pensaba asistir esta tarde a algunos de los partidos más interesantes.

-Cuando lograras superara tu resaca -declaró Cowell enfadado -. Tal y como están las cosas, no anunciaste el desmayo de Stephanie Corbett rente a una gran multitud de su ciudad natal, que se levantó temprano y luchó con el tráfico para verla jugar mientras tú seguías muy arropado en tu cama.

-¿Y qué se dice por allí?

-Nada. Su manager leyó una breve declaración para la prensa. En total son tres frases que no nos dicen nada.

-¿En qué hospital se encuentra? - Nicky recopiló en la mente una lista de fuentes fidedignas de la comunidad mèdica, que delatarían a su propia madre por una suma suficiente de dinero.

-No está en ninguno.

-¿No está en el hospital? - de pronto disminuyó el nivel de adrenalina que corría por su sistema y su cerebro frenó ràpidamente, dando marcha atrás. Soltó una risa ronca y bebió otro sorbo del café que había dejado a un lado -. Tenías que ser tú el que sacara esto de toda proporción, Simon. La encantadora Stephy quizá tuvo una noche tormentosa. Lo mismo que yo.

Cowell movió la cabeza con un gesto obstinado.

-Tuvieron que retirarla de la cancha. Fue algo más que una noche tormentosa -le dirigió a Nicky una mirada dura que lo dejó clavado en le sillón-. Tendrás que averiguar qué sucedió...antes de que otro lo haga. La noticia ya dio la vuelta al mundo, en el radio no han dejado de dar la noticia. ¿No la oiste cuando venías para acà?

-No encendí la radio. Me dolía la cabeza -replicó Nicky.

-Me lo imagino. Toma - Cowell sacó un frasco de aspirinas del cajón de su escritorio y lo arrojó a su periodosta más intuitivo e incisivo, que casualmente también era el más exasperante. Guardaba una provisión de aspirnas sólo para él.

-Tómate tres, o todas, lo que necesites para estar en forma y en el teléfono o haciendo indagaciones por allí, pero entérate de lo que provocó el desamayo se Stephanie Corbett - azotó el espacio que tenía entre ellos con el cigarrillo que tenía entre los dedos - Quiero tu historia a tiempo para la edición vespertina.

-Tengo una cita, es decir, una comida - Nicky consultó su reloj.

-Cancélala.

-No -respondió mientras se paraba perezoso del sillón -, eso no será necesario. Llamaré a la joven y cambiaré nuestra cita para media tarde. Para entonces ya tendré la historia, lista para que la impriman - ya en la puerta, le dirigió a Cowell un saludo burlón -¿Sabes, Simon, si no te tranquilizas, vas a morir muy joven.

Salió dejando la puerta abierta. Todos en la sala de redacción oyeron cómo Simon Cowell dirigía un calificativo a Nicky que no era un halago para el ni para su madre.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:48 am

CAPITULO 1


Oh Dios mío, usted!

Stephanie Corbett se apoyó en la puerta del frente, que acababa de abrir. Llevaba puesta una bata corta estlo kimono, cruzada sobre el pecho y atada con un cinturón. Los detalles de su atuendo no pasaron inadvertidos para el cronista deportivo, su némesis y la última persona sobre la faz de la tierra con la que desearía hablar en ese momento.

-Pensé que era otra persona -declaró.

-Es evidente. ¿Quién es el afortunado a quién esperaba? -en su voz se adivinaba una atrevida insinuación.

-Mi médico me envió un medicamento y pensé que era el repartidor.

-Para eso están la mirillas -le recordó Nicky golpeando el pequeño agujero redondo de la puerta.

-No se me ocurrió ver quién era.

-Tiene la mente en otras cosas, ¿no es cierto?

Ella miró detrás de Nicky, con la esperanza de ver al esperado repartidor de la farmacia.

-Así es.

-Cómo hacer el ridículo esta mañana en el Centro de Tenis.

-Como de costumbre, Señor Byrne, sus palabras son incorrectas -volvió a fijar la mirada en él.

-No por lo que he oído decir.

-¿Por lo que he oído decir? ¿No estuvo allí? -puso una cara triste-. Qué lástima. Habría disfrutado mucho mi humillación.

Él sonrió y las líneas de su bronceado semblante se hicieron más profundas.

-Le estoy ofreciendo amable mi hombro para que llore en él. ¿Por qué no me invita a pasar y me habla de ello?

-¿Por qué no se va al infierno? -en contraste con sus palabras, su sonrisa era angelical-. Puede leer la noticia de mi ignominiosa caída en la columna de su competidor.

-No tengo ningún competidor.

-Y tampoco tiene modestia, escrúpulos, talento, ni buen gusto.

-Vaya -silbó él-. La caída de esta mañana no ha mejorado en nada su perverso carácter.

-Tengo muy buen carácter con todos, excepto con usted. ¿Por qué debería fingir lo contrario? No soy una hipócrita. ¿Por qué debería ser amable con el columnista que escribe artículos mordaces acerca de mí?

-Mis lectores esperan que yo sea acerbo -afirmó-. Mi sentido del humor ácido es mi tarjeta de presentación, lo mismo que esta larga trenza rubia es la suya -y estirando el brazo deslizó los dedos por los mechones trenzados, empezando por el hombro y siguiendo hasta la curva del seno.
Stephanie le dio un manotazo y se echó la trenza a la espalda.

-Hoy esquivé a la prensa. ¿Cómo llegó aquí?

-Sé a quién debo sobornar para obtener una dirección y otras cosas por el estilo. ¿Por qué quiere eludir a la prensa?

-No me siento bien, señor Byrne, y ciertamente no tengo ganas de intercambiar insultos con usted. Si hubiese sabido que era usted el que estaba al otro lado de la puerta, jamás la habría abierto. Le suplico que se vaya.

-¿Me permite una pregunta?

-No.

-¿Por qué se desmayó?

-Adiós.

Le cerró la puerta en la cara, casi atrapando el borde de su chaqueta. Durante un momento, apoyó la frente en la madera. ¡Nicky Byrne, de entre toda la gente! Apenas el día anterior en su columna apareció un comentario cáustico acerca de que ella jugaría en el torneo de Dublín.

"Este escritor no puede evitar preguntarse qué levará puesto la señorita Corbett, tan consiente de la moda, y que recientemente tuvo suerte en el Torneo Abierto de Francia, para deslumbrar a sus fanáticos adoradores de su ciudad natal". había escrito.

Durante años, desde que se convirtió en una de las mejores jugadoras, Byrne la atacaba así. Si ganaba, achacaba la victoria a su buena suerte; si perdía, se explayaba con crueldad en las razones por las cuales perdía.
A veces era dolorosamente acertado en sus observaciones, y esas eran las veces en las que ella detestaba más su columna. Nunca decía una palabra caritativa acerca de ella, como persona o como deportista.
Sin embargo, últimamente no le había dejado mucho campo para que blandiera su envenenada pluma. Había ganado el Torneo Abierto de Francia, lo que la colocó en mitad del camino para llegar al Grand Slam. Después, Wimbledon. ¿Wimbledon?

Mientras que antes esa sola palabra por lo común generaba expectativas y excitación, ahora evocaba un presagio. En ese momento, Nicky Byren era la última de sus preocupaciones. Con un gesto ausente, colocó una mano en el abdomen y se dirigió a la cocina para prepararse una taza de té. A veces se sentía mejor después de beber algo caliente.
Tan pronto comollenó la tetera y la dejó en el fuego, volvió a sonar el timbre de la puerta. Esa vez fue prudente y usó la mirilla, pero a través de ella sólo vio la forma distorsionada de un frasco de medicina. Abrió la puerta.
Nicky Byrne estaba apoyado en el quicio, agitando con indolencia el frasco de plástico color café frente a la mirilla.

-¿Cómo logró hacer eso? -exclamó ella agraviada y sorprendida.

-Con un billete de cinco euros y mi sincera promesa de entregarle la medicina en su propia mano. Me hice pasar por su preocupado hermano.

-¿Y él lo creyó?

-No tengo ni idea; aceptó el dinero y corrió. Es un tipo listo. ¿Me invitará a pasar ahora?

Suspirando resignada, se apartó. Durante varios momentos después de cerrar la puerta, se quedaron miraando uno al otro. A pesar de todos los insultos y calificativos desagradables que se cruzaron entre ellos a lo largo de los años, era la primera vez que estaban juntos y a solas.
Bueno, hubo otra vez hacía muchos años en Estocolmo, pero no estaban exactamente a solas y Stephanie dudaba de que él lo recordara.
Se dio cuenta de que era más alto de lo que parecía. Sus caminos a menudo se cruzaban en los acontecimientos deportivos, sociales o con fines caritativos. A veces él la saludaba de lejos, agitando alegre los dedos de una forma que nunca dejaba de ponerla nerviosa. Quizá era su ropa, que en el mejor de los casos podría describirse como "informal", lo que le hacía parecer más bajo. Sin embargo, parado tan cerca de ella, se soprendió al ver que sus ojos apenas llegaban a la altura de la clavícula de él. Hasta que él no se quitó las gafas de sol, recordó que sus ojos eran de color azul.

Estiró la mano para tomar el frasco de pastillas, pero él lo levantó por encima de su desordenado pelo rubio, fuera de au alcance.

-¡Señor Byrne!

-¡Señorita Corbett!

La tetera silbó haciendo un sonido agudo, Stephanie se dio la vuelta y se dirigió a la cocina. Él la siguió a través de las amplias y bien ventiladas habitaciones de su casa.

-Qué lugar tan agradable.

-Para un escritor, es una frase muy trillada -replicó ella vaciando el agua hirviendo sobre la bolsita de té que había en una taza-. ¿Quiere un poco de té de hierbas con miel?

-¿Qué me dice de un Bloody Mary? -preguntó con una mueca de disgusto.

-Se me acabó el Bloody Mary.

-¿Una Coca-Cola?

-¿Sin azucar?

-De acuerdo, gracias.

Sirvió la miel en le té y dio un par de sorbos antes de servirle el refresco.

Cuando se lo pasó, él preguntó:

-¿Le duele el estómago?

-No, ¿por qué?

-Mi madre solia darme té siempre que me recuperaba de un cólico a causa de algún virus estomacal.

-¿Usted tiene madre?

-Eso ha sido un sarcasmo que me duele tanto como a usted le dolería el tanto que le anotó Serena con su saque el mes pasado.

-Según recuerdo, usted no mencionó ese tanto en su columna, que decía que Serena simplemente tuvo un buen día.

-¿Usted lee mi columna?

-¿Usted asiste a mis partidos?

Sonriendo al disfrutar de su duelo verbal, el bebió un sorbo del refresco y se instaló en un banco con respaldo de masrea. Stephanie le tendió una mano.

-Por favor, ¿quiere darme ahora mis pastillas?

-Son para el dolor -coemntó él leyendo la etiqueta del frasco.

-Así es.

-¿Tiene dolor de muelas?

Ella le mostró la dentaura.

-¿También quiere ver mis molares?

-Sus molares me parecen bien desde aquí -dijo él despacio, entrecerrando un poco los ojos.

-¿Las pastillas? -le pidió Stephanie con una mirada de desprecio.

-¿Dolor muscular? ¿Como de tenista? ¿Una fractura causada por el estrés?

-Nada de eso. ¿Quiere darme ahora mi medicina, por favor, y dejar de comportarse como un pelmazo? -él dejó el frasco en la barra y lo deslizó hacia ella-. Gracias.

-De nada. Me parece que las necesita.

-¿Cómo puede saberlo?

-Por la tensión alrededor de su boca -rozó una comisura de sus labios y después la otra.

Stephanie echó bruscamete la cabeza hacia atrás y le dio la espalda. Llenó un vaso con agua y sacó del frasco dos tabletas. Después volvió a tomar su taza de té y se sentó en el banco al lado de él, bebiendo su té en silencio.
Él estudiaba todos sus movimientos. Era evidente que el adagio de "si ignoras algo el tiempo suficiente, desaparece", no se podía aplicar en su caso.

-¿Qué ha venido a hacer aquí, Byrne? -le preguntó cautelosa.

-Cumplo con mi obligación.

-¿No hay algún juego esta tarde acerca del cual podría escribir? ¿Un torneo de golf? ¿Otros partidos de tenis?

-Usted es la gran noticia deportiva del día, le guste o no.

-No me gusta -murmuró ella desviando la mirada.

Nicky apoyó el codo en la barra y recargó la mejilla en su mano.

-¿Por qué se desmayó allí esta mañana? No pudo ser el calor, pues no hacía mucho.

-No, era un día perfecto para jugar al tenis.

-¿Se desveló anoche?

Ella dirigió una mirada crítica a su aspecto desaliñado, expreando con toda claridad su desaprobación.

-Jamás me desvelo la noche anterior a un partido.

-Si lo hiciera, quizá jugaría mejor -comentó él con una sonrisa torcida.

-Usted es un caso desesperado, Byrne - afirmó ella irónica.

-Eso me han dico.

-Escuche, estoy muy cansada. Estaba a punto de irme a la cama cuando usted apareció aquí la primera vez. Ahora que ya tomé mi medicina, me gustaría descansar un poco. Son órdenes del médico.

-Le recomendó que reposara?

-Así es.

-Mmm -dijo éll, bebiendo un sorbo de su refresco-. Eso podría significar cualquier cosa. Pero creo que si estuviera deshidratada o la hubiesen sometido a una rehabilitación por consumir drogas, estaría hospitalizada.

-¿Cree que suelo beber alcohol o consumir drogas? -preguntó indignada, mejorando dramáticamente su postura.

El se acercó más, bajándole los párpados inferiores y examinando sus ojos.

-Creo que no. No hay dilatación. Tiene un buen tono de piel y no hay señaes de agujas. Sus ojos están limpios.

-Seguro que usted no soportaría un escrutinio así -replicó elejando la cabeza para evitar su contacto.

Imperturbable, él siguió haciendo el resto de su evaluación.

-No,pensándolo bien, parece demasiado sana como para depender de nada, excepto que quizá tiene un nivel bajo de colesterol, o su dieta carece de un lato contenido en fibras. ¿Comió un uqeso en mal estado?

-Por favor, ¿quiere irse? -le pidió apoyando la frente en la palma de la mano.

Se sentía descorazonada por varias cosas. La princpal de ellas era que necesitaba compañia justo en ese momento y Nicky Byrne era el único disponible. Por mucho que le costara reconocerlo, su detestable presencia era preferible a la soledad.

-Eso disminuye mucho las probabilidades -observó.

-¿De qué? -preguntó ella, pues a pesar de sí misma tenía curiosidad por escuchar sus hipótesis.

-De obtener publicidad.

-Déjeme en paz -gimió-, no la necesito.

-De acuerdo -aceptó reacio-, ya está tomando los suficientes productos para mantener durante años su sonriente cara alejada de las revistas y las pantallas de televisión. -entrecerrando los ojos-. ¿Está segura de que no fingió un desmayo solo para no jugar ese partido?

-¿Por qué haría algo así?

-Se supone que esa joven italiana es buena.

-Pero yo soy mejor -exclamó Stephanie con firmeza.

-Ha sido mejor -concedió él de mala gana-, pero ahora tiene más años. ¿Cuantos son, treinta y uno?

Tocó un punto débil y ella lo atacó a su vez.

-Este ha sido mi mejor año. Usted lo sabe, Byrne. Voy camino de obtener un Grand Slam.

-Aún debe ganar en Wimbledon

-Gané el año pasado.

-Pero sus competidoras más jovenes la siguen muy de cerca, jugadoras que tienen cien veces más talento y resistencia.

-Yo soy famosa por mi resistencia.

-Si, claro, junto con su impertinente trenza. Usted no es una deportista.

-Lo soy igual que cualquier jugador de futbol.

-Pues no lo parece. Ni siquiera su cuerpo es el de una deportista.

Encolerizada ante su despectiva acusación, Stephanie siguió la mirada que descendió hasta su pecho. Tenía la bata abierta, lo que dejaba al descubierto la suave y pálida curva de un seno. A toda prisa lo cerró, apretando la tela en su puño y se puso de pie.

-Creo que ha llegado el momento de que lo eche de aquí.

Imperturbable, él prosiguió.

-Quizá su desmayo se debió a la ansiedad, pura y simplemente.

Stephanie se sentía arder en cólera, pero no dijo nada. No le haría el honor de responder a sus ridículas teorías, y permaneció impasible.

-Siempre ha sabido, en lo más profundo de su ser, que no posee lo que se necesita para ser una verdadera campeona. Le falta un tazón de cereal -dijo desafiante-. Usted desaparecerá del mundo del deporte.

-Dificilmente, Byrne. Me he mantenido durante doce años antre las profesionales.

-Pero no hizo nada importante hasta hace cinco años.

-Entonces, estoy mejorando con la edad, no declinando.

-No de acuerdo con lo sucedido esta mañana.

-Mi edad nada tiene que ver con la razón por la cual yo...

El se puso de pie de un salto y la miró con detenimeinto.

-Vamos, Stephanie, confiéselo. ¿Por qué se desamyó?

-¡Maldita sea, eso no es asunto suyo! -gritó ella.

-¿Calambres? ¿Todo este alboroto por un caso de calambres?

-¡No! Definitivamente no son calambres.

-Ah -Nicky pronunció despacio la palabra. Inclinando la cabeza hacia un lado, volvió a deslizar la mirada por su cuerpo en busca de una señal reveladora que quizá no hubiera notado antes-. ¿Hay alguna razón particular por la cual "no son calambres"? -preguntó con voz cadenciosa-. Quizá es algo así como un b-e-b-é?

-Está loco -exclamó ella abriendo mucho los ojos.

-Y usted está embarazada -concluyó él categórico y frunciendo el ceño preguntó-: ¿De quién es? ¿De ese zapatero escandinavo que le diseñó sus zapatos de tenis especiales?

-No estoy embarazada.

-¿O el felíz padre será ese jugador de polo de las Bermudas?

-Es de Brasil.

-De Brasil entonces. El tipo con todas esas cadenas en le pecho y que tiene por lo menos cuatro docenas de dientes.

-Ya basta.

-¿O no sabe de quién es?

-¡Basta! -gritó ella, cruzando los brazos en el abdomen-. ¡no hay ningún bebé -lo repitió en voz más baja y llorosa-. No hay ningún bebé.

Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus pálidas mejillas.

-Y antes de que pase mucho tiempo quizá tampoco habrá nada más. Porque cuando me quiten los tumores, quizá deberán extirparlo todo.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:51 am

CAPITULO 2

Su respuesta sorprendió a Nicky. Dejó escapar un leve sonido, como de hipo, cuando retuvo el aliento. Era una reacción ajena a su carácter, ya que por lo común se mostraba indiferente incluso ante la información más pasmosa. Pero esa vez no podía encogerse de hombros y seguir adelante con su acostumbrada despreocupación.

Stephanie le dio la espalda. La larga trenza dorada que colgaba detrás de sus hombros ya no parecía impertinente, como se veía en una cancha de tenis. Parecía pesada y abrumadora. ¿O era que de pronto ella parecía pequeña e indefensa?

Los sollozos la sacudían. Lloraba con unos desgarradores sonidos estrangulados que atravesaron su corazón de cinismo y lo impulsaron a acariciarla.

-Shh, shh -apoyó las manos en los estremecidos hombros y la hizo quedar frente a él. Ignorando sus resistencia, la acercó y la estrechó entre sus brazos-. Lo siento. Si hubiese sabido que se trataba de algo tan serio, no la habría importunado.

Dudaba que ella pudiera creerlo, pues apenas lo creía el mismo. Muy rara vez se disculpaba por nada y casi nunca con una mujer. Con una mujer que sollozaba inconsolable, por lo común él sentía desprecio e impaciencia por huir de su lado. Pero cuando los dedos de Stephanie Corbett se curvaron en su pecho en una silenciosa súplica de ayuda y apoyo, no pensó en salir corriendo de allí antes de comprometerse. En vez de ello, la acercó más a él y volvió la cabeza, apoyando la mejilla en su pelo rubio.

La sostuvo así mientras ella lloraba y eso en sí ya era extraño. Cuando abrazaba a una mujer, era sólo con fines lascivos. Cuando tenía en sus brazos a una que llevaba un kimono corto que hacía maravillas por sus piernas desnudas, más les valía estar en la cama. Y cuando debajo de ese kimono no había nada, excepto unas bragas, por lo común sus manos estaban dentro de la bata, no acariciándole la espalda tratando de consolarla, y esas comparaciones sin duda explicaban lo diferente que era ese abrazo de cualquier otro en sus recuerdos recientes, o incluso distantes.

Sus ojos entrenados tendrían que estar ciegos para pasar por alto los detalles de que no llevaba sostén, la atracción de sus tersos muslos, el delicioso contorno de las bragas debajo de la bata, pero no siguió sus impulsos sexuales. Hacerlo sería convertirse en un verdadero sinvergüenza. El era un sinvergüenza, pero hasta ese momento nunca había caído tan bajo. O quizá su sentido de culpa hacía que sus caricias fuesen platónicas. Después de todo fue él quien involuntariamente causó ese estallido emocional. A diferencia de otras mujeres a quienes él hizo llorar durante su carrera de sinvergüenza, Stephanie Corbett tenía una muy buena razón para llorar.

Al fin sus sollozos se convirtieron en suaves suspiros.

-¿No deberías estar en la cama? -le preguntó en voz baja.

Ella asintió y se apartó de él, tratando de secarse los ojos. Las lágrimas seguían brotando, dejando oscuras huellas de rimel a lo largo de sus mejillas.
Lo esperaba una mujer ardiente que le serviría una comida fría y en la mente se despidió de las dos. Aún más sorprendido que la misma Stephanie, flexionó las rodillas un poco y la levantó en sus brazos.

-Esto no es necesario, Byrne. Puedo caminar.

-¿Hacia donde me dirijo?

Ella titubeó, pero después alzó un brazo y le indicó el camino. Era tan ligera que podía llevarla en brazos muchos kilómetros sin empezar a sudra, por lo menos no de agotamiento. Quizá comenzaría a transpirar si la tenía abrazadz un período prolongado sin hacer nada.

-Es aquí.

La llevó a su espacioso dormitorio, iluminado por la luz natural y con abundantes plantas en sus macetas.

-¿No filmaron aquí una vez una película de Tarzán? -bromeó él.

-Estas plantas son mis favoritas. Es más barato hacer que cuiden de ellas cuando yo estoy fuera, que buscar una pensión para un perro o un gato. Además, las plantas no me echan de menos.

-Acuéstate -le pidió dejándola a un lado de la cama.

-Apuesto que eso le dice a todas las mueres -comentó ella burlona.

-No estoy bromeando y tú tampoco deberías hacerlo. Acuéstate.

Se reclinó en el montón de almohadas con fundas bordadas y por su expresión Nicky supo que se sentía bien así, aun cuando quizá jamás lo reconocería.

-Lo siento por su camisa.

-¿Qué dices? -bajó la mirada y vio que estaba húmeda y manchada de maquillaje-. Se quitará cuando la lave -afirmó en un tono negligente.

Tomó una manta ligera acolchonada que estaba doblada al pie de la cama y la cubrió con ella. Después se sentó en el borde del colchón, con las caderas a la altura de las de ella.

-Ahora ya puedes hablar.

-No con usted, Byrne.

-Mi nombre es Nicholas, o Nicky como me llaman todos.

-Lo sé, lo he visto en sus artículos.

-Olvídate de la columna por un momento, ¿quieres?

-¿La ha olvidado usted? -preguntó brusca.

-¡Sí!

Durante el silencio que siguió, él vió que los ojos se le volvían a llenar de lágrimas...unos ojos café claro, del color del buen whisky.

-Stephanie -le dijo en voz baja-. esto es confidencial. Creo que necesitas hablar con alguien.

-Si, es verdad, pero.. -y tomó aire; él sacó un pañuelo desechable de la caja que estaba en la mesa de noche y los sotuvo de su naríz.

-Sopla -ella lo hizo. Arrojó el pañuelo a la papelera y usó uno limpio para secarle los ojos-. Necesitas a alguien que te escuche, ¿no es verdad?

-Es que no me parece natural hablar así con usted.

-Pues bien -declaró moviendo la cabeza apesadumbrado-, para mí también es una situación fuera de lo común. Por lo general, cuando estoy en una cama con una mujer semidesnuda, en lo último que pienso es en charlar. Y ella usaría su boca para otra cosa, en vez de hablarme de sus problemas.

-¡Byrne!

-Nicky. Y ahora, empieza a hablar. ¿Cuando te enteraste de esos tumores?

-Esta mañana -respondió ella con voz ronca.

-¿Antes de tu partido? -ella sintió-. ¿De quién fue la brillante idea de decírtelo antes del partido?

-Fue mía.

-Me lo imaginaba

-Me hicieron unos análisis y quería saber el resultado -dijo con el ceño fruncido-. Tenía que saberlo -miró hacia la ventana, donde florecían unas flores blancas en el antepecho-. Sin embargo, creo que en realidad no esperaba lo peor. Me dije que estaba preparada para oírlo, pero...- se volvió para mirarlo-. Tenías razón. Sufrí ese desmayo debido a la ansiedad.

-Me parece lo más justificable.

Se frotó las manos, estudiándolas con atención, como si jamás hubiese visto sus uñas cortas, el velo de los nudillos, los gruesos puños que debieron ser los de un jugador de futbol profesional.

-Esos tumores, son...

-Están en mis órganos femeninos -le explicó ella, desviando una vez más la mirada- . He sentido un poco de dolor, más que de costumbre.

Incómodo, él se aclaró la gargante. Se daba cuenta de que en lo que concernía al cuerpo femenino tenía la mentalidad de un adolescente. Le agradaba para acariciarlo, mirarlo y tener relaciones sexuales. Pensaba que las muejres eran intrigantes y se consideraba un buen conocedor de ellas. Nunca le fue fiel a ninguna en particular. Disfrutó más de la parte que le correspondía, más de lo que se sentía orgulloso de reconocer.

-Así que me operarán para extrirparlos -decía ella en voz baja-. Necesitaré meses para recuperarme y recobrar mis fuerzas, si los tumores son benignos.

-¿Quieres decir que podrían no serlo?

-Así es, podrían no serlo. Pero hay una buena probabilidd de que lo sean -continuó Stephanie animada-. Si es así, podría retrasarse la operación hasta um momento más conveniente. De cualquier forma, es probable que me sometan a una histerectomía completa.

Nicky se puso de pie y empezó a caminar; después le dirigió una mirada encolerizada.

-¿Y qué diablos haces acostada aquí? ¿Por qué no estás en el hospital y camino a la sala de operaciones?

-No puedo permitir que me operen ahora -exclamó-, apenas falta unmes para Wimbledon.

-¿Y qué tiene que ver eso?

Apretó los labios exasperada por su torpeza.

-Tengo que jugar.

-Eso no te llevará a ninguna parte. Siempre estará el próximo año.

-Y como antes mencionaste con muy poca amabilidad, no seré más joven. Estoy jugando mejor que nunca, pero, ¿por cuanto tiempo? - sacudiendo la cabeza obstinada, continuó-. Este es mi año. Mi momento. Si no consigo ahora ese Grand Slam, jamás tendré otra oportunidad, no importa lo que encuentren los cirujanos cuando operen. Quizá, si tuviera diez años menos podría regresar. Tal y como están las cosas, necesitaría meses, quizá más. Aun así, jamás estaría tan fuerte como ahora.

-¿Y qué pasará si esos tumores son malignos?

-Por supuesto, eso complicaría más las cosas - replicó evasiava.

-¿Cuanto las complicaría? -ella se negó a responder, e impaciente, él repitió -: ¿cuanto?

-Si son malignos, podría ser fatal retrasar la cirugía varias semanas.

Nicky apoyó los puños en las caderas y la miró consternado.

-Estás loca.

-No puedes juzgarme porque no sabes lo que harías en esta situación .

-¿Tu ginecólogo no te ha dado su opinón?

-El quiere operar de inmediato, pero dice que dos semanas no significarán una gran diferencia.

-De inmediato cuenta con mi voto.

-Tu no tienes ningún voto.

-¿Qué me dices de tu representante?

-El ve los dos lados y me ha dejado elegir a mí. Pero dice que si juego en Wimbledon, sólo dispongo de dos semanas para decidirme.

-Mientras tanto, tienes dolores.

-No son constantes, van y vienen. Por supuesto, él quiere lo que sea mejor para mí.

-El quiere lo que sea mejor para sus intereses en el negocio que tiene invertido en tí.

-Eso es muy injusto.

-¿Qué me dices de tus padres?

-Han muerto.

-¿Amantes?

-No tengo a nadie más a quien consultar -se le quedó mirando-. No al "zapatero escandinavo" que por cierto tiene cerca de setenta años y muchos nietos.

-¿Y el brasielño con el pecho desnudo y la sonrisa que parece el anuncio de una pasta dental?

-Odio a ese libertino. Quien quiera que haya divulgado la historia de nuestra supuesta aventura amorosa, debió graduarse en la misma facultad de periodismo sensacionalista donde te graduaste tú.

-Así que estás sola en esto -dijo él ignorando su sarcarsmo.

-Hasta que tú lo divulgues en la página de deportes. Entonces todos lo sabrán y podrán opinar.

-Esta conversación es confidencial. ¿lo recuerdas?

-Me preguntaba si tú lo recordabas.

-No publicaré la historia, pero será del domino público en el momento mismo en que ingreses en un hospital.

-No estoy segura de cuándo será eso.

-¿Ah, no? Bien, creo que estás loca por no resolver esto y pronto.

-¿Alguna vez te has sometido a una intervención quirúrgica, señor Byrne?

El titubeó antes de responder.

-No a una cirugía abdominal.

-Entonces, ¿quién eres para darme consejos? Y un consejo que nadie te ha pedido, podría añadir.

-Escucha -exclamó él impaciente-, aquí no sólo estás arruinando una carrera. Estamos hablando de tu vida.

-El tenis es mi vida.

-Vamos, ¿quién está usando ahora una frase trillada?

Ella movió la cabeza y le dirigió una mirada altanera.

-Tengo mucho en que pensar y tú eres un elemento perturbador. Ahora que ya tienes la historia sensacionalista que has venidoa buscar, te suplico que te vayas.

-De acuerdo. Quizá regresaré a mi oficina y empezaré a trabajar en tu esquela.

Ella se sentó bruscamente y la manta se deslizó hasta su cintura.

-No puedes comprender lo dificil que es para mí esta decisión.

-¿De vida o muerte? ¿A eso le llamas una decisión dificil?

-No es así de sencillo. No sé si los tumores son malignos y no sé si será fatal posponer la operación. Lo que sí sé es que si me operan ahora, mi carrera habrá terminado. Es la única certeza que tengo y la única en la cual puedo basar mi decisión.

Respiró profundo, según parecía, para recobrar el ánimo.

-No puedes juzagrme, Byrne, porque tú nunca has tenido que sacrificar el sueño de tu vida. Tus sueños no van más allá de la siguiente mujer fácil y de un whisky doble.

No podía discutir, puesto que su comentario describía con toda precisión la clase de vida que llevaba, pero se enfureció al ver que ella lo definía corectamente. A propósito o no, expresó la opinión secreta que tenía de sí. No podía negar sus argumetos. Sin embargo, no estaba dispuesto a irse sin lanzar su último ataque.

-Antes de irme, hay algo que deberías saber, señorita Corbett.

-¿Y bien? -preguntó ella.

-Tienes la bata abierta.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:53 am

CAPITULO 3


Sí, me siento mucho mejor, gracias -habían transcurrido varias horas y Stephanie hablaba por teléfono con su médico-. El medicamento me ayudó a relajarme y dormí una prolongada siesta.

Su sueño se vio interrumpido sólo por la cara atractiva y astuta de Nicky Byrne, que la miraba tal y como lo hizo cuando señaló hacia su pecho y le llamó la atención hacia sus senos descubiertos. Era detestable y ella lo despreciaba con razón.

-Fue sólo un tonto desamayo, provocado por mi ansiedad por los resultados de los análisis.

El médico discrepó con su actitud idiferente y la instó a someterse de inmedaitao a la intervención quirúrgica.

-Usted convino, doctor, en que dos semanas no serían críticas en un sentido o en otro -le recordó-, y yo necesito ese tiempo para pensar en mis opciones y meditar a fondo en todo esto.

Colgó el auricular unos momentos después. El le pidió que solicitara una segunda opinión y no le dijo que ya lo había hecho, y también una tercera. Los tumores estaban en el útero y los ovarios. Sólo la cirugía podría determinar si eran o no malignos.
Con ese desalentador pensamiento, Stephanie se dirigió a la sala y encendió el televisor. Estaba justo a tiempo de escuchar la sección de deportes en las noticias locales. Allí estaba ella, caída en la cancha de tenis como una muñeca de trapo, mientras la silenciosa multitud la contemplaba.
Su desmayo causó un gran alboroto entre los medios de comunicación y loa funcionarios del torneo. A Dios gracias ella estuvo inconsiente durante todo ese caos. No recordaba nada después de que llegó a la cancha, y se preguntó si ese torneo sería el último para ella.

En el momento de su desamyo, había derrotado en dos juegos a su oponente, pero su juego debió ser instintivo y mecánico, pues no recordaba nada.
"...sólo podemos especular sobre la naturaleza de la enfermedad de la señorita Corbett", decía el cronista. "Una declaración hecha por su representante sólo mencionó que su estado no es serio y que está descansando en un lugar que no fue revelado. Y ahora transmitiremos en vivo desde el Aviva Stadium, donde el..."
Apagó el televisor con un gesto petulante.

-Sólo unos cauntos tumores, nada serio. Quizá mi carrera llegue a su fin. y jamás podré tener hijos, pero no es nada serio.

Se dirigió a la cocina, más por costumbre que porque tuviera hambre. Al ver el vaso donde bebió Nicky Byrne, lo metió en el lavaplatos y dijo:
-Ojos que no ven, corazón que no siente,

Pero no lograba apartarlo de su mente y esto era irritante. Lo tenía demasiado presente. ¿Por qué? Tal vez porque no esperaba que la tratara con tanta bondada cuando empezó a llorar, o quizá porque consiguió que le prometiera que no divulgaría la histria. Suponía que cuando tomara una decisión, debería llamarlo para que él fuera el primero en enterarse de la historia. Merecía esa consideración por comportarse ese día de una forma tan honorable.
Se sirvió un tazón de fresas frescas...por despecho al recordar su comentario sardónico acerca de su dieta...y volvió a dirigirse a su dormitorio. Mientras deshacía su trenza, volvió a pensar en Nicky, cuando le acarició el pelo y las comisuras de los labios. La estrechó en sus brazos, sin apresurarla para que dejara de llorar.
Incluso la llevó en sus brazos. Se setía perturbada al recordar con tanta claridad el roce de su manga en sus muslos desnudos y la fuerza de su pecho debajo de su propio cuerpo.

Era su enemigo mortal, que siempre la atacaba con su maliciosa pluma. Sin embargo, ahora que estaba sola y nadie podía leerle la mente se confesó que su contacto produjo en ella una inesperada reacción física: un hormigueo en sus senos, algo apretado en el vientre, una sensación de hinchazón y fiebre entre sus muslos.
Sentado indolente en el banco de la cocina, parecía arrugado, desaliñado y cómodo. Llevaba el pelo rubio largo, no porque hubiese elegido ese estilo, sino porque se olvidaba de cortárselo con regularidad. Era atractivo de una forma desgarbada y desaliñada, como un lobo. Tenía un atractivo sexual. Y su actitud resentida y su arrogancia sólo aumentaban su atractivo. Para una mujer con sensibilidad, podría ser letal. Stephanie compadecía a cualquiera que se enamorara de Nicky Byrne.

Mientras se peinaba, se reprendió por permitir que él la hiciera enojarse. Fue lo bastante tonta para entablar con él un duelo de palabras. Nadie podía comprender su dilema, mucho menos él. ¿Qué sabía él de ambiciones frustradas? Nunca aspiró a elevarse por encima de la mediocridad; era un vago elegante, que se contentaba con medidas a medias.
Pero sí conocía a las mujeres, reconoció Stephanie. Sabía que su frase de despedida era algo que ella no olvidaría con facilidad.
Terminó de cepillarse el pelo y se metió en la cama. Se acostó de lado, porque si lo hacía de espalda eso le tensaba el estómago y se sentía incómoda.
Con las manos debajo de la mejilla, pensó en Nicky. Involuntariamente recordó la perezosa mirada de evaluación con la que recorrió sus senos. ¿Habría observado que el kimono de seda rozaba sus pezones, haciendo que resaltaran?
Al quedarse dormida, se ruborizó ante la posibilidad de que él se hubiese dado cuenta de eso.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:55 am

CAPITULO 4


Hola -murmuró Nicky en el teléfono-. Más vale que sea algo importante, maldita sea. -añadió después de consultar el reloj que estaba en la mesita de noche.

-Oh, lo es. lo es.

-Simon, por el amor de Dios. ¿Por qué me llamas tan temprano?

-Para despedirte.

Exasperado, Nicky dejó escapar una bocanada de aliento y volvió a sepultar la cabeza en la almohada.

-Ya lo hiciste la semana pasada

-Esta vez es en serio.

-Eso mismo dices en cada ocasión.

-Eres un sinvergüenza perezoso y bueno para nada, pero esta vez hablo en serio. ¿Has visto los periódicos de la mañana?

-Ni siquiera he visto la mañana.

-Pues bien, permíteme ser el primero en informarte de que tu competidor obtuvo la historia que se suponía que tú averiguarías y no lo hiciste.

-¿Qué dices?

-Mientras tú tecleabas ese artículo tan poco inspirador acerca del nuevo futbolista mexicano del Manchester, nuestros amigos del Morning News se te adelantaron con la noticia de Stephanie Corbett. Tiene cáncer.

Nicky se enderezó, colgando las piernas a un lado de la cama, maldiciendo las mantas que lo sujetaban, su jacqueca y su boca estropajosa. Él y unos amigos fueron a un bar donde las mujeres estaban desnudas de la cintura para arriba, después del juego de rugby la noche anterior. Él bebió una cerveza tras otra, con la vana esperanza de que entre senos desnudos vería algo tan atractivo como una encolerizada Stephanie Corbett con la bata abierta. No vio nada, así siguió bebiendo.

-¿De qué diablos hablas, Simon? Y no tienes que gritar.

-Pensé que dijiste que ayer habías hablado con Stephanie Corbett.

-Lo hice.

-También dijiste que allí no había ninguna historia.

-En mi opinión así era.

-¿No crees que el hecho de que tenga cáncer en los ovarios sea una historia? -bromeó el editor.

-¡Ella no tiene cáncer! -grito Nicky a su vez, a pesar de que eso intensificó su jacqueca-. Tiene algunos tumores que pueden o no ser malignos. ¿Cómo se enteraron de eso en el News?

Durante unos segundos hubo un silencio tenso, pero Nicky no se dio cuenta. Había salido de la cama y llevó consigo al baño el teléfono. Su imagen en el espejo le confirmó lo que le sugirió su jaqueca: la noche anterior fue un desastre.

-¿Tú sabías eso? ¿Lo sabías? -explotó Simon Cowell-. ¿Y me diste una basura para la edición de anoche?

Nicky no necesitaba acercarse el auricular al oído para escuchar la cantaleta, de caulquier forma, ya se la sabía de memoria, así que dejó el aparato encima del lavabo y empezó a afeitarse.

-Tu no eres periodista -gritó Simon por encima del ruido del chorro del agua-. Ni siquiera tendrías una columna si no anduvieras de juerga en las tabernas que frecuentan los jugadores y sus fanáticos. No eres un reportero, eres un mecanógrafo. Todo lo que haces es escuchar conversaciones y escribir sobre ellas.

Nicky terminó de afeitarse y tomó el auricular el tiempo suficiente para farfullar con la boca llena de espuma de dentífrico.

-Los lectores lo devoran como un dulce, les fascina tanto como un helado.¿Qué sería de tu página de deportes sin mi columna? Nada, Cowell, y tú lo sabes.

-Estoy dispuesto a averiguarlo. Acabas de escribir tu última columna para mí. ¿Has entendido, Byrne?

-Si, claro.

-Esta vez lo digo en serio. ¡Estás despedido! Le pediré a Addison que limpie ese nido de ratas que tu llamas escritorio. Puedes recoger el contenido en el escritorio de la recepcionista, en el primer piso. No quiero volver a ver tu cara abortagada por el alcohol en la sala de redacción.

El siguiente sonido que se oyó en el teléfono fue el tono de marcar. Imperturbable, Nicky se metió en la ducha. Antes de salir, ya había olvidado la llamada de Cowell. Lo despedía media docena de veces al mes, pero jamás perseveraba en su decisión.
Incluso si lo hacía, sería lo mejor que podría sucederle. Porque Cowell tenía razón en una cosa: su columna sólo era una transcripción de lo que escuchaba después de los encuentros deportivos, adornada con lagunas agudezas que no abrumaban su imaginación más tiempo del que necesitaba para mecanografíarlas. Durante el último año, se decía que sus lectores no sabían que su columna era algo fácil para él y que no les importaría si lo supieran.
Pero a él sí le importaba. Sabía que lo que escribía no valía ni el papel en el cual se imprimía y le pagaban demasiado por la cantidad de trabajo requerido para escribir su columna diaria. Ya no le proporcionaba satisafcción engañar a su editor, al hombre que irmaba sus cheques, ni a sus lesctores. Cada vez le era más difícil reñirse con disimulo.
Por eso se embriagaba y se acostaba con mujeres que no le importaban, dejando que los días de su vida se deslizaran sin dejar ninguna huella. No le importaba nada, no tenía a nadie por quien trabajar, ninguna razón para levantarse por la mañana. Su vida era un gran cero en el departamento de productividad y a pesar de que él era el único que lo sabía, le resultaba difícil vivir con esa realidad.
Necesitaba un desafío creativo, pero temía haber malgastado cualquier talento literario que antaño poseyera y que jamás recuperaría, pero. ¿qué importaba eso? Ya era demasiado viejo para pensar en serio en cambiar de carrera.
Sin embargo, du futuro no era su preocupación primordial en ese momento. Pero sí lo era Stephanie Corbett. ¿Dónde se habría enterado su rival de su enfermedad? ¿Y qué sentiría ella al ver que los aspectos más íntimos de su vida proporcionaban el material necesario para la página de deportes?
No tardó mucho tiempo en averiguarlo.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:57 am

CAPITULO 5

Le demostró su famoso golpe directo al lanzar la raqueta de tenis hacia su cabeza.

-¿Qué diablos?...

-¡Eres un sinvergüenza!

Esquivó el primer golpe y después se apoderó del mango de la raqueta cuando ella trató de lanzar un revés y los dos lucharon por la raqueta.

-¿Qué diablos te pasa? -gritó él.

-Divulgaste la historia. Dijiste que nuestra conversación sería confidencial. ¡Embustero! Tú...

-Yo no hice nada de eso.

-Oh,si, lo hiciste -exclamó rechinando los dientes-. Tú eras el único que lo sabía.

Nicky le arrebató la raqueta de la mano y la tiró al suelo.

-¿Crees que yo le entregaría la historia a la competencia? Yo no escribí ese artículo, lop ublicaron en otro periódico. Ni siquiera he leido aún ese maldito artículo.

Staphanie frenó su frustración y su furia y pensó en ello un segundo. ¿Por qué le daría la historia a otro? Eso no tenía sentido. Pero ultimamente nada en su vida tenía mucho sentido.

-Entonces, ¿cómo te enteraste de lo del artículo? -preguntó desconfiada-. ¿Y cómo lograste cruzar la valla de la policía?

Desde las primeras horas de la mañana, su patio estaba atestado de periodistas. Al fin su representante llamó a la policía, solicitando que se acordonara su casa.

-Uno de los policías me debía un favor.

-¿Por qué?

-Tiene que ver con su hermana.

-No creo que quiera saberlo -dijo ella frotándose la frente.

-Yo tampoco lo creo. Basta decir que la joven se deslizó a hurtadillas una noche en el vestuario después de un gran juego, e hizo las veces de anfitriona durante una espontánea celebración de la victoria.

Stepahnie se le quedó mirando y movió la cabeza consternada.

-Te creo. ¿Por qué inventarías una historia tan sórdida?

La tomó por los hombros y la guió hacia el banco en la cocina, donde estaba sentada cuando él abrió con una ganzúa la cerradura de la puerta de atrás y se deslizó en el interior. Fue entonces cuando ella empezó a insultarlo y a lanzarle golpes muy bien dirigidos a la cabeza con la raqueta que ella ayudó a diseñar.

-¿Cómo se enteró de mí ese columnista, Byrne?

-No lo sé, pero voy a averiguarlo -tomó su celular y marcó un número. Después preguntó por él cronista de deportes llamándolo or su nombre. Por lo visto eran rivales pero amigos.

-Hola, habla Byrne. Te felicito por tu historia sobre esa mujer, la Corbett -Stephanie le dirigió una mirada fulminante, que él ignoró-, ¿Cómo lograste convencerla para que te revelara los detalles íntimos de su vida? ¿O es algo que no debería preguntar un caballero? -Stephanie abrió la boca, pero Nicky se la tapó con una mano-. ¿Oh, no? ¿Ella no te lo dijo? Mmm. ¿Tal vez su representante?

Stephanie le quitó la mano de la boca y movió la cabeza obstinada.

-De acuerdo, me doy por vencido. ¿Quién habló? Vamos, ya se ha descubierto el secreto, así que bien podrías decirmelo -Stephanie vio que fruncía las cejas-. Escucha, eres un tipo intratable, ayer me quebré el cerebro tratando de averiguar el motivo de su desamyo y acabé con las manos vacías. Sólo dime a quién me faltó ver.

Escuchó un momento y desarrugó el ceño, pero no parecía más felíz.

-Ya. Bien, esta vez me has ganado, amigo. No dejaré que eso vuelva a suceder -Stephanie alcanzó a oír una vulgaridad pronunciada en un tono amistoso-. Lo mismo para tí, que tengas un buen día -terminó Nicky.

-¿Y bien? -preguntó ella cuando Nicky colgó.

-Fue un técnico de los Laboratorios Mitchell.

-Donde me hicieron el ultrasonido -gimió ella en voz baja-. Sabía que nadie en el consultorio de mi médico hablaría. Jamás pensé en alguien del laboratorio.

-No seas ingenúa. Cualquiera habla si pones el cebo adecuado en la trampa. ¿Dónde están las tazas para el café?

-En el segundo armario y en el segundo anaquel.

-¿Quieres un café?

-No, gracias, ya he tomado mucho.

Nicky sirvió una taza y la llevó a la barra. Se sentó en le banco al lado de ella, exactamente igual que al día anterior.

-¿Qué tal has dormido? -le preguntó.

-Bien.

-Tus ojeras dicen lo contrario.

Trataba de evitar mirarlo de frente por temor a que viera que no había dormido bien. Lo cierto era que pasó una noche inquieta, con sueños que fluctuaban de extraños a eróticos y atemorizantes, y él desempeñaba un papel en todos. Estaba exhausta, pero la irritó qu eél le comentara con poco tacto el mal aspecto que tenía.

-Pues bien, tu también tienes mal aspecto -se desquitó sarcástica.

-Fue una noche infernal.

-Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Por qué no estás en cuaquier lugar que llames tu hogar, durmiendo la borrachera? ¿O viniste a regocijarte?

Observó la tensión alrededor de la boca de Nicky, lo que era indicio de su irritación, pero siguió tomando su café con toda calma.

-Podría regocijarme si yo hubiese escrito el artículo, pero no fue así. De haberlo hecho, me habría informado bien de los hechos.

De pronto perdió todo su ánimo y comentó melancólica:

-Por lo que dice ese artículo, estoy acabada como jugadora; solo me falta morir y que me sepulten.

Nicky saltó del banco con tal rapidez y maldijo de una forma tan enfurecida que ella reaccionó sorprendida.

-No vuelvas a decir eso; me da escalofríos.

-Bueno, lo siento si he ofendido tu sensibilidad -replicó-. pero sucede que se trata de mi enfermedad. Si no te parece bien, puedes irte, y creo que no es mala idea.

Sí era una mala idea. El pensamiento de que la dejara no la atraía en lo más mínimo. Ahora que sabía que era inocente y que ya no sentía el deseo de asesinarlo, en realidad se alegraba de tenerlo allí. Por lo menos, cuando él estaba a su lado debía agudizar sus reflejos mentales. Eso ejercitaba su mente e impedía que albergara pensamientos desconsoladores. Para evitar que supiera lo mucho que deseaba que se quedara, adoptó una actitud reservada y hostil.

-No hay nada que puedas hacer aquí, excepto exasperarme, así que será mejor que te vayas.

-He venido para llevarte al hospital.

-No iré al hopsital; te lo dije ayer. Tengo dos semanas...

-Escucha, Stephanie...

-No, escucha tú, Byrne. Es mi vida, mi decisión y nadie...

Entonces sonó el timbre de la puerta.

-¡Señorita Corbett! -empezó a gritar alguien a través de la puerta- ¿Qué sintió al saber que tiene cáncer y que deberá renunciar al tenis profesional?

-Oh -exclamó ella-, ¿por qué no me dejan en paz? -con los nervios destrozados, bajó la cabeza y la sepultó entre sus brazos.

Por fin el periodista renucnió a fue alejado de allí por algunos de los policías que supuestamente debían protegerla en contra de tales intrusiones. En la casa volvió a reinar el silencio. Stephanie se sobresaltó cuando Nicky le puso las manos en los hombros.

-Por lo menos permíteme alejarte de aquí unas cuantas horas- hizo girar el banco donde ella estaba sentada, separó las piernas y presionó entre ellas las rodillas de Stephanie.

-¿Por qué quieres hacer eso?

-Para compensarte por el día de ayer, pues me porté como un chacal que acude al olor de la sangre.

-Pero no escribiste la historia.

-Sin embargo, de cierta forma, me siento responsable -ella dejó escapar un sonido de burla-. Se que crees que soy una mala imitación de periodista -declaró-, así como creo que eres una mala imitación de deportista. Bebo demasiado, me gustan en exceso las fiestas y poseo una capacidad para el desenfreno. Soy indigno de confianza y sarcástico, pero en el fondo, soy un buen hombre.

-Oh, or supuesto.

En el semblante de él apareció una mueca pìcara que hizo que Stephanie sintiera un nudo en el estómago.

-Concédeme el día de hoy y te demostraré que estás equivocada.

Ella quería aceptar, pero titubeó. A pesar de todo su encanto, quizá planeaba obtener un perfil más profundo de su carácter que la describiría cómo la frívola "debutante de las canchas de tenis", como una vez la calificó.

-No creo que sea una buena idea, Byrne. Prefiero arriesgarme aquí.

Casi de forma simultánea el teléfono empezó a sonar y se volvió a escuchar el timbre el de la puerta.

-¿Planesate tú esto? -lo acusó.

El se rió burlón, fascinado ante ese inesperado respaldo de su idea.

-La providencia está de mi lado. Ve a buscar todo lo que necesites durante el día. No regresaremos hasta después del anochecer -le dio instrucciones como si el asunto hubiera quedado resuelto a su entera satisfacción.

-Byrne, aunque quisiera pasar el día contigo en la ciudad, lo que no deseo, no resultaría. Los dos somos muy conocidos y no podríamos ir a ninguna parte sin que nos reconocieran y nos acosaran.

-Por eso nos iremos fuera de la ciudad.

-¿Fuera de la ciudad? ¿A donde?

-Ya lo verás.

-¿Y cómo planeas escabullirte entre todos esos periodistas?

-¿Quires dejar de busacr pretextos e ir por tus cosas? -le pidió impaciente.

Stephanie estudió su cara; no le parecia más digna de confianza que la de un pirata. Quizá pasarían el día discutiendo. Pero la alternativa de verse sitiada en su propia casa era aun mas horripilante. Una vez que se decidió, extendió la falda pantalón que llevaba puesta, combinada con una camiseta y sandalias.

-¿Puedo ir así?

-Por supuesto. Ve a buscar tu bolso.

En menos de cinco minutos, regresó a la cocina con un bolso de lona donde guardó todo lo que podría necesitar. Nicky estaba frente al fregadero, lavando la cafetera.

-Te sientes como en tu casa, ¿verdad?

-Mmm -sin ninguna prisa, se secó las manos en un paño para secar platos y después lo arrojó a un lado-. Así es.

Se adelantó un paso, deslizó los brazos alrededor de la cintura de Stephanie, la acerco a él e inclinando la cabeza, la besó en los labios. Eso la tomó desprevenida y ni siquiera trató de luchar y tampoco pronunció una sola palabra de protesta. La besó con suavidad, una y otra vez, hasta que sus labios permanecieron unidos a los de ella.
Al subir hacia su cuello, la mano de Nicky rozó su seno, haciendo que el pezón se excitara. Ni siquiera estaba segura de que su caricia fuera de buena fe, pero la reacción de Stephanie fue muy real. De pronto se sintió invadida de calor y su intensidad se acrecentó cuando él reajustó sus cuerpos, amoldando el suyo en el hueco de los muslos de ella.
Cuando sus dedos se cerraron alrededor del cuello de Stephanie, sulengua sondeó juguetona al borde de sus labios, indolente y con indiferencia, como si a él no le importara si ella los entreabría o no.
Si lo hacía, bien, entomces la besaría. Si no, de acuerdo; se sentiría divertido, no encolerizado ni decepcionado.
Stephanie los entreabrió. Entonces su lengua, cálida y húmeda, se adentró en su boca, explorándola muy despacio. Por lo menos, el beso se inició despacio; el cambio surgió de una forma tan gradual que no fue perceptible hasta que su lengua se adentró más. Toda la naturaleza del beso se alteró de la misma manera que también cambió la reacción de los dos.
Cuando la reacción de Nicky fue tan evidente que ella podía sentirla, él la apartó rápido. Lo miró con una mezcla de deseo y confusión.

-¿Por qué me has besado así?

-Por curiosidad -pronunció la palabra con voz ronca, se aclaró la garganta y declaró-: Los dos hemos estado pensando en eso, ¿no es cierto? Desde ayer, cuando vi tus senos, me he preguntado cómo sería esatr juntos. Ahora que ya hemos satisfecho nuestra curiosidad, podremos relajarnos y disfrutar de este día. ¿De acuerdo?

Stephanie sabía que si se relajaba más, se derretiría hasta convertirse en una mujer llena de deseo. Pero asintió sin decir una palabra.
Aceptar la idea de él quizá acabaría siendo un gran error.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeDom Jul 21, 2019 11:59 am

CAPITULO 6


Te equivocaste de vocación -iban en camino y Stephanie se dirigió a él. Estaban en el automovil deportivo de Nicky mientras él maniobraba entre el tráfico-. Debiste ser un criminal.

Su plan de huída requirió que ella creara una distracción en la puerta del frente de su casa, asomando la cabeza justo el tiempo suficiente para que los periodistas y fotógrafos pensaran que quizá estaba dispuesta a hacer una declaración. Después, mientras todos cruzaban el césped hacia la entrada, Nicky y ella se escabulleron por la parte de atrás, corriendo por el callejón hasta que llegaron inadvertidos al automóvil de él, que estaba en la siguiente calle.

-Pensé en dedicarme al robo en gran escala -comentó efusivo-, pero calculé que eso requería demasiada ambición y un trabajo arduo.

Sonriendo, Stephanie se instaló en el asiento tapizado en cuero. En el momento en que salieron de su casa, se apoderó de ella una sensación de libertad. El hecho de desviarse de su rutina normal era en sí un lujo. Casi todas las mañanas, a esa hora, ya había dedicado varias horas a su entrenamiento físico y a la práctica. Le comentó a Nicky que se sentía culpable.

-¿Cuando empezaste a jugar al tenis? -mirando hacia a trás para asegurarse de uqe el carril estaba libre, siguió la rampa hacia la carretera interestatal y se dirigió al este, dejando Dublín atrás.

-Tenía doce años.

-Tarde para la mayoría de las jugadoras que llegan tan lejos como has llegado tú -observó él.

-Un poco, pero casi no puedo recordar una época en la cual no haya sabido lo que es tener una raqueta en la mano -recordó la noche en que por vez primera manifestó interés en jugar ese deporte-. De pronto, le dije a mis padres que quería jugar con el equipo de tenis del colegio -había hecho su sorprendente anuncio a la hora de cenar-. Mamá y papá se me quedaron mirando como si les hubiese dicho que quería mudarme a Marte.

"¿Tenis?"
"Si, así es"
"Es un deporte para ricos", declaró su padre y siguió cenando. "Pásame las patatas".

-¿Qué tenían tus padres en contra del tenis? -preguntó Nicky.

-Nada en realidad, es sólo que no podían comprenderlo. Mi madre no sentía el menor interés por el deporte. A papá sólo le agradaban los deportes como el futbol y el rugby y por supuesto, eran para hombres.

Ella fue hija única y sabía que el hecho de seer mujer fue una gran decepción para el ceñudo extraño a quein llamaba papá.

-¿Cómo conseguiste su permiso para jugar?

-Después de cenar, abordé el tema con mamá, mientras lavábamos los platos. Le expliqué que el colegio tenía raquetas y pelotas y que yo podría usarlas. No tendría que comprar nada, así que aceptó.

Stephanie siguió contándole a Nicky que cuando llegó a la preparatoria ya era una apasionada del deporte. Ahorraba el dinero que ganaba cuidando niños para pagar las clases que tomaba en un club en el norte de Dublín.

-Nosotros no éramos miembros. La cuenta del bar de cualquier miembro excedía lo que papá ganaba en un mes.

En su voz no había rencor. Jamás ses intió amargada por el modesto nivel aconómico de sus padres, solo impaciente por la falta de interés de ellos para mejorarlo.

-Jugaba en un torneo con el equipo del club cuando conocí a Presley Foster.

"Tus zapatos son un número más grande. Tú revés apesta y tu golpe derecho no es mucho mejor, aunque tienes buenos golpes báscios. Te luces ante los espectadores más d elo que te concentras en tu estrategia. Si te quedas dos puntos atrás, automáticamente sacrificas el juego. Tus servicios son fuertes y rápidos, pero no de una forma constante. No haces ningún esfuerzo a menos de que te veas obligada, y es pésimo adquirir ese hábito".

Esas fueron las primeras palabras que le dirigió Presley Foster. Nicky dejó escapar un silbido cuando se las reveló.
Ahora ella podía recordar todo eso y reírse.

-Me sentí fatal. Pero entonces él añadió: "Sin embargo, tienes talento. Yo puedo refinarlo, convertirte en una jugadora a nivel mundial. Me odiarás antes de que terminemos. Necesito dos años".

Una semana después de su graduación en la preparatoria, se fue con el famoso entrenador al campeonato que él tenía en Florida. Su decisión fue incomprensible para sus padres. El tenis no era un trabajo, era un juego. Pero ella se fue a pesar de sus objeciones. Quizá no tendría ningún futuro en el tenis, pero ciertamente no tendría ninguno si se quedaba en su hogar, estancándose junto a ellos.

-No sabía lo arduo que sería hasta que me encontré bajo la tutela de Presley -le comentó a Nicky con una sonrisa.

Descubrió que la aventajaban mucho los jugadores que enmpezaron a entrenar para los torneos desde la escuela primaria y que asistían a los campamentos de verano de Foster. Muchos de ellos jugaban al tenis excluyendo casi todo lo demás. Algunos ni siquiera tuvieron infancia. El tenis lo era todo.

-Yo tenía diecinueve años antes de ingresar en le circuito -miró por la ventana el paisaje que se deslizaba veloz-. Estaba jugando en un torneo en Savannah, Georgia, cuando me dieron la noticia de que la casa de mis padres fue destruida por un incendio y ellos murieron.

-¿Murieron durante ese incendio? ¿El que arrasó con la mitad del vecindario?

-Si, prácticamente todo el vecindario quedó destruído. Yo estaba acostada en mi cama en el motel en Savannah, llorando, cuando Presley entró como un huracán y quiso saber por qué no estaba en la cancha para la sesión de calentamiento antes del partido.

"Mis padres han muerto. No esperarás que juegue hoy, ¿verdad?"
"¡Maldita sea, por supuesto que sí! En estos momentos es cuando una jugadora demuestra de qué madera está hecha".

Y ella jugó y ganó. Después del partido viajó a Dublín para encargarse de los funerales de sus padres.

-Seis meses después -le dijo a Nicky con voz pensativa y remota-, Presley se encontraba en mitad de una frase cuando se llevó la mano al pecho y, sin decir una sola palabra más, falleció de un ataque cardiaco. Al siguiente día jugué un partido de lo más reñido. El así lo habría querido.

Ni sus padres ni su mentor vivieron para verla convertirse en la segunda jugadora del tenis profesional. Y este año estaba camino de llegar al Grand Slam. Entonces se retiraría, sabiendo que había demostrado que su padre estaba equivocado. El tenis no sólo era un deporte de ricos. Era un amo celoso y exigente, por quien ella sacrificó una educación universitaria, el amor, el matrimonio, la familia...todo. Y ahora que estaba a punto de vencer, no podía permitir que nada, nada, se interpusiera en su camino.
Consiente de que Nicky la miraba atento, relajó la mandíbula y los puños y sonrió.

-¿Qué me dices de ti? ¿Siempre aspiraste a convertirte en un cronista deportivo que en vez de tinta usa la sangre de sus víctimas?

El hizo una mueca y se estremeció.

-Oh, Dios, me haces parecer como algo terrible.

-Has escrito algunas cosas terribles acerca de mí en tus artículos. ¿Por qué debería evitar no herir tus sentimientos?

-Creo que unos cuantos golpes bajos son justos -y le dirigió una mueca perversa-. Pensando en ello, algunos golpes bajos incluso podrían resultar divertidos.

Ella ignoró la insinuación sexual. Pensar en le beso que compartieron...y no tenía sentido decir que ella no participó...podría ser arriesgado. La táctica más segura era fingir que eso jamás sucedió.
Nicky Byrne tenía fama de ser un tenorio. Muchas veces ella fue victima de su acerba prosa. Y no sería su víctima en otra área.

-Solo por curiosodad, Byne, ¿por qué yo? -se volvió hacia él, doblando la rodilla y metiendo el pie debajo de las caderas-. ¿Por qué me elegiste para lanzarme tus dardos envenenados?

-¿Por qué debería importarte eso? Tienes el resto de la población mundial a tus pies. ¿Qué uede importarte que este cronista deportivo, vago y acabado, encuentre placer en atacarte en su columna?

-Me resulta molesto.

-Pero no así a mis lectores. Incluso desde ese primr artículo hace muchos años...

-Y yo exigí que te retractaras.

-Pues yo publiqué varis párrafos de tu carta, ¿recuerdas? -le preguntó con una sonrisa ufana-. A los lectores le fascinó eso y saqué tanto provecho que deliberadamente cultivé el antagonismo entre nosotros.

-¿Por qué?

-Porque con eso se puede escribir algo interesante.

-¿Qué fue lo que hice, en primer lugar para merecer tu desprecio?

-No es tanto lo que hiciste o no hiciste. Es lo que eres. Es tu...

-¿Y bien? -le incitó ella cuando dejó la frase sin terminar.

-Es tu aspecto.

Su comentario la hizo guardar silencio. Al fin preguntó:

-¿Cómo es mi aspecto?

-Atractico. Resulta difícil tomarte en serio como deportista cuando pareces una barbie vestida de tenista.

-¡Eso es de lo más machista!

-Descaradamente.

-Mi aspecto nada tiene que ver con mi estilo de jugar.

-Quizá, pero para ti yo soy un cerdo machista -declaró sarcástico.

-Y si tuviera una verruga en la punta d el anaríz, ¿eso me convertiría en tu opinión en una mejor jugadora de tenis?

-Jamás lo sabremos, ¿verdad? Pero tal vez. Por lo menos, me sentiría menos inclinado a escribir cosas mezqunas acerca de ti.

Lo miró desalentada..

-Durante todos estos años me he preguntado qué había hecho para incurrir en tu cólera y en realidad no tiene nada que ver conmigo. Todo se reduce a tu pedanteria y a tus prejuicios machistas.

-Eso es una generalización. No tengo ningún prejuicio en contra de las muejres deportistas.

-Sólo en contra de mí. ¿Hay algo que pueda hacer para hacerte cambiar de opinión?

-Podrías vovlerte fea.

-O tener un cáncer.

Después de tomar la rampa de salida, él frenó brusacamente delante de una luz roja y volviendo la cabeza hacia ella, declaró:

-Eso fue otro golpe bajo, Stephanie,pero lo ignoraré con una condición.

-¿Cual?

-Dime si sabes cocinar.

-¿Cocinar? Sí, sé cocinar.

-Bien -replicó él metiendo laprimera y dando la vuelta en el cruce para seguri por una carretera de dos carriles-. Pero nada con salsa; no me agradan las salsas, excepto la de crema con pollo frito. Las salsa son para los afeminados.

-Oh, por favor -gimió ella sonriendo.

En el siguiente cruce de caminos, se detuvo frente a una combinación de supermercado y gasolinera.

-Ahora iremos de compras.

Media hora después, el automóvil dio la vuelta y siguió por un angosto camino rural. Los a´rboles que crecían a ambos lados formaban un denso pabellón verde. Los árboles de madera se entremezclaban con los altos y erguidos pinos.

-¿A qué parte del mundo nos dirigimos?

El pueblo donde hicieron sus compras apenas merecía esa designación. Además de la tienda y la gasolinera, sólo había una ferretería, una oficina de correos, una estación de bomberos, una escuela y tres iglesias protestantes.

-A la casa de mis abuelos -se rio Nicky al ver la sopresa de ella-. Así es, no sólo tengo una madre, también tengo un padre; olo tenía. Esta granja pertenecía a sus padres y la heredaron a él. Cuando falleció hace algunos años, yo heredé la propiedad, vendí los pastizales, pero conservé las ocho hectáreas que rodean la casa.

-Pues son ocho hectáreas muy bonitas -afirmó ella.

-Gracias.

La casa fue otra sopresa. Estaba situada en un claro rodeado de nogales que empezaban a cubrirse de hojas. Había un molino de viento, una cochera separada de la casa y un granero. Todo estaba pintado de blanco. Y todo necesitaba una buena reparación. Los arrietes de flores alrededor de la terraza estaban cubiertos de maleza y en todo el lugar había un aire de desolación y abandono.

-Necesita algunas reparaciones -explicó él restándole importancia a lo que era evidente-. Te prometo que el interior es mejor.

-Es encantadora -dijo Stephanie con amabilidad. Bajó del automóvil y se agachó para evitar una telaraña tejida entre doa árboles.

Nicky abrió la puerta con una llave que sacó de debajo del felpudo de la entrada y la invitó a pasar. Los recibió el ambiente húmedo, silencioso y con olor a moho de una casa vacía largo tiempo.
Parado en el amplio vestíbulo, donde su voz procedía un eco, él le explicó:

-Al principio se suponía que esro sería un lugar para huir de todo, pero muy rara vez puedo salir de la ciudad los fines de semana, pues hay muchos encuentros deportivos. Y no resulta práctico venir entre semana. Como resultado de ello, no vengo aquí con la frecuencia que se merece la casa.

-¿Qué es eso? -preguntó Stephanie señalando hacia la habitación a espaldas de él.

Nicky se dio la vuelta.

-Es un comedor con una mesita de juego, una siila plegable y una máquina de escribir portátil encima de ella. -Stephanie le dirigió una mirada inquisitiva-. Los muebles del comedor se encuentran ahora en la casa de mi madre.

-Oh -esa no era la pregunta que ella tenía en mente, pero por el momento se contentó con su explicación. POr lo visto él escribía allí-. ¿Y qué hay arriba?

-Tres dormitorios y un baño. También hay un tocador escondico debajo de la escalera, si queires usarlo. ¿No? -añadió cuando ella movió la cabeza-. Entonces llevemos estas cosas a la cocina.

Ella lo siguió, atravesando una espaciosa sala. Todos los muebles estaban cubiertos con telas para protegerlos del polvo. Dieron la vuelta a la derecha al final del pasillo central y entraron en la cocina. Nicky dejó las bolsas de comida en la mesa redonda de roble.

-Esto parece la casa de una abuela -comentó Staphanie mientras deslizaba la mano por el respaldo tallado de una de las sillas-. Yo no conocí a ninguno de mis abuelos; fallecieron antes de que yo tuviera la edad suficiente para recordarlos.

-¡Oh! -Nicky estaba frente al refrigerador, de dónde sacó algo enrollado y negro y por consiguinete imposible de identificar. Con el brazo extendido, llevó el maloliente producto hacia la puerta de atrás y lo arrojó a través de ella-. Me alegro de que la abuela no esté aquí para ver esto, pues le daría un ataque.

Abrió la ventana para que netrara el aire fresco mientras Stephanie preparaba unos emparedados con las carnes frías y los quesos que comparraon. Cuando lo hacía, sintió en la parte inferior del abdomen una de las punzadas que había llegado a reconocer, casi a esperar. Qué extraño,pensó, que no hubiese pensado mucho en su enfermedad desde que salió de Dublín y pensó darle las gracias a Nicky Byrne por apartar eso de su mente. Hacía apenas dos días habría pensado que si se quedaba a solas con el columnista, lo estangularía poco a poco y expreimentaría un gran placer viendo cómo se le salían los ojos de las órbitas.
Qué soprendente que su extraño sentido del humor le pareciera tan consolador. No la mimaba ni la compadecía, lo que a ella le habría resultado insoportable. No trataba de ser un buufón, obligándola a reírse cuando eso habría sido inapropiado. Jamás habría pensado que no le costaría ningún trabajo entenderse bien con él. Se comportaba como el amigo que ella necesitaba justo en esos momentos, ameno, pero con quien era fácil conversar. Se alegraba de su presencia cuando ella necesitaba a alguien imparcial, objetivo y sin complicaciones. Pero pefería cortarse la lengua antes de decírselo.

-La comida está lista.

Él se lavó las manos y después se reunió con ella en la mesa.

-Vaya, esto tiene un aspecto fantástico -declaró entusiasmado al sentarse.

Stephanie le dio un mordisco a su bocadillo y preguntó con la boca llena:

-¿Qué haremos después de comer?

-El amor -replicó él, también con la boca llena.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 10:52 am

CAPITULO 7

Stephanie se tragó el bocado entero y miró boquiabierta a Nicky, que con toda tranquilidad se limpió la boca con una servilleta de papel.

-Es solo una sugerencia, por supuesto -declaró él.

A toda prisa, ella se levantó de la silla y se dirigió a la puerta.

-Debí saber que no podía confiar en tí, eres un...¡Oh! Cuando pienso en lo crédula que fuí al pensar que tú...¡Ay! -al pasar al lado de la silla de él, Nicky estiró el brazo y se apoderó de la punta de su trenza, tirando de ella para detenerla-. ¡Ya basta! -gritó Stephanie-. Déjame.

-Siéntate -trató de parecer severo, pero ella vio que tenía dificultad para conservar el gesto serio-. ¿No sabes entender una broma?

-¿Eso ha sido una broma?

-Por supuesto, ¿qué creías? ¿Qué hablaba en serio?

-¡Por supuesto que no! -replicó tajante.

-Entonces, ¿por qué no te has reído?

-No me pareció divertido.

-Eso creo. No ha sido tan divertido como la expresión de tu cara - la imitó y pensó que si había parecido así de idiota, le habría gustado desaparecer-. Como si te hubiese golpeado en la cara con...

-Me lo imagino -lo interrumpió malhumorada mientras volvia a sentarse y le daba con rabia un mordisco a su bocadillo-. Me habría parecido muy de acuerdo con tu carácter tratar de seducirme.

En vez de sentirse insultado, parecía halagado.

-¿Cómo puedes saber si era natural que yo te sedujera?

-He dicho que trataras de seducirme.

-De acuerdo, que tratara de seducirte.

-He oído ciertas cosas -respondió ella desdeñosa.

-Oh, ¿es cierto eso? ¿Cómo que? ¿Qué has oído decir de mí?

-Olvídalo.

-¿No te referirás a esa historia que circula por allí acerca de mí y las trillizas pelirrojas, verdad? Escucha, eso es una maldita mentira.

-¿Trillizas? -repitió ella con voz débil.

-Quizá son las contorsionistas más famosas del mundo, pero aun así...

-¿Estás bromeando? -lo miró desconfiada.

-Si, estoy bromeando -siguió comiemdo, pero su sonrisa seguía siendo insoportablemente complaciente y divertida-. Bueno, sabemos que las camas de la abuela están a salvo con nosotros, ¿no es cierto?

-Por supuesto que sí.

-Quiero decir, cuando nos besamos no sucedió nada, ¿Verdad?

-Es cierto.

-La tierra no se estremeció, las estrellas no estallaron y no empezaron los fuegos artificiales. Yo no sentí nada, ¿y tú?

-No, nada.

-Ninguna oleada de lujuria.

-No.

El se encogió de hombros con un gesto elocuente.

-Lo intentamos y vimos que no sucedió nada, así que no tienes por qué preocuparte. Ahora, volviendo a tu pregunta original sobre lo que haremos esta tarde.

Stephanie apenas escuchaba. Se sintió aliviada al ver que él bromeaba cuando habló de pasar la tarde haciendo el amor, pero su ego se sentía herido. ¿Por qué le parecía tan absurda esa posibilidad? Cuando se besaron, ¿no sintió siquiera una ligera agitación? La palabra lascivia era demasiado fuerte para describir el hormigueo que expreimentó en todas sus zonas erógenas, cuando la lengua de Nicky inició suavemente con la suya ese rito de amor, pero por lo menos ella sí sintió un hormigueo. Sin embargo, él parecía inalterable. ¿El hecho de besarla era acaso tan poco excitante que incluso un tenorio famoso y que en apariencia no hacía discriminaciones no sentía algo?

-...no tienes que hacerlo.

-¿No tengo que hacer qué? -preguntó, dándose cuenta de que él seguía hablando.

-No tienes que ayudar -le explicó, dirigiéndole una mirada de extrañeza-. ¿No me escuchabas?

-No, estaba pensando en otra cosa.

-¿No sientes dolor, verdad? -le preguntó frunciendo el ceño.

-No, no es nada de eso.

-Bien -la estudió un momento, como si no estuviera convencido de que le decía la verdad. Cuando quedó satisfecho, resumió lo que le dijo antes-. Debo hacer algunos trabajos aquí; mientras me dedico a eso, puedes descansar en uno de los dormitorios.

-Preferiría estar al aire libre; el bosque es muy bonito.

-Como quieras -respondió y se puso de pie para llevar el plato sucio al fregadero-. Hay algunos libros en los estantes de la sala. Si te aburres, siéntete libre para curiosear.

-Gracias.

-He traído ropa de trabajo. En cuanto me cambie, empezaré a trabajar fuera. Llámame si necesitas algo.

-Así lo haré.

Él salió de la cocina, Sintiéndose un tanto abatida y abandonada, Stephanie se dirigió hacia el fregadreo.

-Oh, Stephy

-¿Si? -respondió, dándose la vuelta a toda prisa.

El se asomó por la puerta y sólo su cabeza era visible.

-Sí expreimenté una pequeña oleada de lascivia -desapareció después de golpear ligeramente la puerta y hacerle un guiño.

Stephanie maldijo hacia el espacio vacío donde antes estaba el sonriente semblante de Nicky.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 10:54 am

CAPITULO 8

Qué diablos estás haciendo?

De cuclillas en la tierra, Stephanie miró hacia atrás y estuvo casi a punto de caerse,pero se detuvo a tiempo. Nicky estaba parado a su lado, vestido sólo con un sucio pantalón vaquero y con el ceño fruncido. Durante el par de horas desde que lo vio por última vez, había sudado mucho y por su pecho escurrían gotas de sudor. Estaba apoyado en un rastrillo, con el cuerpo ladeado.

Podía ver su axila, pero le parecía una invasión de su intimidad quedársele mirando, tanto como seguir con la vista las gotas de sudor que se deslizaban por el centro de su abdomen hasta la pretina del pantalón. Algo dulce y elemental conmovió su femineidad y le recordó las punzadas de dolor que experimentaba hacía poco, pero eso era diferente. Esas punzadas le producían placer, no temor y dudas. Pero tartó de alejar de su mente ese pensamiento, porque la hacía sentirse extraña y temerosa.

-¿Qué crees que estoy haciendo? Estoy desyerbando este arriate de flores -reanudó la tarea, que había ensuciado su falda pantalón blanca, cubriendo sus manos con fértil tierra negra.

Estaba cunbierta de sudor y la trenza descansaba en su blusa húmeda, que se había pegado a su espalda. Se sentía de maravilla, era como si ese sudor fuese más saludable que cuando terminaba un partido en la cancha de tenis.

-Se supone que deberías estar descansando -le dijo Nicky.

-Esto es de lo más relajante. Me agrada cuidar las plantas y estas parecen muy descuidadas -le dirigió una mirada reprobadora, pero rápido miró hacia otro lado.

El estaba acuclillado a sus espaldas y de acerca tenía la cara sucia y manchada porel sudor, pero estaba más atractivo que nunca. Percibía el olor de su piel y supo que sus labios tendrían un sabor salado si él decidía besarla en ese momento. Tragó saliva y le dijo:

-Hay una jarra de té helado en la terraza.

-Gracias -se levantó, refunfuñando cuando las rodillas le crujieron y subió los escalones-. Mis viejos huesos necesitan ejecicio, pero tal vez mañana por la mañana no podré levantarme de la cama -se sirvió un vaso de té helado y después de beberlo, preguntó-. ¿Has hecho algo aquí?

-He barrido, pues la terraza estaba cubierta de hojas y agujas de pino.

-Eres una diligente abelita, ¿verdad?

-Es bueno hacer el trabajo honrado; además, eso mantiene mi mente ocupada.

Bajó los escalones y tiró se su trenza con un gesto juguetón.

-No te fatigues demasiado.

-No lo haré.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 10:58 am

CAPITULO 9

Pareces agotada.

El sol ya se había ocultado detrás de las copas de los árboles, proyectando sombras oblicuas sobre el calro frente de la casa. Stephanie estaba sentada en un columpio colgado de la rama de un vigoroso nopal, moviéndose indolente con el pie descalzo. Antes de sentarse en él, lo lavó con la manguera y sacudió las telarañas de las cadenas. Necesitaban aceite, pero le agradaba el sonido chirriante que hacían cuando ella se mecía, pues armonizaba con el perpetuo rechinar del molino de viento.

El columpio fue uno de los varios proyectos que se asignó durante el curso de la tarde, mientras Nicky clavaba los postigos sueltos y usaba el rastrillo para despejar el claro, además de hacer una limpieza general en el granero y en la cochera. En ese momento, mientras la reprendía, se dejó caer en el suelo frente al columpio y se acostó d eespalda sobre el césped recién podado.

Se había vuelto a poner la camisa, pero desabrochada, dejando ver su tórax y su estómago, que a pesar de todas sus parrandas era plano y tenso, sombreado por el vello rubio. Stephanie se esforzó en desviar la mirada, pero no era fácil.

-Estoy cansada -concedió-, pero de una forma deliciosa. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi el sol ocultarse detrás de los árboles. La luz moteada, las sombras, los matices oro y verde, todo es precioso. Y los sonidos del bosque que jamás se escuchan en la ciudad. Y sin embargo todo es muy tranquilo.

El se apoyó sobre un costado y reclinó la mejilla en la palma de la mano mientras la contemplaba.

-¿Siempre hablas con tanta exaltación?

-Solo cuando estoy así de cansada -replicó con una sonrisa, que él le devolvió-. He disfrutado mucho el día. Es una lástima regresar a inhalar el monóxido de carbono y el humo de los escapes de los automóviles en vez de aspirar la fragancia de la resina y las flores silvestres.

-¿Y tenemos que hacerlo?

Ella detuvo el columpio con el talón y separó la cabeza de la gruesa cadena dondela tenía apoyada.

-¿Tenemos que hacer qué?

-¿Tenemos que regresar?

-¿Qué estás tramando ahora, Byrne? -lo miró con los ojos entrecerrados.

-Oh Dios, tienes una naturaleza de lo más desconfiada.

-No soy desconfiada, es sólo que no confío en tí -replicó con dulzura-. ¿A qué te refieres al preguntar si debemos regresar a Dublín? Por supuesto que sí.

-¿Por qué?

-Tenemos obligaciones

-¿Con quién?

-Bueno, por una parte, tú la tienes con el Daily.

-No a partir de esta mañana.

-¿Qué tratas de decir?

-Me despidieron.

-¿Te despidieron? -lo miró sorprendida-. ¿Ellos te despidieron?

-Así es

-¿Por qué?

-Porque dejé que un periódico rival se me adelantara con la noticia sobre Stephanie Corbett.

Abrió los labios sorprendida y durante unos momentos sólo se le quedó mirando, pero en su expresión franca no encontró nada que indicara que mentía.
Ella esperaba que eso fuese una mentira.

-¿Te despidieron por culpa mía?

-No te preocupes -dijo él tarnquilo-. Despedirme es una de las pocas cosas con las cuales disfruta mi jefe. Ni siquiera pensaría en regresar de inmediato y privarle de ese palcer ocasional.

Su broma no la hizo sonreír.

-Pero...pero pudiste escribir una historia sobresaliente. Tú eres el único que conoce la verdad.

-Eso me habría convertido en un verdadero sinverguenza, ¿no crees? Quizá te resulte difícil creerlo,pero sí tengo ética y cuando digo que una conversación es confidencial, lo es.

Se puso de pie y se acercó al columpio. Stephanie estaba sentada en una esquina, con una pierna extendida a lo largo del columpio. Él le rodeó su tobillo con una mano y le alzó la pierna, después se sentó y se colocó la pierna encima de las suyas.

-Tienes una ampolla en el pie -comentó Nicky.

-Eso me pasa por llevar sandalias en vez de zapatillas de tenis y calcetines.

El le frotó la piel enrojecida con la yema del pulgar. Elplan inicial de Stephanie era retirar el pie, pero cambió de idea. Temía que, al moverlo, su talón rozara su cuerpo de una forma más íntima.

-Será mejor que entremos antes que oscurezca -sugirió.

-Lo dije en serio -Nicky volvió la cabeza y fijó en ella su mirada-. Quedémonos aquí.

-No podemos hacerlo.

Deseaba que él retirara la mano de su pie, donde su pulgar trazaba dibujos.
Era difícil no estremecerse, y casi imposible no ronronear de placer, sobre todo cuando él le dirigió una mirada cautivadora.

-¿Por qué no?

¿Por qué no? No podía pensar en una buena razón.

-Porque no.

-Me parece un excelente motivo -sonrió burlón, pero al instante volvió a adoptar una actitud seria-. Necesitas estar algún tiempo a solas para pensar, Stephy. ¿Qué mejor lugar que aquí? No hay teléfono, nada que te distraiga, ni peridistas curiosos. No hay nadie que te presione. Sólo estoy yo.

No se imaginaba que él era el principal impedimento. Pero debido a que la idea era atractiva, eludió un no definitivo.

-¿Piensas sentarte y contemplar mientras pienso en mi dilema? ¿Eso es lo que me propones? -dijo al fin.

-No, voy a trabajar en mi novela

-¿En tu novela? ¿Qué novela?

-La que empezaré mañana por la mañana. Es decir, si nos quedamos. Si no lo hacemos, quizá jamás llegue a escribir la novela irlandesa más grandiosa y todos te culparán por ello.

-Oh, gracias. Así que ahora tu carrera es responsabilidad mía.

-Bueno, lo cierto es que me despidieron por tu culpa -le recordó.

-Tú acabas de decir...

-Ya sé lo que dije -la interrumpió él refunfuñando-. Escucha, podemos quedarnos. Tú puedes ocuparte de los arrietes de flores y de la casa, cocinando y haciendo la limpieza, y yo escribiré.

-Así que lo que quieres es un servicio doméstico gratuito -retiró el pie, sin dudarlo-. Quieres un ama de llaves a tu disposición mientras tú juegas a ser Oscar Wilde. Eres un timdor, Byrne, un gran timador. El más manipulador...

-Por lo que a mí concierne, puedes quedarte todo el día en la cama -exclamó él en voz alta, acallando sus protestas-. Fuiste tú la que dijo que quería mantenerse ocupada para alejar tu mente de... -deslizó lamirada hacia su regazo-. Ya sabes.

Después la vio a los ojos y al ver su expresión hostil, exaló elaire disgustado.

-De acuerdo, olvida que lo he mencionado. Pensé que a los dos nos haría bien algún tiempo lejos del trabajo para pensar, reconsiderar, planear, esa clase de cosas y me parecióque este lugar es perfecto para eso. Es evidente que estaba equivocado -se bajó del columpio, que se sacudió alocado, pero Stephanie lo detuvo con el pie.

-¿Dónde dormiríamos? -preguntó cuando él se alejaba.

Nicky se detuvo y durante varos segundos no se movió. Cuando lo hizo sedio la vuelta despacio.

-¿Dónde dormiríamos los dos?

-¿Dónde dormiría yo?

-Te dejo que elijas tu dormitorio.

-¿Dónde dormirías tú?

-En alguno de los otros dos -puso las manos en las caderas-. ¿Era eso lo que pensabas, que tengo un motivo oculto? Una combinación de ama de llaves y amante -ella guardó silencio-. Creí que habíamos aclarado que entre nosotros no hay ninguna atracción sexual. Escucha, esto será un arreglo. Por el momento nuestras vidas son un caos. ¿Por qué desearíamos una complicación adicional?

-Exactamente.

-No veo que entre nosotros haya surgido ninguna chispa, ¿verdad?

-No.

-¿Andarías por allí toda sucia y sudorosa y en general con el aspecto desatroso si trataras de tentarme para que me convirtiera en tu amante?

-No -replicó rígida, sintiendo grandes deseos de abofetearlo.

-Pues bien,tampoco yo. Si quisiera que estuvieras en mi cama, te lo diría con toda franqueza. Eso es todo -jadeó, pasándose los dedos por el pelo-. Ahora que hemos aclarado eso, ¿nos vamos, o nos quedamos?
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:04 am

CAPITULO 10

Pensé que sería agradable comer aquí fuera.

Stephanie señaló la mesa de juego que sacó del comedor e instaló en la terraza. Cortó un ramo de flores silvestres y lo colocó en el centro de la mesa. Después de mirar armarios y alacenas sacó un mantel, servilletas de lino e incluso una vela, que gracias a una poca de cera derretida logró colocar en un plato. La luz parpadeaba sobre la cara de Nicky, sumido en las sombras.

-Es una excelente idea, pero te has tomado muchas molestias.

-He disfrutado con ello.

Tal y como prometió, Nicky dejó que ella eligiera su dormitorio. Se decidió por el que daba al este, porque solía despertarse temprano. Su elección fue del agrado de él, pues reconoció que lo último que quería ver por la mañana era la luz del sol filtrándose por las persianas.

Al salir del dormitorio, él le mostró el baño. Tenía un lavabo de pedestal y una anticuada bañera con patas en forma de garras.

-Tiene por lo menos dos metros de largo, adecuada para que te recuestes si deseas darte un prolongado remojón -le dijo con el acento nasal de un vendedor de aceites de serpiente.

Encontraron toallas y sábanas, además de algunas prendas de vesti, en el armario del piso superior.

-¿Crees que podrías encontrar algo que puedas usar hasta que vayamos al pueblo? -preguntó Nicky mirando escéptico la ropa.

-Me las arreglaré. ¿De quién es esta ropa? -le preguntó, sosteniendo sobre su cuerpo una amplia falda.

-Creo que de varios primos -había una mezcla de ropa de hombre y de mujer. Nicky tomó una camisa y un pantalón corto-. Sólo porque soy un tipo amable, dejaré que uses primero el baño. Si te parece, prepararemos para la cena las carnes que he comprado hoy -el estómago de Stephanie gruñó de hambre y él lo frotó con los nudillos-. Creo que eso significa que lo apruebas.

Stephanie tensó los músculos del estómago al sentir su contacto y fingió que podía respirar, pero a pesar de sus esfuerzos su voz sonó aguda y poco natural cuando respondió.

-La carne me parece una idea maravillosa.

-De acuerdo, encenderé el carbón mientras tú te bañas. Hoy encontré en la cochera el asador del abuelo y lo lavé. Incluso había un saco de carbón.

Media hora después, lo encontró cuando bajaba por la escalera. Estaba fresca y limpia, con el pelo todavía húmedo, pero él parecía más sucio que nunca. Además de la suciedad de todo el día, estaba cubierto de una capa de polvo de acrbón.

-El agua sale herrumbrosa -cometó Stephanie-, pero si la dejas correr como uno o dos segundos, sale más clara.

-Gracias por la advertencia -replicó él al cruzar a su lado.


***


Ahora estaban sentados frente a frente en la mesa iluminada por la luz de la vela. Los sonidos nocturnos provenientes del bosque se escuchaban con claridad, el olor a carne asada hacía agua la boca y la brisa era refresascnte. Nerviosa y cohibida. Stephanie buscó algo que decir.

-El carbón estaba en su punto.

-Bien.

-Puse las arnes en el asador, pero quizá deberías vigilarlas.

Se sentía invadida por una absurda timidez y no podía imaginar dónde se originó. Quizá la blusa estilo campesino no fue una buena elección; la hacía sentirse absurdamente femenina. Era una talla más grande, con un escote amplio que se deslizaba por un hombro. De no ser porque su ropa estaba tan sucia, se la habría puesto después del baño. Pero allí estaba, delante de un hombre que bromeaba diciendo que se había acostado con unas contorsionistas trillizas, y se sentía ridículamente torpe y vulnerable.

El lo estudió todo: la vela, las flores, la mesa y a Stephanie. Sobre todo a ella, contemplándola pensativo un momento.

-¿Tratas de impresionarme, Staphy? Antes que se te destroce el corazón, quizá debería advertirte que no soy de los que se casan.

-¡Eres un presuntuoso! -estalló indignada con las manos en las caderas-. No lo he hecho por tí, lo he hecho por mí. Es raro que invite a alguien y cuando lo hago por lo común llevo a mis invitados a cenar fuera. Esto ha sido una rara... ¿de qué te ríes?

-De tí. No puedes entender una broma, pero estás más guapa que nunca cuando te enfadas.

Stephanie se quedó allí quieta mientras él se dirigía al asador. Titubeó pensando si debería decirle todo lo que pensaba, pero decidió dejar las cosas así. Invariablemente, sus duelos verbales terminaban a favor de él. Nicky le dijo:

-Cinco minutos más y las carnes estarán perfectas.

Stephanie empleó esos cinco minutos en llevar la ensalada que preparó, una hogaza de pan francés que había untado con mantqeuilla y puesto a calentar en el horno y una jarra de té helado, adornado con una menta fresca que descubrió a ambos lados de la terraza. Nicky bebió un sorbo de té helado y chasqueó los labios complacido.

-El té con menta me recuerda los veranos que pasaba aquí en la granja con mis abuelos -durante un momento se quedó pensativo.

-¿Qué sucede? -preguntó Stephanie en voz baja.

El la miró y soltó una risita irónca.

-Acabo de darme cuenta de que ya ha pasado la hora de beber y ni siquiera la he echado de menos -brindó con ella con el vaso de té-. Debe ser tu compañía.

Se sintió complacida al ver que cálido resplandor en los ojos de Nicky y empezó a comer. Unos momentos después le dijo:

-La carne está deliciosa, Nicky.

-Bueno, no te emociones demasiado, pues hasta allí llega mi talento culinario.

Suguieron comiendo en silencio y para entablar conversación, Stephanie preguntó:

-¿De què trata tu novela?

-Los escritores nunca hablan de las obras mientras trabajan en ellas.

-Pero tú no has empezado a escribirla.

-Pero se aplican las mismas reglas cuando se trata de una idea.

-¿Por qué no hablas de ello?

-Porque el hecho de hablar de una historia disminuye el deseo de escribirla.

-Oh, entiendo -siguió comiendo, pero pensaba en lo mismo-. Creo que te comprendo. Antes de un partido importante, no me gusta hablar de él. No quiero discutir mi estrategia ni las probabilidades a favor o en contra. Me enfrasco en mis pensameintos, pues si los comparto, eso me traería mala suerte en el partido.

-Eres superticiosa -la acusó, apuntando hacia ella con el tenedor.

-No lo creía hasta ahora, pero tal vez sí -terminó de comer y apartó el plato-. Para mí el juego es algo muy serio. Por eso tu columna simepre ha sido motivo de disputa, señor Byrne. Te burlas de mí.

-Eso hace que se venda más el periódico. Me doy cuenta de que tomas muy en serio tu juego, quizá demasiado en serio.

-Eso no es verdad.

-¿No lo es? -preguntó apoyando los codos en la mesa y acercándose más a la vela. La luz parpadeante suavizó sus rasgos, intensificando su masculinidad-. ¿Dónde están el esposo, los hijos, el hogar?

-Si yo fuera hombre, ¿me harías esas preguntas?

-Quizá no -reconoció-, pero... -su mirada se deslizó hasta el escote de su blusa blanca-. No eres un hombre.

Mientras comía, se olvidó de subir de vez en cuando el escote y ahora se había deslizado. Las sombras proyectadas por las la luz oscilante d ela vela daban un aspecto aterciopelado y misterioso al valle entre sus senos. Al sentirse amenazada por la mirada ardiente y por el giro que tomó la conversación, irguió un muro de defensa y volvió al tema anterior.

-Todo, incluso el éxito, trae una etiqueta con el precio. No es posible tenerlo todo.

-Algunos sí o lo tienen, pero tú no. Lo único que tienes es el tenis.

-Y puedo jugar muy bien -replicó irritada.

-De acuerdo, pero apuesto que si hicieras una encuesta entre los cronistas deportivos del sexo masculino y les preguntaras cuál es la principal contribución de Stephanie Corbett al tenis, no dirían: "Su revés" . Si fuesen sinceros, es más probable que respondieran: "Su trasero". Es sólo que yo tengo el valor de decir, o escribir, lo que piensan los demás.

-Eres incorregible -exclamó echando la silla hacia atrás.

-Eso me ham dicho todos, desde mi maestra en la guardería hasta Simon Cowell apenas esta mañana. Me dijo...¿Stephy? -Nicky se puso de pie y rodeó la mesa, todo en un solo movimiento-. ¿Qué sucede?

-Nada.

-Maldita sea -exclamó-, no me digas que no es nada. ¿Sientes dolor?

Ella respiró varias veces.

-A veces, cuando me muevo con demasiada rapidez, como ahora, me duele un poco.

-¿Necesitas tus pastillas para el dolor? -le preguntó oprimiendo la mano en la parte inerior de su abdomen-. Maldita sea, seiéntate. Yo iré a buscartelas.

-No, ya estoy mejor -cuando lo miró, su sonrisa era incierta, pero valerosa-. Se va tan pronto como llega. Ya estoy bien.

-¿Estás segura? -volvió a presionar su abdomen con los dedos.

Sólo estaba segura de una cosa, y era que si él no retiraba la mano, se le doblarían sus debilitadas rodillas y desearía besarlo.

-Estoy segura -replicó con voz apagada.

El estudió sus ojos, no muy seguro de si debía creerle, pero después retiró la mano y se apartó.

-Será mejor que subas a acostarte.

-Qué tontería, sólo ha sido una punzada.

-Las punzadas no hacen que tus labios estén tan pálidos.

-Por favor, apártate para que pueda despejar la mesa.

-De ninguna manera. Deja los platos hasta mañana por la mañana.

-Ni siquiera pensaría en ello. Tu abuela no me lo perdonaría.

Nicky se apartó, maldiciendo en voz baja.

-¿Con qué frecuencia sientes esas punzadas? -le preguntó mientras la seguía hacia el interior de la casa llevando la bandeja con los platos.

-Quizá una o dos veces al día. Realmente no es nada -llenó el fregadero con agua jabonosa, pero cada vez que trataba de moverse en cualquier dirección, tropezaba con él-. Está estorbando, Byrne. ¿Por qué no eres bueno y te vas a jugar? O a trabajar en tu novela.

Salió de la cocina, murmurando mientras cruzaba las habitaciones a oscuras. Reconocía el dolor cuando lo veía y Stephanie sentía dolor. ¿Creía que era lo bastante estúpidp para creerla?

-Mentira, eso no ha sido "punzada" -pensó en voz alta.

Ella trató de ignorar ese recordatorio de su enfermedad de la misma forma en la que ahora él ignoraba la inqietud que sentía en el cuerpo. No se atrevía a llamarlo por su nombre, pero, ¿qué otra cosa podría ser? Stephanie Corbett era lomás suave y cálido que él hubiera acariciado jamás, y le fue difícil retirar la mano de los pliegues de su falda. No sabía cómo logró evitar acariciar sus senos y ver si eran al tacto tan fantásticos como parecían.

Para apartar su mente de la fragancia de Stephanie y de lo mucho que deseaba volver a besarla, llevó la mesa al comedor y la instaló allí. Después colocó la lámpara, ajustando la pantalla para tener buena luz. Volvió a colocar encima la máquina de escribir y el montón de hojas de papel, acomodándolas hasta que todos los bordes quedaron tan rectos como la hoja de un cuchillo.
Comprobó la cinta de la máquina y se aseguró de tener a su alcance lápices y gomas de borrar. Después se quedó parado,contemplando la mesa.

-¿Qué haces?

El se dio la vuelta, Stephanie lo observaba curiosa desde la puerta.

-Me estoy preparando -respondió con un gesto avinagrado-. No se empieza a escribir sin prepararse para ello, ¿sabes?

-¿Sabías que ya no se usan las máquinas de escribir? -dijo un poco burlona-, ahora hay computadoras.

-Ja ja...muy graciosa, pero te recurdo que no planeamos este viaje, salimos con lo que traíamos puesto y por lo tanto dejé mi laptop en casa, así que...

-Bien, de acuerdo -retrocedió unos pasos como si hubiera provocado a una bestia salvaje enfurecida, lo que distaba muchi de ser verdad-. Me iré a la sala a leer.

-Bueno, pero no armes ningún alboroto, ¿quieres?

-No lo haré.

-¡Espera un momento! -la siguió cuando ella se dio la vuelta-. No era mi intención contestarte así. Es nuestra priemra noche aquí y creo que el campo me ha puesto nervioso.

-Aquí no se escuchan los ruidos de la ciudad.

-Algo por el estilo. ¡Ya sé! -chasqueó los dedos-. ¿Quieres que juguemos a las cartas? Estoy segurode que encontraré una baraja por aquí.

-Estoy cansada, Nicky, tal vez otra noche.

-¿Trivial? Idearemos nuestras propias preguntas y tú puedes elegir las categorías.

-Preferiría leer.

-Está bien, de acuerdo. Te ayudaré a elegir un libro.

Pero cuando pasó a su lado, ella lo detuvo tomándolo del brazo.

-Yo lo encontraré. Deja de darle largas al asunto, Byrne.

-¿Darle largas?

-Sí, como un niño a la hoa de irse a la cama. Esa novela no se escribirá sola.

-¿Eso es lo que piensas que estoy haciendo? ¿Buscar disculpas para no empezar a escribri mi libro?

-Exactamente.

-Vaya, no me sorprende que no te hayas casado -refunfuñó mientras regresaba al comedor-. ¿Quién desearía casarse contigo? No eres nada divertida; ni siquiera un poco.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:06 am

CAPITULO 11

Stephanie se dio cuenta de que empezaba a cabecear; al fin aceptó su derrota y dejó el libro en la mesa. Antes había retirado las cubiertas que protegían los muebles de la sala. Eran de madera de acre, no era la decoración que ella habría preferido, pero iban de acuerdo con el resto de la casa. Apagó la lámpara, reocgió sus sandalias del suelo y después cruzó el vestíbulo, Nicky se paseaba en el comedor, moviendo la cabeza y flexionando los músculos de los brazos. Había varios modelos de aviones de papel dispersos por el suelo y uno de ellos se estrelló en la cornisa de las cortinas.

-¿Cómo van las cosas? -se dirigió a la mesa, miró el papel que estaba en la máquina de escribir y leyó lo que había escrito-. "Capitulo uno". Qué interesante.

-Graciosa.

-Estás muy lejos de obtener un premio Pulitzer, Byrne.

-Y tú estás muy lejos de un Grand Slam.

Sus palabras extinguieron la lucecita burlona en los ojos de ella e hicieron que desapareciera su sonrisa.

-Tienes razón, estoy muy lejos.

Nicky empezó a maldecir, pasándose los dedos por el pelo.

-Lo siento. No quise decir eso... no pensé...no me refería a...

-Sé lo que quisiste decir y no me heriste. ¿Qué pasa con tus hombros?

-Nada.

-Te estremeces cada vez que te mueves.

-Creo que he trabajado demasiado con el rastrillo.

-¿De verdad? -con una mirada preocupada, se acercó a él y dejó caer las sandalias al suelo.

Levantó las manos y las apoyó en sus hombros, le apretó ligeramente los múasculos, hasta que él gritó.

-Ay, maldita sea, ya me duelen bastante sin que tú claves en ellos los dedos de esa manera.

-Estás tan irritable como un oso viejo.

-¿Ah, si? Pues así es como me siento. La primera mañana después de hibernar.

-Vamos arriba. Te daré un masaje con lago que nunca me falla.

Volvió a recoger sus sandalias y él apagó la lámpara y juntos subieron por la escalera.

-¿Qué clase de cosa es? -preguntó cauteloso.

-Una loción. La inventó un especialista en lesiones deportivas. Está garantizada, hace desaparecer cualquier rigidez e hinchazón.

Ella iba varios pasos delante de él. Nicky se apoderó del borde de su falda y la obligó a detenerse. Ella se dio la vuelta, inquisitiva.

-Si me garantizas que hace eso-dijo él con voz lenta-, debes prometerme que no me la frotarás en ninguna parte que no haya autorizado primero
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:11 am

CAPITULO 12

Stephanie le dirigió una mirada tranquila, soltó la falda de su mano y siguió subiendo despreocupada por la escalera. Depués de sacra el frasco de loción de su bolso de lona, se dirigió al dormitorio de Nicky y llamó a la puerta.

-Adelante.

Entró... justo cuando él se estaba quitando la camiseta. Con los brazos extendidos sobre la cabeza y parado debajo de la lámpara, le ofreció a Stephanie una perspectiva ilimitada de cu cuerpo; los anchos hombros, el pecho, el torso esbelto, las caderas estrechas y la pierna cubierta de cicatrices. ¿La pierna cubierta de cicatrices?
Él terminó de quitarse la camiseta y al bajar los brazos, la sorprendió contemplando sus cicatrices pùrpura que entrecruzaban su espinilla izquierda. Hizo una bola con la camiseta y la arrojó hacia un sillón.

-No es muy cortás quedarte mirando así.

Su propensión a discutir se duplicó cuando ella entró en la habitación. Podía percibir la insolencia en su voz, su exagerado sarcasmo. Quizá por accidente tropezó con un punto vulnerable de Byrne, pero sería absurdo fingir que no había visto las cicatrices. Incluso si pudiera representar un acto así, él no lo creería y le molestaría su intento. Su curiosidad no era morbosa, era de preocupacón sincera. No había una forma mejor de enfrentar a la situación que hablar con franqueza.

-¿Qué te pasó en la pierna, Nicky?

-Una fractura.

Era peor de lo que ella creía y ni siquiera disimuló su mueca.

_¿Cómo sucedió?

-Un accidente cuando practicaba esquí acuático.

-¿Cuando?

-Hace mucho tiempo -respondió con una mezcla de amargura y tristeza, acercándose a ella, que no dejó de contemplar la pierna cubierta de cicatrices. Nicky colocó un dedo debajo de su barbilla y la levantó.

-Si sigues mirándome boquiabierta, vas a hacer que me acompleje.

-Lo siento -dijo ella con sinceridad-. Es solo que toda la noche llevaste pantalón corto y no vi las cicatrices hasta ahora -estaba oscuro en la terraza y él tenía las piernas debajo de la mesa mientras cenaban-. Fue una sorpresa, eso es todo. No estaba preparada, no lo esperaba.

-A la mayoría de las mujeres esa pierna les parece muy atractiva.

Ahora que ella ya lo había visto, quería bromear para disipar su conmoción. De acuerdo, le seguiría el juego por el momento y después pensaría en esa herida cicatrizada, pero que seguía siendo un punto sensible del cronista deportivo aparentemente invencible.

-Oh, si es atractiva -replicó con una pícara sonrisa-. Diabólicamente atractiva, casi tanto como el vello del pecho.

-¿No estás mintiendo?

-No miento, se me hace agua la boca.

-Mmm

Nicky clavó la mirada en los labios de ella, de una manera tan intensa y provocativa como sus acerbas palabras, pero de una forma muy diferente, y Stephanie sintió que el estómago le daba un vuelco. Antes de verse irremediablemente atrapada por su mirada, que parecía atraerla hacia él como un poderoso imán, se dio la vuelta y empezó a sacudir el frasco de loción con fuerza.

-¿Dónde quieres que te frote esto?

-No lo sé -respondió él en voz baja-. ¿Cuánto vamos a conocernos unos al otro?

Se dio la vuelta para encontrarlo parado muy cerca de ella, contemplando su cuello mientras jugaba con el extremo de su trenza y al acariciar entre los dedos los sedosos mechones murmuró:

-Allí hay una silla. O en la cama.

-¿Quieres que te dé un masaje o no? -le apartó la mano.

-Sí quiero.

-Entonces siéntate y déjame hacerlo.

-Creo que eso significa que será la silla -dijo él en un tono seco, tratando de no sonreír. Retiró la silla del escritorio y se sentó a horcajadas, cruzando los brazos en el respaldo-. Aquí me tienes.

Stephanie se colocó detrás de él. Vació una poca de loción en la palma de su mano y después la frotó contra la otra. Sin embargo, cuando llegó el momento de tocarlo, titubeó. Él tenía la barbilla apoyada en las manos, pero el titubeo de ella lo hizo volver la cabeza.

-¿Qué sucede?

-Nada.

-Eso no me quemará ni nada por el estilo, ¿verdad?

-¿Tienes miedo?

-Cuando se trata de mi pellejo, podrías apostar que sí.

-¿Crees que me la frotaría en las manos si quemara? -preguntó mordaz.

-No lo sé. Tal vez sí. He escrito algunas cosas terribles acerca de tí y quizá sería tu forma de vengarte.

-Y vaya que te lo mereces.

La conversación le dio tiempo para armarse de valor. Apoyó las manos en sus hombros desnudos y empezó a frotarle la loción.

-Mmm -gimió él complacido después de un momento-. No está mal.

-Gracias. He tenido mucha práctica.

-¿Con quién?

-Con otros jugadores durante las giras.

-¿Hombres?

-A veces.

-¿Oh sí? ¿Habrá aquí material para una columna? ¿"Libertinaje en los vestuarios"?

-Sería algo típico de ti. Vulgar, mezquino, ruin.

-¿"Galanteos en las canchas de tenis"?

-Vaya un titular desagradable.

-¿"Raquetas y romance"?

Las pecas que salpicaban el borde de sus hombros eran adorables y parecían suplicar un beso. La piel bajo los dedos de Stephanie estab tensa y eran flexibles los músculos. Quería deslizar las manos por sus costados y sobre el tórax. El vello debajo de las axilas la intrigaba. Deslizó la mirada a lo largo de la columna hasta la pretina del pantalón corto. Su curiosidad no quedó satisfecha con el simple hecho de tocarlo, sólo se intensificó.

-Y bien, ¿qué te parece? -Nicky tenía la boca oprimida contra las manos así que faurfulló las palabras. El masaje empezaba a adormecerlo y tenía los ojos cerrados. Para un tipo rudo, tenía unas pestañas muy tupidas.

-¿Qué me parece qué?

-Eso del romance. ¿Alguna vez usaste tu raqueta para desalentar a los Romeos del circuito?

-Jamás.

-No es tu estilo, ¿verdad?

-¿Y cuál es mi estilo? -preguntó ella.

-Dirigirle a un pretendiente indeseable una de tus miradas frías y condescendientes. Eso congelaría hasta los huesos de cualquier hombre.

-Pues hasta ahora no me han dado resultado contigo, Byrne.

-Como te he dicho, soy incorregible. Si hubiese aceptado el primer no de cada mujer como algo decisivo, aún sería virgen -suspiró-. Sigue así, Stephanie y quizá te salgas con la tuya conmigo.

-No te hagas el difícil.

Aún cuando no abrió los ojos, se arrugaron en el rabillo cuando sonrió. Sus cejas eran tan tupidas como sus pestañas. Eran las cejas de un hombre íntegro, a pesar de que el calificativo de íntegro jamás se lo habría aplicado a Nicky Byrne. No hasta el dá anterior, cuando por respeto a su dilema, dejó que lo despidieran del tribune. ¿No era eso una señal de que debajo de ese aspecto superficial de hombre rudo había uno de honor?.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:14 am

CAPITULO 13

También dame masaje en los brazos.

-Mis dedos empiezan a cansarse -se quejó ella-. Este negocio de los masajes es un trabajo duro.

-Venga, hazlo.

Su queja fue sincera,pues experimentaba tanto placer como él con el masaje. Sus bíceps eran tan firmes como manzanas verdes, y muy bien modelados. Los apretó con fuerza,observando las profundas huellas que dejaban sus dedos en la carne. Cuando los separaba, en la piel bronceada quedaban unas marcas blancas. El gruñó con un placer animal.

-Me acusaste de haberme equivocado de profesión -declaró-. Creo que acabo de saber lo que tú debiste ser.

Stephanie comprendió que Nicky no era el único estimulado por el masaje. Se acercó más a él, hasta que la parte media de su cuerpo rozaba ligeramente la espalda de él con cada movimiento de sus manos, pero al darse cuenta de ello, se retiró de inmediato.

-Eso es todo lo que puedo hacer -declaró, añadiendo en silencio: "sin ponerme en ridículo".

De mala gana él levantó la cabeza y giró sobre la silla hasta quedar correctamente sentado. Separó las rodillas, rodeó la cintura de ella con sus manos y la colocó entre sus piernas.

-¿Byrne? -dijo ella sin aliento.

-¿Mmm?

-¿Qué estamos haciendo?

-¿Haciendo? Nada -volvió a apoyar su mano en el abdomen de Stephanie, con los dedos apuntando hacia sus senos-. ¿Ya no te duele?

Incapáz de hablar, movió la cabeza negando.

-¿Estás segura? -apoyó los dedos con suavidad sobre el vientre y después disminuyó la presión.

-Segura.

-Bien -estuvo observando el movimiento de su propia mano,pero deslizó la mirada por su cuerpo hasta detenerla en los ojos de ella.

-Me lo dirías, ¿no es cierto?

Disfrazó su petición en forma de una pregunta cortés.

-Sí, te lo diría.

Con los ojos fijos en los de ella, deslizó su mano por el centro del cuerpo de Stephanie hasta que la apoyó en su corazón, que latía acelerado.

-Hueles bien -se acercó, rozando sus senos con la naríz-. ¿Dónde encontraste el perfume?

-Traje el mío -Stephanie apenas podía pronunciar las palabras mientras él movía la cabeza de un lado a otro de su cuerpo y su mano percibía cada uno de los apresurados latidos de su corazón.

-Me gusta.

-Gracias.

-De nada.

Se estremeció cuando los labios de Nicky rozaron la piel desnuda de su pecho,justo arriba del escote de la blusa. Mientras se apartaba de la silla siguió besándola hasta llegar a la garganta. Cuando estuvo de pie, con los pies aún separados, le rodeó la cintura con un brazo y la acercó a él. Cubrió su boca con sus labios y su mano se curvó en un seno.

-¿Byrne?...

-Nicky.

-¿Nicky?...

-Déjate llevar, Stephy.

Entreabrió los labios y ella hizo lo mismo. Cuando volvió a besarla, sus lenguas se encontraron y los dos dejaron escapar un lento sonido satisfecho y a la vez hambriento. La boca de él era tan cálida y posesiva como la mano sobre su seno, que se modelaba suavemente entre sus dedos. El pezón se endureció con los movimientos indolentes de su pulgar. Bajó la cabeza y lo besó a través de la blusa, dejando una mancha húmeda en la tela. Cuando la miró al levantar la cabeza, moldeó la tela húmeda alrededor del pezón hasta que quedó delineado y visible.
Sus fosas nasales se ensancharon y murmuró palabras irreverentes, excitándola. Cuando volvió a besarla en los labios, lo hizo con un beso más profundo y urgente.

-Stephy, no te preocupes,pequeña -jadeó-, eres lo bastante mujer para cualquier hombre.

Cuando captó sus palabras, Stephanie se sintió invadida de un fuego diferente. Separó su boca de la de él y al empujarlo lo arrojó al duro suelo de madera.

-¡Así que era eso! -ardía en cólera, más enojada de lo que nunca se había sentido en toda su vida, más que por una falta injusta o una mala jugada-. Por eso eres tan amable conmigo. A eso se reducen todas las insinuaciones sexuales y todas las caricias. Sientes lástima de mí.

-¿Qué dices? -Nicky parpadeó tratando de concentrar la mirada-. ¿De qué diablos hablas?

-Tu bondad y tu preocupación, tu desprendida invitación para que compartiera contigo este refugio rural, tus halagos y tus solapados engaños -con los dientes apretados, se golpeó los muslos con las manos-. Oh, Dios, no puedo creer que haya sido tan tonta para dejarme engañar por todo eso.

-¿A qué viene ese ataque?

La miraba sombrío, obviamente nada complacido por la interrupción. Pero su cólera ni siquiera se aproximaba a la de ella.

-No necesito tu compasión, señor Byrne -exclamó acalorada.

-¿Compasión? La compasión no ha desatado esto.

-Entonces, si lo que te motivó no fue la compasión, eres todavía más despreciable. Eres un manipulador. Pensaste que sería fácil llevarme a la cama porque tengo pánico.

El pronunció una serie de maldiciones de lo más creativas. Apuntándola con el dedo, afirmó.

-Tú deberías escribir la novela. Tienes la imaginación necesaria.

Stephanie recorría enfurecida la habitación.

-Y mientras lo intentabas, pensaste que me ablandarías y me harías hablar de todos los aspectos privados de mi vida. Después, cuando regresáramos a Dublín,planeabas escribir una historia realmente impactante que volvería a congraciarte con tu jefe, que aumentaría las ventas del periódico y que dejaría pasmado al competidor que se te adelantó con la historia, porque tú tendrías la verdadera.

-No puedo creerlo -todavía sentado en el suelo, él se rió en voz baja, moviendo la cabeza.

-Permíteme decirte algo -se irguió estremecida de furia-. No necesito a un hombre de Neandertal como tú para que me devuelva la fe en mi femeneidad. Incluso si el cirujano tiene que extrirparme todo, seré más mujer de lo que tú eres hombre. Un verdadero hombre no recurre al truco más bajo y más solapado para convencer a una mujer de que se acueste con él.

-Eso es la sarta de mentiras más grande que he oído en mucho tiempo -se puso de pie y quedaron parados frente a frente-.No estoy dispuesto a honrarlas con un comentario, y mucho menos con una negación.

-No importa lo que dijeras ahora, yo no te creería.

-Por eso no desperdiciaré mi aliento.

-Eres un embustero y un timador, y lo que escribes apesta. Tu columna es un chiste. ¡Me enferma estar contigo, y he comido mejores carnes! -se echó la trenza a la espalda y aspiró tratando de calmarse-. Quiero irme. Ahora mismo. Llévame de regreso a Dublín.

-Olvídalo.

-He dicho ahora.

-Y yo digo que no. Puedes quedarte aquí y encolerizarte toda la noche si así lo deseas, pero yo he hecho el trabajo de diez hombres. Estoy cansado y me iré a la cama.

Se desabrochó el pantalón y lo dejó caer al suelo; después se quitó el calzoncillo y con toda despreocupación se dirigió a la cama, apartó las mantas, apagó la luz y se metió en la cama.

-Buenas noches.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:17 am

CAPITULO 14

A la mañana siguiente Stephanie estaba sentada frente a la mesa de la cocina cuando él entró, bostezando y rascándose el indolente pecho desnudo.

-Ah, café, que bien -sacó una taza del armario y la llenó; después se apoyó en el fregadero para beberlo-. Ya veo que has hecho tus maletas -con una expresión divertida, señaló el bolso de lona que ella llevó el día anterior.

Estaba recostado contra la silla y ella llevaba puesta su propia ropa. Estaba sucia, pero tenía un aire de superioridad.

-¿Has dormido bien? -le preguntó él con toda inocencia.

-No.

-Vaya, lo siento. Yo he dormido mejor que en meses, quizá en años. ¿Cual fue tu problema, una cama demasiado blanda?.

-Creo que debería agradecerte que te hayas puesto un pantalón corto antes de bajar- le dijo con una mirada helada. Era todo lo que llevaba puesto, pero era más de lo que llevaba la última vez que lo vio.

-A decir verdad, me agrada tomarme mi primera taza de café por la mañana totalmente desnudo, así que el pantalón corto es una verdadera concesión en tu honor -le hizo una rápida reverencia.

-Vete al infierno.

-Vamos, Stephy -se rió-,anímate. Si vamos a quedarnos aquí juntos...

-No lo haremos. Yo regresaré a Dublín. Si no me llevas, tomaré un autobús.

-No hay ningún autobús.

-Entonces le pediré a alguien que me lleve.

-Y yo pagaré por ver eso.

-Encontraré la forma de volver a casa -gritó ella.

-¿Aún sigues enojada conmigo? Escucha, sabes que todo lo que dijiste anoche son tonterías. Todo eso de que te tengo lástima y de que te traje aquí sólo para acostarme contigo cuando te encuentras en un estado mental vulnerable, es pura bazofia.

-¿Lo es? No lo creo.

-Debes creerme,pequeña, la única razón por la cual beso a una mujer es porque quiero hacerlo. Mi compasión nunca ha llegado tan lejos.

-Ayer me aseguraste que nuestro convenio sería platónico, que no tenías en mente una escena de seducción.

-De acuerdo, mentí, pero fue una mentira pequeña -ella no correspondió a su tranquila sonrisa, así que él ladeó la cabeza y la miró-. Creo que estás más enojada contigo que conmigo.

-¿Por qué debería estar enojada conmigo misma?

La sonrisa de él era egoísta y conocedora.

-No querías disfrutar al besarme,pero lo hiciste.

-Tú... tú...

-No es necesario que te enojes, yo también lo disfruté -declaró alzando las manos impotente-. No lo disimule muy bien. ¿verdad?

-No sé de qué me hablas -replicó ella desviando la mirada.

-Vaya que sí lo sabes. Verás, Stephy, eso es lo que le sucede a un hombre cuando acaricia los senos de una mujer. Incluso besarlos a través de su blusa es algo de lo más escitante -bajó la voz-. Y no me habría sido tan fácil encontrar tu pezón a través de la blusa si no hubieses estado tan excitada como yo. Entonces,¿qué piensas hacer, pegarme un tiro por comportarme y reaccionar de una forma normal? Entonces tú también deberías hacer lo mismo. Es lo más justo.

Le ardían las mejillas y todo su cuerpo se estremeció. Las palabras de Nicky evocaron sensaciones que ella quería olvidar. Pero después de luchar sin éxito toda la noche, no era probable que se desvanecieran, sobre todo cuando él revivía la hoguera de sus recuerdos.

-Quiero irme a casa -dijo obstinada-. Ayer preparaste un buen espectáculo, pero me trajiste aquí por motivos egoístas.

-No, Stephy, ese no es el motivo de tu cólera -dejó la taza vacía en el mueble y se acercó a ella-. Ni siquiera estás enojada porque me desnudé delante de tí.

Ella trató de alejarse, hasta encontrarse apunto de caerse de la silla.

-Por supuesto que estoy enojada por eso.

-Entonces, ¿por qué no usaste el automóvil para regresar a Dublín?

-¡Pensé en ello!

-¿Y bien?

-Ya era tarde -dijo, esperando que él no se diera cuenta de que se estaba aferrando a un clavo ardiendo.

Lo cierto era que no pensó en irse. Después de verlo desnudo,sólo pensó en alejarse antes de cometer una tontería,como seguirlo a la cama. Se fue a su habitación y se quedó allí rígida, temiendo moverse y cometer un acto lamentable.Peiro bien pudo hacerlo, al ver la actitud jactanciosa de él esa mañana.

Si era así de arrogante cuando ella se resistía, no quería imaginarse lo detestable que sería si cedía. No soportaba pensar en ello. Pero él esperaba una respuesta lógica, así que dijo lo primero que pensó.

-No estaba segura de encontrar el camino de regreso a la carretera entre estos caminos rurales.

-Entiendo -la miró complacido, dándole a entender que sabíaque mentía. Apoyó los brazos en la mesa y se acercó a ella-. Te altersate porque lo de anoche te recordó lo sucedido en Estocolmo.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:21 am

CAPITULO 15

Si lo que se proponía era desconcertarla, lo había logrado. Intentó varias veces en vano hablar, abriendo y cerrando la boca como el muñeco de un ventrílocuo con laringitis.Al fin logró decir con voz ronca:

-No creí que lo recordaras.

-Pues sí lo recuerdo.

-Estabas ebrio.

-No tanto.

Se alejó de la silla y pasó debajo de sus brazos,que la tenían prisionera.
La cafetera tembló en su mano cuando volvió a llenar su taza. Bebió un poco de café para recobrar las fuerzas y fijar los ojos en algo que no fuera el destello de triunfo en los ojos de Nicky. El pensó en tomarla desprevenida y lo hizo. La única forma de salvar las apariencias era enfrentarse a él con todo descaro así que adoptó un aire altanero e indiferente.

-Lo de Estocolmo sucedió hace mucho tiempo, Byrne. Diez u once años,por el amor de Dios. Y no fue nada importante.

-¿Oh, no? -se sentó en una silla de la cocina, extendiendo las piernas y cruzándolas a la altura de los tobillos,con los pies descalzos-. El alboroto que se armó allá convirtió la fiesta en una de las mejores a las que he asistido.

-Te colaste en ella.

-Verás -se rió él-, eso es lo maravilloso de colarse en una fiesta. Así puedes elegir las mejores y asistir a ellas.

-Tú y tus amigos sobornaron...

-Convencimos.

-...a alguien para que los dejara entrar. Molestaron...

-Divertimos.

-...a todos. Los anfitriones estaban muy mortificados.

-...divertidos.

-Ya veo que nuestros recuerdos son diferentes -suspiró molesta.

-Lo reconozco.Mi grupo animó mucho la fiesta.

-Eso sí debo reconocerlo -le dolían las labios al tratar de no reír-. Hasta que aparecieron, era una fiesta aburrida y pomposa.

-Después de que se calmó un poco el alboroto que hicimos, mi bien entrenado sistema de radar descubrió a la mujer más guapa que había allí -su mirada tropezó con la de ella, igual que en el salón de baile de un palacio sueco hacía muchos años-. Tú.

-Gracias. Pero también era la más joven.

-Yo también era joven -comentó él recordando-. No me daba cuenta de lo joven que era. Eso fue antes de obtener el trabajo en el Herald. Entonces trabajaba para un servicio de noticias, cubriendo los deportes. Mi pierna... -movió la cabeza para alejar ese infortunado pensamiento-. Disfruté mucho, conviviendo con todas las celebridades de los deportes, codeándome con la realeza, asistiendo a fiestas,comiendo y bebiendo gratis.

-Y cortejando mujeres gratis.

-El trabajo definitivamente tenía sus ventajas -le dirigió una sonrisa de lo más incorregible.

-Yo era tan ingenua -dijo ella en un tono reflexivo que fue un eco del de Nicky-. Era mi primer año en la gira y nadie me advirtió nada acerca de los lobos predadores de los medios de comunicación,como tú.

-Eso fue un golpe de buena suerte para mí.

Stephanie prestó atención y declaró enfática:

-No sucedió nada.

-No es así como yo lo recuerdo.

-De acuerdo, bailamos. Alejaste a mi pareja con mucha descortesía.

-Después de que tú me dirigiste esa ardiente mirada invitadora.

-¿Ardiente? ¿Invitadora? Vaya, tienes muy mala memoria.

-Y no me interpuse,sólo aparté a tu pareja. Además, su forma de bailar me recordaba a un ganso agitando las alas.

Ella sonrió al recordar a su pareja y al oír la descripción tan poco halagadora, pero exacta de Nicky.

-No, no sabía bailar muy bien.

Pero Nicky sí sabía. Oh, vaya si sabía. Ignoró a las parejas que giraban a su alrededor en la pista y la atrajo hacia sus brazos.

"Hola"

Fue todo lo que dijo. Pero había algo cautivador en la forma en la que lo dijo, con voz baja y confiada, como si estuviesen en un lugar remoto y no en in inmenso salón de baile, desbordante de risas y con una ensordecedora música rock. La hipnotizó con su tono de voz y con la forma posesiva en que sus manos se apoderaron de su cintura, acercando sus ondulantes caderas en su cuerpo.
Él era todo lo que ella no; sofisticado, engreído, seguro de sí, arrogante e indisciplinado. Parecía dispuestoa disfrutar de la vida, a hacer amigos y a divertirse.
Ella no pensaba en nada que no fuera el tenis. Su compañero constante era Presley Foster. Sus conversaciones giraban exclusivamente alrededor del tenis y de lo dura que era la competencia y de lo lejos que debía llegar ella para ganar dinero. Disciplinada hasta la exageración, era raro que asistiera a una fiesta y se divirtiera.
El atractivo cronista deportivo era fascinante...y peligroso. Bailaba lo bastante cerca para que ella sintiera su aliento sobre la cara. La abrazaba de una forma nada decorosa, dirigiéndole miradas sugestivas y moviendo el cuerpo frente al de ella con flagerante simbolismo. Logró que la delicada y disciplinada Stephanie Corbett se sintiera deliciosamente temeraria.

-Y después de bailar, me acompañaste al piso de arriba.

-Estás soñando, Byrne -Stephanie deseaba que su voz sonara más fuerte, más burlona, pero en vez de eso sonaba ronca y emotiva-. Salí al jardín y tú me seguiste.

-Huiste.

-¡Necesitaba aire!

-¡Estabas muy asustada!

Estaba asustada. Asustada de él y de sus propias reacciones. Asustada del despertar sexual que él desató. Asustada porque por primera vez en muchos años,lo último que pasaba por su mente era el tenis.

-Creo que ahora me recordarás, de una forma poco elegante, que me besaste.

-Tú me devolviste el beso -dijo Nicky sin desviar la mirada.

-Fue...agradable -declaró después de aclararse la garganta y con un gesto despreocupado.

-Yo diría lo mismo. Terriblemente agradable. Agradable y húmedo, ardiente y sensual.

-Muy bien -estalló ella- nos besamos.

-Fue un beso apasionado.

-Sí,lo fue.

-Y yo introduje la mano dentro de tu vestido. Te acaricié.

-Fue algo vergonzoso -murmuró ella.

-¿Lo fue? -se irguió y se puso de pie y no dejó de moverse hasta que la acorraló contra el mueble de la cocina-. Eras tan suave y dulce, Stefy. Y tu corazón latía apresurado; lo mismo que anoche -apoyó la mano en su pecho-. Lo mismo que ahora.

-Pero no sucedió nada.

-Porque Presley Foster se echó sobre mí y me amenazó con castrarme si no te quitaba las manos de encima.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:25 am

CAPITULO 16

Stephanie sepultó la cara entre las manos, volviendo a vivir la vergüenza que sintió en ese momento de su vida. Quería que la tierra se la tragara, para no ver la mirada de censura de su entrenador, la sonrisa desdeñosa de Nicky, ni sentirse tan humillada.

-Presley hacía lo que creía que era mejor para mí -protestó sintiéndose desgraciada-. Me protegía para que nadie me hiriera.

-¿Te acostabas con él?

Bajó las manos y miró a Nicky horrorizada, con la cara pálida.

-¿Estás loco?

-¿Lo hacías?

-¡No! -tragó saliva,pensativa-. ¿Es eso lo que has pensado durante todo este tiempo, que yo me acostaba con mi entrenador?

-Eso me pasó por la mente.

-Estás enfermo.

-Sólo soy realista -movió la cabeza apesadumbrado-. He sabido de relaciones más extrañas.

-Entonces frecuentas a gente que no quisiera conocer jamás.

-No lo dudo.

Mirando al espacio, trató de ordenar sus pensamientos.

-Pues bien, esta conversación explica muchas cosas. No me sorprende que me atacaras en tu columna. O bien me tomaste por una prostituta con un amante más viejo que su padre, o soy la que logró escapar de ti. De cualquier forma, tu extraordinario ego no pudo soportar que esa noche prefiriera a Presley y no a ti, así que en venganza me hiciste pedazos en tu columna.

-Una cosa no tiene nada que ver con la otra.

-Podría apostarlo -exclamó ella con amargura.

El la tomó del brazo.

-Pasaron años antes que relacionara a la campeona Stephanie Corbett con la jovencita de grandes ojos que conocí en una fiesta en Estocolmo.

-Y cuando lo hiciste, apuesto a que te reíste mucho -encolerizada,desprendió su brazo de la mano de él.

-En realidad no -dijo sorprendiéndola-. Cuando pienso en esa noche lo hago conmovido, no burlándome.¿Quieres conocer uno de mis secretos más profundos y tenebrosos? Incluso si Foster no lo hubiera impedido, dudo que hubiera llegado más lejos.

-¿Por qué no?

-Eras muy joven. Muy inocente y pura. Y yo..., bueno, no lo era.

Se sintió casi hipnotizada por la tristeza de su voz. Sin embargo, en una fracción de segundo entrecerró los ojos y preguntó desconfiada.

-Si sabías que era inocente y pura, ¿por qué me preguntaste si me acostaba con Presley?

-Oh, sabía que entonces no lo hacías. En Estocolmo aún eras virgen, ¿no es cierto? -ella abrió la boca para hablar,pero una vez más descubrió que estaba demasiado asombrada para hacerlo-. Pero quería saber si alguna vez te acostaste con él y si aún seguías enamorada. Ahora sé que no lo hiciste y que no lo estás.

Stephanie se llevó las manos a las caderas y lo miró enfurecida.

-Eres un maldito bribón, solapado y falso...

-Antes de que inicies otra ronda de insultos, ¿podrías prepararme algo de desayunar? Este aire del campo me ha abierto el apetito.

-¿Prepárate el desayuno? -habló a gritos.

-Fue parte del trato, ¿recuerdas? Tú cocinas y yo...

-Ya no hay trato, Byrne.¿Qué te hace pensar que me quedaré aquí?

-¿Por qué ahora es diferente de ayer, cuando aceptaste?

Por una parte lo sucedido anoche, pensó ella. Y por otra, su conversación reminiscente de una experiencia compartida que ella esperaba que él habría olvidado. Sin embargo, no mencionaría esas razones.

-Ya ha pasado mucho tiempo. Esto no dará resultado y uno de los dos acabará por asesinar al otro.

-Una vez más estás mostrando un verdadero destello de creatividad, Stephy. Si llego a sufrir el bloqueo del escritor, primero te consultaré -inspeccionó el refrigerador-. Por el momento me bastará con jugo, pan tostado y café. Más tarde, cuando vayamos a la tienda, recuérdame que compre tocino y huevos.

-¿Byrne?

-¿Qué? -pregunto dándose la vuelta-. Y para tu información no tienes que gritar. No estoy sordo.

-No pienso quedarme.

La estudió un momento, convertido en la imagen de la exasperación.

-Bien, las llaves del automóvil están en la mesa del vestíbulo. Pero antes de irte, piensa en esto -alzó el dedo índice-. Uno. Tu edificio quizá aún está rodeado por los periodistas. El público desea saber si lucharás o no por el Grand Slam. ¿Jugarás o no Wimbledon dentro de tres semanas? ¿Te someterás o no a una intervención quirúrgica inmediata? ¿Cuales son las consecuencias si no lo haces? ¿Cuál es el pronóstico si lo haces?¿Puedes responder a esas preguntas? No,porque aún no las tienes. ¿Qué mejor lugar para encontrar algunas respuestas que la paz y la tranquilidad del campo,lejos de los sabuesos de las noticias y de los consejeros no solicitados?

Después levantó otro dedo.

-Dos. Tienes el aspecto de necesitar unas vacaciones; aún tienes esas ojeras tan poco atractivas -el dedo anular se unió a los otros dos-. Tres. me despidieron por tu culpa.Lo menos que puedes hacer es preparar algunas comidas para mí mientras yo trato de hacer el borrador de mi novela. Si logro que la publiquen, quizá sea la única esperanza que tengo de mantenerme en el futuro -levantó el dedo meñique- Y cuanto, nada me enfurece más que alguien que no cumple su palabra.

Sus razones tenían sentido, sobre todo la primera, pero Stephanie lo miró rebelde, aún no dispuesta a rendirse incondicionalmente.

-Necesito practicar. ¿Te das cuenta de que me entumiré si no juego al tenis por lo menos una vez al día?

-Es un punto válido -consideró las alternativas-. Cuando vayamos al pueblo, visitaremos la escuela pública. Si la memoria no me falla, hay una cancha de tenis y puesto que soy la única persona famosa o casi famosa por aquí -añadió con una mueca engreída-, creo que podré obtener el permiso de usarla.

-Si puedes hacerlo, me quedaré.

-Gracias a Dios que ya está todo arreglado -murmuró, sirviéndose otra taza de café-. Estaré en el comedor, escribiendo, así que puedes llevarme allí el jugo y el pan tostado. Me gusta ligeramente dorado y con mucha mantequilla.

-¿El jugo o el pan tostado?

Casi había llegado a la puerta cuando se volvió para advertirla.

-Trata de no hacer mucho ruido, pues podrías distraerme.

Stephanie se sintió tentada a alcanzarlo y de darle una patada en el trasero,pero no lo hizo
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:28 am

CAPITULO 17

Una noche a la hora de la cena Stephanie le comentó satisfecha que habían sido unos días felices. Nicky le dirigió una mirada de censura.

Nunca serás escritora si usas esa clase de frases trilladas.

A pesar de su broma,era el calificativo más adecuado para esos días. Ella se despertaba temprano y se afanaba en el jardín. La menta empezaba a medrar y desyerbó los arriates de vincapervinca, que ahora florecían profundamente en tonos rosa y púrpura frente a la casa.

En uno de sus viajes al pueblo, compró un paquete de semillas; las sembró y ya empezaban a brotar. Disfrutaba al ver crecer los vibrantes tallos verdes en la fértil tierra y sentía no estar allí cuando empezaran a florecer.
Nicky se levantaba tarde y malhumorado. Cada mañana entraba en la cocina y se servía el café preparado por ella; necesitaba por lo menos tres tazas para convertirse en un ser civilizado. Después se iba al comedor a trabajaren su novela y más tarde ella le llevaba pan tostado o cereales, pero casi siempre que se asomaba en silencio veía que todo seguía en la bandeja, sin que él lo hubiera tocado.
Después de la comida Nicky regresaba a su máquina de escribir y Stephanie dormía una siesta o leía. Evitaba pensar en su enfermedad o en lo que haría. Era el propósito de su estancia allí, pero no se decidía a meditar en su decisión.
Al anochecer se dirigían a los terrenos de la escuela y jugaban al tenis,vestidos con pantalones cortos que compraron en la única tienda del pueblo, donde también compraron más ropa. Stephanie pensó que su nuevo guardarropa no tenía más mérito que el de cubrirla decentemente, pero disfrutómás haciendo esas compras con Nicky, que cuando hacía compras extravagantes. Paseaba por el campo disfrutando del fresco al anochecer, se sentaban juntos en el columpio, o bien jugaban a las cartas en la terraza. Nicky siempre hacía trampas y se enfurruñaba cuando no ganaba, culpando de sus pérdidas a todo, desde la mala luz de la terraza hasta el alboroto de las cigarras entre los árboles.
Una noche apartó las cartas con un gesto de disgusto y dijo:

-Vamos a jugar al poker de prendas y quien pierda se quitará la ropa.

-Eres un mal perdedor -dijo Stephanie, recogiendo su montón de cerillas.

-En ese juego no me importaría perder.

Estaba apoyado en uno de los postes que sostenían el techo de la terraza, moviendo perezoso la pierna de un lado a otro. Incluso bajo la ténue luz Stephanie podía ver la intensidad de su mirada y comprendió que ya no bromeaba.
Con manos torpes, barajó y repartió las cartas.

-Quizá si trataras de jugar limpio en vez de hacer trampas, ganarías.

Ignoró su sugerenciay el fuego que ardía en sus ojos, pues eso podríaser peligroso. Desde que aceptó quedarse a solas con él siempre estuvo muy cerca de la llama y hasta entonces solo se había chamuscado, no quemado. Quería que las cosas siguieran así. Entre Nicky y ella existían corrientes ocultas a las que no podía enfrentarse y era más sencillo fingir que no estaban allí.

Una tarde compraron una edición del Herald en la tienda. Stephanie se quedó abrumada cuando leyó que la página deportiva. Una de sus rivales había ganado el torneo.

-Dicen que podría reemplazarme -le comentó con tristeza a Nicky.

-¿Ya estás preparada para regresar y enfrentarte a las consecuencias?

Levantó la cabeza y lo miróa los ojos un momento, y vio en ellos la misma renuencia que sintió ella al escuchar su sugerencia.

-No, todavía no.

-Yo tampoco -incapaz de disimular su alivio, Nicky le quitó de las manos el periódico con un ademán juguetón. Después de leer un momento, le dijo.

-Mira, aquí hay una carta de un lector, dirigida al editor, preguntando por mí.

-¿Y cual es la respuesta de la gerencia?

-Que estoy disfrutando de "una semanas de descanso".

-No hablan claro o dicen que te despidieron -manifestó ella, leyendo-. Eso significa que quieren que regreses. ¿No deberías llamarlos?

-De ninguna manera -dobló el periódico y lo apartó-. Dejaré que Cowell sude un poco.

A la mañana siguiente, el cartero le entregó una carta a Stephanie cuando trabajaba en los arriates. Iba dirigida a Nicky. Se secó las manos en el pantalón y entró en la casa.

-Odio molestarte, pero acaba de llegar una carta -entró en el comedor y vio, no por primera vez, que Nicky mecanografiaba sólo con los dedos índices.

Nicky terminó la frase, sacó la hoja de papel y la dejó boca abajo en la mesa.
Se negaba a discutir con ella la trama, los personajes o cualquierotra cosa.
Nunca le permitía ver lo que había escrito e inclsuo le prohibió que recogiera las hojas desperdiciadas que cubrían el suelo todas las mañanas. Leyó el membrete y murmuró burlón.

-Es de Cowell -leyó la breve misiva, la arrugó y la arrojó al suelo entre las demás hojas de papel echadas a perder.

-Y bien -preguntó Stephanie impaciente-, ¿ya ha empezado a sudar?

-Como un cerdo, pero aún no ha llegado a la etapa de las súplicas.

-¿Y tiene que suplicarte?

-Por supuesto. Quiero verlo en el suelo,como una oruga y que después empiece a arrastrarse.

-Me imagino que eso significa que aún no estás dispuesto a regresar -se rio ella.

-Para lo que sí estoy dispuesto -dijo poniéndose de pie- es para comer -la rodeó con sus brazos, entrelazando las manos sobre su trasero, apretó con fuerza la firme carne y le dio un sonoro beso-. Mujer, ve a preparar mi comida.

-¿O qué? -preguntó ella impertinente, soltándose de sus brazos.

Los ojos de Nicky se volvieron tan adormilados y tórridos como el clima de verano.

-O te demostraré para qué otra cosa estoy dispuesto.

Ella se fue a preparar la comida.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:32 am

CAPITULO 18

Estás muy callada esta noche. ¿Sucede algo malo?

Stephanie tenía una mirada vaga y parpadeó al volverse hacia Nicky.

-No, nada. Lamento no ser una compañía más agradable.

-No sientes dolor, ¿o sí?

-Creo que solo estoy cansada -respondió moviendo la cabeza.

-No me sorprende. Hoy acabaste conmigo en la cancha de tenis.

-Me diste una buena pelea -dijo ella intentando sonreír.

Nicky la observó con detenimiento, mientras jugaba con la cuchara.

-Es alo más lo que te molesta, ¿no es verdad, Stephanie?

-Quizá. No lo sé. Tengo muchas cosas en la mente.

-Es porque viste a esa pareja.

Clavó la mirada en él y después trató sin éxito de disimular su espontánea reacción, repitiendo con un aire de inocencia.

-¿Esa pareja?

-La joven pareja que vimos esta tarde en la tienda. La pareja que iba con el bebé.

Ella desvió la mirada, lo que equivalía a una confesión firmada.

-Hasta entonces habíamos pasado muy buenos momentos -comentó Nicky-. Me derrotaste en tres partidos, pero fui un buen perdedor. Estábamos bromenado y peleándonos por el último mordisco del chocolate mientras hacíamos nuestras compras. Pero entonces viste a esos atractivos jovenes arrullando al pequeño y contemplándose sonrientes. Después de eso no has dicho una sola palabra y pareces un jarrón.

-No sabía que mis deberes de cocinera también incluirían los de bufón de la corte -replicó ella cáustica-. Debiste especificarlo.

El dejó caer la cuchara en la mesa con gran estruendo y alzó las manos en un gesto de rendición.

-Vaya si eres quisquillosa. Eres tú quien me preocupa.

-Pues bien, no te preocupes.

-Demasiado tarde. Ya estoy preocupado.

Stephanie analizó su expresión. Parecía sincero. Deseaba y necesitaba creer que lo era. Con una risita burlona, le dijo:

-Supongo que crees que soy una tonta.

-A decir verdad, esa imagen viviente de la felicidad matrimonial y de la armonía doméstica me afectó un poco.

-Podría apostarlo -bromeó ella.

-Es verdad. Sabes, no siempre he sido un tipo hosco y cínico. Los propietarios de esta casa, mis abuelos, le inculcaron a mi padre ciertos valores básicos y él, junto con mi madre, me los transmitió.

-¿Y qué fue de ellos?

-Se estrellaron contra la rocosa playa de la adversa fortuna.

-Espero que no incluyas eso en tu novela. Es terrible.

-No con esas palabras exactas -sonrió él a medias- pero de cierta forma describen la esencia del tema.

Stephanie se encogió de hombros y después suspiró profundo.

-De acuerdo, puesto que estamos hablando con franqueza, reconozco que esa conmovedora escena me afectó. Sentí envidia.

-¿Envidia? -preguntó incrédulo- ¿Cómo puedes envidiar a esos campesinos? Has recorrido el mundo varias veces, te han presentado a la realeza y has ganado mucho dinero. No podrías construir una sala de trofeos lo bastante grande para guardar todos los que has recibido.

-Pero a nada de eso le puedo confiar mia problemas. No puedo acurrucarme con un trofeo durante las noches frías, y ni siquiera sostener una discusión sana con uno de ellos.

-¿Sabes a qué me suena eso? A una lamentación.

-Eso es precisamente lo que es -replicó malhumorada.

El dejó pasar un momento antes de preguntar.

-¿Te arrepientes de algunas decisiones, Stephy?

-Sí. No. No lo sé, Nicky. Es sólo que... -hizo una pausa, tratando de convertir sus desordenados pensamientos en un lenguaje comprensible, claro-. Durante los últimos tres años, el Grand Slam me ha eludido por un torneo. Planeaba tomar las cosas con calma una vez que lo lograra. De cualquier forma habría tenido que hacerlo dentro de uno o dos años debido a mi edad, pero decidí que si obtenía el Grand Slam no pediría más. Me retiraría en la cima, con dignidad y dejando atrás de mí una carrera muy respetable -pensativa, prosiguió-. Pero no pensaba más allá de esos. Ahora que está aquí ese inevitable furuto, me parece tan desolado, tan vacío. No hay nada en él. No hay nadie en él.

-No hay un bebé.

-No hay un bebé repitió con emoción-. Y quizá ninguna probabilidad de tener uno, jamás.

-¿Desearías haber tenido hijos antes?

-Tal vez. Pero la visión retrospectiva es perfecta, ¿verdad?

-¿Con quién, Stephy?

-Una buena pregunta -se rio ella abatida-. ¿Con quién? Nunca tuve tiempo de enamorame, de crear una relación significativa. Ni siquiera estoy segura de lo que significa esa frase.

-Y ahora que dispones de tiempo para averiguarlo, quizá no tengas la oportunidad. ¿Es eso lo que te preocupa?

-En pocas palabras, sí.

Los dos guardaron silencio. Nicky fue el primero en hablar

-A veces alguien o algo nos obliga a decidir.

-No en mi caso. Elegí libremente hace años. Elegí el tenis. Deseaba a toda costa convertirme en la jugadora número uno del mundo.

-Lo eres.

-Lo sé y también sé que no tengo ningún motivo para quejarme. Todo ha sido maravilloso -le dirigió una desolada sonrisa-. Es sólo que a veces, como hoy, algo me recuerda todo lo que sacrifiqué y empiezo a compadecerme de mí misma.Ahora que mi carrera llega a su fin, me pregunto, "¿y ahora qué?". Y no tengo ninguna respuesta -respiró profundo-. En mi opinión, la autocompasión es el peor de los pecados. Y también es un gran desperdicio de tiempo, a menos de que podamos lograr un cambio. En mi caso -concluyó, apoyando una mano en el estómago- no tengo ningún control sobre la situación. Esa es la píldora más amarga de tragar.

Habían terminado de comer y Nicky la ayudó a lavar los platos. En ese aspecto, no era tan machista como pretendía serlo.

-Me iré a la cama-le dijo ella tan pronto como terminaron.

-¿A cavilar?

-No, porque la melancolía es agobiante.

-Yo creo que hay pecados peores que la autocompasión -se rió él, perverso-. ¿Quieres que te menciones algunos de los que he cometido, para que te sientas mejor?

-Gracias, pero no. Prefiero que no lo hagas.

El la tomó por los hombros y la besó en la frente.

-Reza tus oraciones. Y cierra la puerta para que no te moleste el ruido de la máquina de escribir.

-No me molesta.

Se le quedó mirando, sintiéndose perdida y sola. Deseaba algo, pero no sabía exactamente qué. Para empezar, deseaba que le hubiese dado ese beso de buenas noches en la boca y no en la frente, y que hubiese sido más intenso, no tan breve. Deseaba que sus caricias no fueran tan fraternales y que no hubiese retirado tan pronto las manos de sus hombros. Se sentía invadida por un extraño y poderoso anhelo al que no podía darle un nombre; era algo silencioso e interno, pero tan poderoso como una cascada. Ansiaba apoyar la mejilla en el pecho de Nicky y sentir el seguro santuario de sus brazos rodeando su cuerpo. Quería escuchar su voz ronca murmurando a su oído palabras dealiento, incluso si todo lo que le decía eran cosas triviales.
Antes de entregarse a esos impulsos, necesitaba poner un espacio entre Nicky y ella. Quizá él confundiría esa necesidad sin nombre con una debilidad.

-Buenas noches -le dijo.

-Buenas noches, Stephy.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:35 am

CAPITULO 19

No podía dormir. El día estuvo nublado y bochornoso. Por lo común su habitación era fresca; gracias al ventilador, no echaba de menos el aire acondicionado. De hecho, le agradaba ver las delgadas cortinas agitadas por la brisa. Pero esa noche las cortinas estaban inmóviles, pues no había brisa. Incluso si se movían, dudaba que lograran adormecerlas. Estaba intranquila; su cuerpo necesitaba dormir, pero su mente no cooperaba para dejar que la invadiera su sueño.

De pronto se le ocurrió por qué no podía dormir. No se oía el golpeteo de la maquina de escribir. Contrariamente a lo que Nicky pensaba, el sonido metálico no la mantenía despierta cuando él trabajaba hasta la madrugada. Se había convertido en un sonido tranquilizante, una señal de que por una vez no pasaba la noche a solas en una casa vacía.

Apartó la sábana y fue hasta la puerta de su dormitorio, que siempre dejaba abierta para que el aire circulara por toda la casa...una lección que aprendió de Nicky y que él recordaba de la época en la que era niño y pasaba los veranos en la granja de sus abuelos. Escuchó. Nada. Una mirada rápida hacia el dormitorio de él le reveló que aún no se acostaba. Se dirigió a la escalera y se asomó; la luz del comedor estaba encendida. El seguía despierto, quizá descansando un momento. Esperó unos minutos, pero él no escribía.

Curiosa, y un poco preocupada, bajó por la escalera y en silencio se acercó al comedor.Lo descubrió sumido en sus pensamientos y pensó que su pose era típica de un autor. Estaba sentado contemplando la hoja de la máquina de escribir,con los codos apoyados con las mangas recortadas, en apariencia mordidas, y un pantalón corto azul marino.
Daba la impresión de haberse peinado con el rastrillo que ella usaba en el jardín, con un mechón húmedo caído por la frente. Tenía los pies, calzados con unos deportivos sin cintas apoyados en el travesaño de la silla, y la columna encorvada. No quería distraerlo, así que retrocedió y se dirigió a la escalera sin hacer ruido.

-¿Stephy?

Se detuvo y retrocedió de nuevo hacia la puerta.

-Lo siento, no quería distraerte.

-Es evidente que no lo hiciste.

-¿Las musas no han sido bodadosas contigo esta noche?

-Son unas arpías -con el pelo caído en la frente y la cara sombreada en la parte superior por la lámpara sobre la mesa y en la parte inferior por la barba que le empezaba a crecer, era el epítome del desaliño.

Tenía un aspecto temperamental, peligroso y ... fascinante, Stephanie sintió que en su interior algo se agitaba, como una semilla sembrada en tierra fértil y ahora apunto de germinar.

-¿Por qué no estás dormida? -bebió un sorbo de café que ella sabía que debía estar helado.

-No lo sé -levantó las manos impotente y las dejó caer a sus costados-. Creo que echaba de menos el ruido de la máquina de escribir. La humedad es opresiva. Ya que estoy levantada, te prepararé un café.

-No, gracias, ya he tomado demasiado -le recorrió con la mirada-. ¿Estás bien?

-Sí.

-No te creo. Si estuvieras bien, estarías dormida.

Stephanie se acercó más. Su camisón era una de las compras que hizo en la tienda del pueblo. Era sin mangas, con pliegues y adornado con encajes, lo bastante modesto para una monja, pero una monja no habría usado un camisón de algodón tan suave y delgado que se transparentaba. Ignorando que a través de la tela se adivinaba su silueta extendió los brazos.

-¿Lo ves? Estoy bien.

-Pues yo no -murmuró él refunfuñando-. Siéntate y hazme compañía.

-No tengo dónde sentarme -dijo ella mirando a su alrededor.

-Claro que sí -sacando las piernas de debajo de la mesa, la sentó sobre ellas.

Stephanie sintió sus muslos desnudos rozando sus piernas y el contraste fue tan excitante que dejó escapar un leve grito.

-¡Nicky!

-¿Alguna vez te he dicho que los camisones de algodón blanco me excitan? -rezongó él frotándole el cuello con la nariz.

-¡No!

-Pues bien, no me excitan. Sólo me preguntaba si te lo había dicho.

-¡Oh, vamos! -le dio respondió con un ligero empujón en el hombro.

Risueño, él alzó la cabeza, pero le rodeó la cintura con las manos.

-No podría seducirte ahora aunque me lo permitieras -le dijo recorriéndola con la mirada.

-¿Por qué no?

-Porque parece que tienes doce años con el pelo suelto y ese decoroso camisón.

Sonriendo, deslizó el dedo índice por la hilera de diminutos botones hasta que tropezó con un lazo de satén entre sus senos.Para entonces ya no sonreía y la miró a los ojos. A Stephanie le latía el pulso en los oídos y apenas podía respirar. Antes de perder el control debía volver al tema del progreso de la novela de Nicky.

-¿Te resulta muy difícil? -preguntó

-Bastante -respondió él con voz ronca.

-¿Cuánto tardará?

-El tiempo suficiente, pequeña.

-¿De qué se trata?

-¿Qué?

-Tu libro.

-¿Libro? Oh, mi libro. Así que hablábamos de eso -bajó la cabeza y exhaló con fuerza.

Durante varios minutos respiró profundo con los ojos cerrados. Cuando volvió a levantar la cabeza, alrededor de su boca se veían unas líneas causadas por la tensión.

-La palabra "libro" es un cortés eufemismo para designar un "montón de basura" -señaló con un gesto las páginas que había encima de la mesa.

-Apuesto a que no es ninguna basura. Has tabajado con tanta deligencia, que no puede ser tan malo.

-Espero que no -tomó la mano de la chica con la suya y la estudió. Volviendo la palma hacia arriba, deslizó el pulgar por las callosidades causadas por la raqueta de tenis. Su caricia alteró más su ya caótico sistema, intensificando la sensación de calor que emanaba de él. A toda prisa retiró la mano y trató de alejarse, pero él la estrechó más.

-¿A dónde vas?

-Volveré a la cama.

-Creí que ibas a charlar conmigo.

-Tú no estás charlando.

-¿Quieres saber de qué se trata mi libro? -le preguntó malhumorado-. De acuerdo, te lo diré.

-Yo...

-Silencio.No has dejado de importunarme, así que ahora lo sabrás. Quédate tranquila y escucha.

Stephanie habría podido protestar, pues eso no era cierto. Desde la primera vez que le preguntó por su novela y él resondió que los escritores no hablaban de sus proyectos, se abstuvo de hacer cualquier pregunta específica. Por lo común se refería a lo que él hacía en el comedor llamándolo su "trabajo".
Sin embargo, ahora veía que él ansiaba discutir ciertos aspectos, así que, obedeció, se quedó sentada y escuchó.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 11:39 am

CAPITULO 20

Verás, empieza cuando el protagonista es sólo un niño, que tuvo...

-¿Cómo se llama?

-Aún no tiene nombre. ¿Vas a seguir interrumpiendo? Porque...

-No diré una palabra más.

-Gracias -abrió la boca y se la quedó mirando con la mirada en blanco-. ¿Por dónde iba?

-¿Puedo hablar? -él pareció fulminarla con la mirada y Stephanie citó-. "Un niño que tuvo..."

-Oh, sì, que tuvo una infancia normal. Un padre, una madre, una educación típica irlandesa. Siempre destacó en los deportes, en todos, pero en la secundaria se concentró en el futbol y para el último año había atraído la atención de muchos equipos que competían por él. Eligió uno y obtuvo una beca a cambio para sus estudios. Durante su último año con el equipo, lo abordó un representante del equipo mayor y le ofreció un contrato para jugar como profesional. Era algo de lo más tentador y cuando sus entrenadores y todos le decían que tenía lo necesario para jugar en la liga premier, decidió que sería mejor rechazar la oferta... por mucho que deseara jugar... y terminar sus estudios, por si acaso su carrera en el futbol no daba resultado. Así que siguió en la escuela, lo que según dice la historia, terminó ser una de las decisiones más sabias. Puesto que no le interesaba particularmente otro terreno, trató de encontrar la senda de menor resistencia. Nunca fue muy buen estudiante, pues estaba demasiado ocupado en los deportes.
"La ciencia y las matemáticas le resultaban difíciles y apenas logró aprobar esas materias, pero sobresalía en las clases de literatura e historia. Sus amigos le decían que tenía facilidad de palabra, así que le pareció lógico especializarse en letras y estudiar periodismo. Cuando se graduó en la universidad, tenía un agente negociando con tres equipos de la liga. Creyéndose invulnerable, se comportaba de forma temeraria, pensando que su futuro era un brillante sistema solar que giraba alrededor de él. Se divertía a lo grande y en su vida había muchas mujeres".

Nicky guardó silencio un momento, contemplando pensativo la hoja de papel en blanco en la máquina de escribir.

-Y para ese bufón se convirtió en realidad su sueño, un contrato de cinco años y una suma de siete cifras. Lo festejó con un grupo de amigos y decidieron practicar esquí acuático durante el fin de semana.

Stephanie se mordió el labio, deseando no escuchar el resto de la historia, pero ni una carga de dinamita podría arrancarle de las piernas de Nicky. Por lo visto él necesitaba hacer esa confesión. La había escuchado varias veces cuando ella necesitaba desahogarse, así que llegaba el momento de devolverle el favor.

-Habían construido una nueva presa que formó un lago que aún no se llenaba por completo. En primer lugar, esos muchachos fueron lo bastante estúpidos para ir a esquiar allí, y ese tonto incluso se reía cuando la lancha se acercó a una estaca que sobresalía de la superficie del agua. Diablos, él era invencible, nada podía afectarle, o por lo menos eso creía -dijo con voz monótona-. Decidió que podía esquivar la estaca sin ningún problema -después de un momento añadió- :No pudo.

El silencio sólo se vió interrumpido por un trueno distante. El cielo se iluminó por los relámpagos y la brisa empezó a soplar. Pero ni Stephanie ni Nicky se dieron cuenta de que el clima cambiaba.

-Todos sus grandes planes se fueron al infierno -continuó Nicky-. Un movimiento en falso y el curso de su vida se alteró para siempre. La suma de siete cifras fue anulada después de que los médicos le dijeron al presidente del equipo que jamás sería un profesional. Jamás llegó a jugar futbol en la liga premier. Después de un año de intervenciones quirúrgicas reconstructivas en su pierna, empezó a trabajar escribiendo acerca de los deportes que jamás podría jugar.

Empezó a llover y las grandes gotas caían sobre las flores que Stephanie cultivaba con tanto esmero. La lluvia penetraba por las ventanas abiertas y el viento agitaba las cortinas. Los relámpagos iban seguidos de truenos. El aire se enfrió, un alivio después del calor húmedo. Stephanie no se daba cuenta de nada, sólo veía a Nicky. Le retiró de la frente un mechón de pelo y deslizó el dedo por su ceño fruncido.

-No querrás leer el libro -dijo él dirigiéndole una mueca burlona-. No creo que vaya a tener un final feliz

-¿Por qué no?

El deslizó el dedo por el escote de su camisón, alrededor de la base del cuello. Lo hizo sin pensarlo realmente.

-Durante años después de su accidente, el protagonista se sentía encolerizado con el mundo y aún más consigo mismo por arruinar su vida. Seguía viviendo pero, en realidad no le importaba nada. Se esforzaba en hacer que todos a su alrededor se sintieran tan desgraciados como él. Se embriagaba a menudo, se acostaba con muchas mujeres y se peleaba constantemente.

-¿Peleaba?

Nicky encogió los hombros, jugando con los botones del camisón de Stephanie, tirando con suavidad de ellos.

-Lo hacía para demostrarse que el accidente no lo había castrado. Ya no era un jactancioso deportista.

-Las hazañas atléticas jamás han sido la verdadera medida de un hombre.

-Trata de venderle esa historia a todos los hombres del mundo.

Ella levantó el hombro, aceptando eso a medias, y el movimiento hizo que los nudillos de él ejaran una huella en la curva de su seno.

-¿Cómo terminará la historia, Nicky?

-Ah, eso es lo que me detiene. He llegado a la parte donde al fin él sienta cabeza en un trabajo bien remunerado, que desempeña con el menor esfuerzo posible. Ha logrado engañar a todos, con excepción de si mismo, para que crean que lo que hace tiene mérito. Pero, ¿qué será a la larga de este hombre, que aún está amargamente resentido por haber arruinado la oportunidad más grande en su vida?

-Creo que no te haces justicia -manifestó Stephanie comprensiva-. Se necesita un gran talento para escribir una columna diaria en un periódico. El hecho de ser prolífico no es insignificante cuando tu ocupación es el periodismo. Tus columnas no siempre me han complacido,pero jamás son trilladas o...¿qué sucede?

El ya no la acariciaba con esa familiaridad íntima y subconsciente. Tenía una mirada tan tormentosa como el cielo afuera.

-¿Acaso he dicho que se trata de mi historia?

-Pues, no específicamente -tartamudeó ella, sorprendida al ver el cambio en su estado de ánimo- pe...pero yo...supuse...

-El personaje de mi libro está descontento con su vida. ¿Acaso te doy la impresión de ser un hombre descontento con su vida?

Se puso de pie y casi la tiró al suelo. Ella se tambaleó, tratando d erecobrar el equilibrio y cuando lo hizo,lo miró con desdén y cólera. El le contó su lamentable historia,pero cuando llegó el momento de aceptar su campasión, adoptó una actitud estúpida de macho, a la defensiva.

-Lo que me pareces es una mala imitación de un periodista, que al fin ha mutilado la deprimente novela que según afirma durante años ansió escribir, contándosela a alguien lo bastante tonta para escuchar todas esas estupideces.

-Tú no sabes nada de mí, señorita Sabelotodo -exclamó él con un aspecto amenzador.

-Sé que eres demasiado insensible para escribir propaganda para latas de sardinas, mucho menos una novela acerca de los sentimientos humanos y las decepciones de la vida. Y hablando de eso -añadió despectiva, señalando hacia la mesa-, creo que el tema de tu libro es indulgente y tedioso.

Nicky dio los pasos necesarios para acortar la distancia entre ellos.

-No si detallo las relaciones del personaje con las mujeres -declaró entre dientes

-En ese caso, ¡añade repugnante a indulgente y tedioso y ya tienes mi crítica!

Y con esa frase final, hizo mutis y salió del comedor.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 4:52 pm

CAPITULO 21

A la mañana siguiente seguía lloviendo, pero no fue el sonido de los truenos lo que despertó a Stephanie, sino una molestia en la parte inferior del abdomen. Las punzadas eran como calambres menstruales, solo que más localizadas y más severas, en particular en el lado derecho.
Se levantó y tomó un par de pastillas para el dolor. De vuelta a la cama, se acostó de lado y encogió las rodillas. Al fin la cadencia de la constante lluvia la introdujo al sueño. Sin embargo, no debió dormir profundamente. Cuando volvió a despertar, Nicky pronunciaba su nombre en voz baja. Sintió que el colchón se hundía bajo su peso cuando se sentó a sus espaldas y apoyó una mano en su hombro.

-Stephy, ¿qué te sucede?

-Nada -se quedó inmóvil, con los ojos cerrados.

-Tus gemidos se escuchaban hasta mi dormitorio. Me despertaste.

-Discúlpame.

El maldijo en voz baja,murmurando algo desdeñoso acerca de la psique femenina.

-No me importa perderme un poco de sueño -siseo-. ¿Te duele?

-Un poco, sólo es un ligero calambre. No te preocupes, desaparecerá.

-Maldita sea. ¿Dónde están tus pastillas? Iré a buscarlas.

-Ya he tomado dos.

-¿Cuando?

-No lo sé, pero no hace mucho tiempo.

-¿Qué puedo hacer?

-Nada.

-¿Por qué tienes los ojos cerrados?

-Porque tengo sueño -y porque por instinto sabía que él estaba allí tal y como dormía...desnudo-. Vete a la cama, estaré bien.

-¿Dónde te duele?

-¿Dónde tengo los tumores? -replicó ella impaciente.

-¿Qué te ayudaría?

-Quizá mi cojín eléctrico,pero no lo traje.

-Fantástico.

No dijo nada,pero no se fue, Stephanie podía sentir que la observaba. De pronto, como si hubiese decidido algo que para él era un dilema,deslizó el brazo alrededor de la cintura de ella, buscando con torpeza con la mano entre las mantas y el camisón antes de tocar la piel.

-¡Nicky! ¿Qué estás?...

-Shh, quédate quieta. Quiero ayudarte.

-No puedes hacerlo.

-Tal vez no, pero quiero intentarlo.

-¿Por qué?

-Porque anoche fui muy duro contigo. Te grité y no te lo merecías.

-Eso no importa; no es necesario que hagas esto.

-Escucha, este papel del Buen Samaritano es algo nuevo para mí, así que dame una oportunidad y déjame ayudar, ¿quieres? Ahora, ¿dónde te duele? ¿Aquí? -colocó su cálida mano en la parte inferior de su cuerpo, aplicando sólo la cantidad adecuada de presión.

-Mmm -se sintió aliviada por un reconfortante calor que hacía desaparecer el dolor, mitigando los calambres. Era maravilloso.

-¿Así está mejor? -esperó su respuesta-. ¿Stephy?

Pero ella ya estaba dormida.

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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 4:55 pm

CAPITULO 22

Cuando despertó por tercera vez, sintió en la cintura el peso del brazo de Nicky; la palma de su mano aún cubría el área entre sus caderas y el dolor había desaparecido. Los dedos de su otra mano estaban entrelazados en su pelo, mezclado con el de él en la almohada que compartían.
Si pensaba invadir su cama, lo menos que habría podido hacer era llevar su propia almohada, pensó.

Su actitud quisquillosa era un truco para convencerse de que no le agradaba sentir su presencia a sus espaldas, tocándola desde los hombros hasta los dedos de los pies, y tampoco las cálidas bocanadas de su aliento rozando su cuello. Trató de convencerse de que era un intruso, cuando en realidad le agradaba sentir su cuerpo contra el suyo, tanto, que irreflexivamente se acurrucó más cerca de él.
Abrió los ojos al recordar alarmada que Nicky dormía desnudo,lo que no dejaba ninguna duda de que estaba en la cama con un hombre muy viril. Esperando no despertarlo, volvió ligeramente la cabeza. El se agitó y abrió los ojos. Stephanie sintió que debía hacer algo. Unas palabras de agradecimiento, una risa que rompiera la tensión, una reprimenda. Pero no hizo ni dijo nada, sólo se quedó allí contemplando el rostro rudo y áspero por el crecimiento de la barba que cada vez le era más querido.

Cuando Nicky se movió al fin, fue sólo para extender los dedos sobre su abdomen y oprimirlo con la palma de la mano. Después , moviendo la mano hacia la curva de la cintura,la volvió lentamente de espaldas. Su mirada fue una silenciosa caricia que se deslizó por todo su cuerpo: el pelo que enredaba entre sus dedos, los ojos, la boca, la garganta. Sonrió divertido al contemplar el modesto camisón y gradualmente deslizó la mirada hasta encontrarse con sus ojos.
Volvió a moverse para inmovilizar los hombros de la joven con los codos, apoyándose sobre ellos para erguirse unos centímetros,presionando una pierna entre las de el, con el muslo apoyado cálido en la hendidura. Le tomó la cara entre las manos, deslizando los dedos por su cabello, mientras la acariciaba los labios con los pulgares, hasta que ella los entreabrió. Después bajó la cabeza y depositó en sus labios un cálido beso.

Stephanie le rodeó el cuello con los brazos, extendiendo las manos en la ancha espalda. Empezó a acariciarlo y sus manos descendieron más por las espalda. Nicky dejó escapar un gemido primitivo y presionó la lengua entre sus labios, ajustando la boca para obtener la máxima satisfacción. Su lengua sondeó en las profundidades, con habilidad pero sin prisas. Era un beso tranquilo, somnoliento, propio de una mañana lluviosa. Era algo delicioso.
Cuando se separaron, se quedaron mirando complacidos y soñadores. Algunos mechones del pelo de Stephanie se habían enredado en la barba de él y estiró la mano para desprenderlos, pero él asió la punta de su dedo entre los dientes y lo mordisqueó, acariciandolo después con la lengua, suave y húmeda. Ella estudió la cara de Nicky con las manos, como una invidente, deslizando la syemas de los dedos por los rudos rasgos masculinos. Trató en vano de alisar sus cejas, pero pensó que eran increiblemente atractivas tal y como estaban.

Después bajó la cabeza y le besó el hombro desnudo. Volvió a deslizar los brazos debajo de los de Nicky y lo abrazó con urgencia, deseando sentir su peso sobre su cuerpo. El le concedió su deseo, volviendo a reajustar su cuerpo, devorando su boca con ternura, besándola una y otra vez...con besos aridentes, húmedos y profundos.
Lentamente, le desabrochó el camisón; cuando llegó al lazo,lo desató y entreabrió la tela. Stephanie observaba ansiosa su reacción, pero en sus ojos sólo vio admiración y deseo. Sus bronceados dedos cubrieron su seno y su expresión se hizo tan suave como la carne que sostenía en su mano. Pero Stephanie no veía eso; tenía los ojos cerrados y respiraba jadeante. Nicky acarició el seno que sostenía en la mano, rozándolo con la naríz, la barbilla y los labios, raspándolo con las mejillas cubiertas por la barba naciente, Stephanie murmuró llena de deseo y él presionó el muslo contra el de ella, levantándole las caderas.

Besó el centro mismo de su seno, después lo tomó entre sus labios y lo introdujo en su boca. Luego de succuionar con fervor, besó el pezón erecto, acariciándolo con la punta de la lengua. Stephanie sintió que en su vientre estallaban sensaciones como fuegos artificiales y dejó escapar un grito de alegría sin decir una palabra. Nicky presionó su femineidad con las rodillas, moviéndola con suavidad y ella lo abrazó con fuerza, clavando los dedos en sus hombros.
Nicky deslizó las manos bajo las mantas y entre el camisón y debajo de las pantis de seda para acariciar la suavidad y el calor femeninos.
Fue entonces cuando oyeron que alguien llamaba a la puerta, de una forma tan urgente que no era posible ignorar. Las primera palabras con las que Nicky saludó al nuevo día fueron precisas y profanas.
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MensajeTema: Re: El precio de la Victoria [+18]    El precio de la Victoria [+18] Icon_minitimeLun Jul 22, 2019 5:00 pm

CAPITULO 23

Casi arrancó la puerta al abrirla. Un empleado mensajero, cubierto con un impermeable amarillo que chorreaba agua, no parecía más feliz de lo que se sentía Nicky al verlo allí.

-Ha tardado mucho tiempo -se quejó el mensajero.

-Estaba en la cama.

-Espero que me agradezca que haya venido hasta aquí con este tiempo -señaló el chubasco que había convertido en un lodazal elclaro que rodeaba la casa. Las plantas de Stephanie yacían vencidas en el fango, como víctimas de un combate en el mar.

-Oh, sí, estoy encantado de verlo -murmuró Nicky sarcastico mientras garabateaba su firma en la línea del recibo.

El mensajero le entregó una carta envuelta en plástico, se envolvió en su impermeable y corrió hacia su camioneta. Nicky azotó la puerta.

-¿Quién era?

-Una carta urgente para mí.

-¿De quién es?

En su malhumorado estado de ánimo,él ni siquiera pensó en averiguarlo. Cuando leyó la dirección del remitente,maldijo.

-Es de Simon Cowell.

-¿Qué te dice?

-¿Cómo diablos puedo saberlo? Ni siquiera la he abierto.

Jamás en su vida se sintió tan frustrado. Se encontraba en esa acogedora cama arrugada, y las cosas iban muy bien, y ahora esto. Con gusto asesinaría a Cowell por interrumpirlos sin saberlo. Y tampoco se sintió muy complacido al ver que Stephanie se vistió a toda prisa. Sus ojos se veían enormes en una demacrada cara y su expresión era una mezcla de aprensión y culpabilidad.

¡Maldita sea! Aún tenía el sabor de sus labios y la sensación de su seno en la lengua. Por muy encolerizado que estuviera por la interrupción, en lo único que pensaba era en reanudar las cosas en el punto de donde se quedaron. Pero su instinto le dijo que eso no sucedería y por eso estaba tan enfurecido. Ella se arrepintió cuando tuvo la oportunidad de pensarlo, de reconsiderarlo, de que su pasión se enfriara. Sin embargo, había una remota posibilidad de que estuviera equivocado, pensó Nicky con optimismo.

Dio un paso hacia donde ella se encontraba, parada en el último peldaño, como si si quisiera huir.La miró anhelante y pronunció su nombre con voz ronca y excitada.

-¿Stephanie?

-Iré a preparar el café -dijo ella humedeciéndose nerviosa los labios y se dirigió ala cocina, aun paso que parecía una huida.

Nicky esperó para seguirla hasta haber agotado su repertorio de obscenidades. Y después de pasar la mayor parte de su vida adulta en los vestuarios o en las salas de redacción, ese archivo de su vocabulario era muy vasto.

Se dirigió a la cocina vestido sólo con el pantalón corto que se puso antes de bajar a abrir la puerta. Se desplomó en una silla y rompió el sobre mientras Stephanie esperaba que el café estuviera listo. Nicky leyó la carta, después la arrugó y se la guardó en el bolsillo del pantalón.

-¿Cuánto tardará el café?

-Unos minutos más. ¿Qué te dice tu editor?

-Nada importante.

-Entonces, ¿por qué pareces tan hosco?

-Porque aún no he tomado mi café -sus palabras sonaron enojadas incluso para sus propios oídos, pero no estaba disgustado con Stephanie, sino con Cowell, con la situación, con su cuerpo excitado que se negaba a relajarse-. Hay otros motivos más...apremiantes que me irritan,pero no creo que realmente quieras conocer los detalles, ¿verdad?

Ella negó rápido con un movimiento de cabeza.

-Eso pensé -declaró él con voz apagada.

-¿Ya comenzó a suplicar el señor Cowell? ¿Ya está tan bajo como una oruga y comienza a arrastrarse?

-No.

-Entonces, ¿qué te dice?

-No gran cosa.

-¿Qué dice esa carta?

Su grito de protesta lo tomó por sorpresa. Desvió la atención de su deseo sexual y la fijó en ella y vio que estaba muy tensa y evidentemente nada complacida con su recelo.

-De acuerdo, lo adivinaste. La carta es acerca de tí.

En el instante en que él se lo confirmó, se dejó caer en una silla.

-¿Qué te dice?

-Me dice que has desaparecido -dijo con una sonrisa irónica-. Me dice que me estoy perdiendo la historia más interesante en los deportes en lo que va del año. Todos los fanáticos hablan de la misteriosa desaparición de Stephanie Corbett después de su desmayo en la cancha de tenis.

La luz de la cafetera se encendió, indicando que el café estaba listo, Stephanie no se dio cuenta, así que él se levantó. Regresó a la mesa con dos tazas de café humeante, depositó una frente a Stephanie y bebió unos sorbos de la suya antes de continuar.

-Simon me suplica encarecidamente que deje de lloriquear y que regrese de inmediato al trabajo. Dice que con mi red de informadores podré localizarte antes que los demás lo hagan -sonriendo, añadió-. Parece que ha olvidado que me despidió.

-¿Y qué es lo que dicen?

-¿Quienes?

-Todos los cronistas deportivos. Seguramente han surgido algunas teorías acerca de mi desaparición.

-Ah, veamos, Simon menciona algo acerca de un suicidio y...

-¿Suicidio?

-Es uno de los rumores, si,pero puesto que no han encontrado tu cadaver... -se encogió de hombros-. Otra hipótesis es que estás hospitalizada en secreto en alguna parte. Y se ha mencionado un carísimo y revolucionario centro de tratamiento para el cáncer en las Bahamas. Me ordena que por el momento me olvide de mi novela y averigüe cuál de los rumores de esa "mujer Corbett..." y esto citando sus palabras, es el acertado.

-¿El está enterado de tu novela?

-Se lo he mencionado alguna vez.

Así que la noche anterior ella dio en el clavo durante la discusión que sostuvieron. Durante años él le habló a quién estuviera dispuesto a escucharlo acerca de la fantástica novela sobre el tema de los deportes que escribiría algún día. Pero ese día nunca llegó. Hasta ahora. Después de muchos falsos comienzos a lo largo de los años, al fin empezó a escribir su novela. Era un trabajo arduo, fatigoso y torturante para los nervios, pero el proyecto de posponerlo indefinidamente era muy poco atractivo.

Por otra parte, él tenía compromisos financieros...como su caro automóvil...que su cuenta de cheques podía cubrir durante unas dos semanas más, y eso si estiraba el dinero. Tenía que ganarse la vida para sostener su hábito de escribir. Y la solución a su problema estaba enfrente de él, sentada ante la mesa de roble de su abuela.

Estaba enterado de una apasionada historia deportiva que podía venderle al mejor postor. Y con esa agradable reserva podía despedirse de Cowell y del Herald, por lo menos un tiempo, y dedicarse a trabajar en el libro que debía escribir, llegaran a o no a publicarlo.

-¿Qué piensas hacer?

Sin saberlo, Stephanie planteó la pregunta con la cual luchaba él. Tuvo el buen sentido de parecer preocupada,pues sabía lo importante que era su decisión y el impacto que tendría en ella. Sabía lo valiosa que sería su historia para el periodista que tuviera la exclusiva.

Nicky se pasó la mano por la cara. Se sentía mal por una variedad de razones. La parte inferior de su cuerpo insistía en recordarle que su deseo no se había mitigado; sentía una debilidad en el estómago, que atribuía a que tomó el café demasiado rápido, pero sabía que no se debía a eso. Lo que lo enfermaba era pensar que otra oportunidad dorada se deslizaría entre los dedos, así que respondió de la única forma que podía, de la única que creía justa.

-Regresaré al trabajo.

Vio que ella tragaba saliva, perola contempló admirado cuando alzó un poco la barbilla.

-¿En Dublín?

De acuerdo, tenía valor. Se preguntó cómo no supo verlo durante todos esos años en que se burlaba de ella en su columna.

-No. En el comedor.

-¿No lo harás...no le dirás a nadie dónde estoy?

-Seguirá siendo nuestro secreto durante todo el tiempo que quieras.

Su alivio fue visible y relajó su rígida postura. Sin embargo, no le demostró su gratitud. No se arrodilló delante de él.

-Bien -respondió simplemente-. Eso hará que mi vida sea más fácil, y me alegro de que no abandones tu novela.

-Anoche dijiste que era indulgente, tediosa y ...¿cuál fue la otra palabra, repugnante?

-Tú me provocaste -parecía arrepentida.

-Hablando de provocaciones -dijo Nicky rodeando la mesa- esta mañana...

-Nicky -saltó de la silla como si se hubiese clavado una astilla-. Quería explicarte eso.

-¿Qué es lo que hay que explicar? -preguntó él extrañado.

-Por qué sucedió eso.

-Yo sé por qué sucedió. Se llama lascivia, que según el diccionario es un nombre que significa deseo de complacer los sentidos, apetito corporal, deseo sexual, en especial cuando busca una satisfación ilimitada.

A ella no le pareció nada divertido, a juzgar por la mirada venenosa que le dirigió.

-Estaba desorientada. Esas pastillas son muy fuertes y no podía pensar con claridad.

Se alejó de él, fuera de su alcance y eso lo encolerizó tanto como la excusa por su pasión, que él sabía que era tan intensa como la suya.

-Oh, entiendo -afirmó-. No puedes desearme a menos que te encuentres bajo la influencia de una sustancia controlada. ¿Eso es lo que tratas de decirme?

-No exactamente.

-¿Entonces qué?

-No quiero hacer el amor contigo -declaró concisa.

-Eso es una mentira -dijo él con una risa seca.

Pudo ver que eso la enfureció. Ya conocía las señales: el rubor en sus mejillas, la mirada sombría y un gesto determinado de la barbilla.

-Mi vida atraviesa por una crisis -dijo con una voz tensa-lo mismo que la tuya. Ninguno de los dos necesita un romance justo ahora, con nadie, pero menos entre los dos. Quizá debimos aprender por lo sucedido en Estocolmo y...

-Yo sí aprendí. Y entonces tú también parecías apasionada y dispuesta.

Stephanie apretó los puños y respiró profundo.

-Sólo faltan unos días para la fecha en que prometí darle la respuesta a mi representante. Durante ese tiempo, creo que nuestra relación debería seguir siendo estrictamente platónica.

-Puedes decirle eso a tus glándulas, querida -se burló él.

Ella jadeó ofendida, salió de la habitación y subió por la escalera. El la siguió y llegó al pie de la escalera, antes de detenerse. El Nicky Byrne que frecuentaba los bares con sus amigos le instaba a ir tras ella. Un beso, una caricia y volvería a ser cera blanda en sus manos.

El se lo merecía, después de todo. Diablos, renunció al salario de dos semanas por culpa de ella, por no mencionar una buena historia que le habría producido buenos ingresos. Ella tendría la culpa si le quitaban su automóvil. Fue hospitalario,le brindó un refugio y el aire puro del campo, mientras que él se desterró de su vida y de todos los placeres que le brindaba, a saber el alcohol y las mujeres. Stephanie le había costado tiempo y dinero.¿Era pedir demasiado hacerle el amor?

Pero el Nicky Byrne que sabía que nunca sería suficiente hacerle el amor una vez y que le prometió guardar su secreto lo obligó a regresar al comedor y a la máquina de escribir.
Ser honorable era algo nuevo para él. Le sería difícil,pero pensó que si tenía carácter,podría soportar algunas decepciones. Es algo más que una "decepción", se burló a su lado perverso, recordándole con crueldad lo mucho que la deseaba sexualmente cuando cruzó por su mente la imagen de sus senos, sonrosados y húmedos por sus caricias.

"Escucha", argumentó su lado perverso, "nunca he obligado a una mujer a que se acueste conmigo y maldita sea si voy a empezar con Stephanie Corbett. Además, estaré tan absorto en mi libro que no tendré tiempo de pensar en el sexo".
"Puedes decirle eso a tus glándulas", se burló su atormentador.
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