Animals
Parte UnoSus ojos encandilaban a cualquiera que lo viese tan solo un instante fijo a ellos, el color azul y la intensidad de aquella mirada erizaba mi piel y alteraba cada parte de mi ser llenándome de deseos incontrolables; solo quería hacerlo mío, sentirlo, besarlo salvajemente como si fuésemos dos animales dejándose llevar por el instinto, por la necesidad, por la lujuria y el deseo.
No era más que un chico ordinario dentro de la universidad, uno de cabellera oscura, ojos verdes y cuerpo normal, nada extraordinario, pero algo tímido, reservado, ocultando mi verdadera personalidad, ese era yo.
Esa misma noche sería la fiesta organizada por una de las fraternidades en donde todos los estudiantes eran bienvenidos siempre y cuando tuviesen ganas de pasarla bien y armar alboroto, no había ninguna otra condición.
Sería una de esas típicas fiestas universitarias llenas de drogas, alcohol y sexo, y no había nada que yo quisiera más que eso, ya que Nicky Byrne, estaría allí.
Él era todo un seductor, un galán por naturaleza, malhumorado, con aires de superioridad, creyendo que podía llevarse al mundo por delante y simulando ser heterosexual para encajar con los demás. Pero yo bien sabía su secreto. Él y yo habíamos sido amigos, íntimos, tan íntimos que aquello dejó de ser una amistad para volvernos un par de amantes locos que tenían sexo en cualquier sitio que fuera posible; desde los vestuarios, hasta un cuarto de limpieza, pasando por nuestras habitaciones y hasta la biblioteca, no teníamos control cuando estábamos cerca, y por eso, él me evitaba, porque sabía cuan débil era ante mi por más que se esforzara en demostrar lo contrario. Pero esa noche, esa noche volvería a ser mío, aunque tuviese que perseguirlo y cazarlo como un depredador a su presa.
Mi cabello lo había peinado en picos, me veía bien y era totalmente consciente de ello. Tenía puesto un pantalón oscuro con finas rallas blancas verticales, una camisa negra con apenas dos botones abrochados desde abajo dejando ver el vello de mi torso semi-desnudo, una fina cadena con una delicada cruz de plata, y unas botas negras de charol perfectamente lustradas. Si pretendía cazar a Nicky Byrne esa noche debía llamar su atención desde el primer momento y mi atuendo seguro no pasaría desapercibido para nadie, pero lo cierto es que a mí solo me importaba él.
Me adentré a la casa en donde podía ver gente por todas partes, bailando, tomando, besándose, tocándose, podía percibir el aroma a juventud y hormonas encerradas en aquellas paredes que prometían que la noche sería larga, yo solo pretendía disfrutarla al máximo pero ocurriría cuando él estuviese en mi radar.
Caminé abriéndome paso entre las personas mirando al frente como si nada ni nadie más existiese, había encontrado mi objetivo y tenía mi vista fija en él, no lo perdería, no esa noche, no otra vez.
Sus ojos color azul chocaron con mi verde mirada, casi presentí su miedo mientras una sonrisa ladina se dibujaba en mis labios, estaba dispuesto a atacar, pero no mientras estuviese rodeado de sus amigos, solo debía esperar el momento correcto, tarde o temprano llegaría.
Podía jurar que deseaba que me fuera, cada vez que podía miraba con disimulo en mi dirección y cuando cambié de sitio, para despistarlo, confusión fue lo único que pude interpretar en su rostro, aunque no se veía aliviado o satisfecho, yo era consciente que en el fondo, me deseaba tanto como yo a él.
Me encontraba a pocos metros de distancia, aunque entre tanta gente parecía que kilómetros nos separaban, aun así, no paré hasta estar justo detrás de él y apoyar mi cuerpo contra su espalda para así respirar en su nuca, haciéndole saber que estaba allí, acechándolo.
Dio un paso adelante y desaparecí, como si de un fantasma se tratase, me escabullí entre la multitud y el bullicio por lo cual cuando volteó ya no estaba. Pude apreciar la frustración en su mirada, el desconcierto, la incertidumbre. Se sentía demasiado bien ejercer control sobre él.
La noche estaba descontrolada, contados eran los jóvenes allí dentro que aun no perdían el conocimiento. Había tomado, si, pero no lo suficiente como para no saber lo que hacía, quería recordar esa noche y hacer que Nicky Byrne la recordase también.
Él debía sentirse observado, aun cuando había pasado un buen rato por momento buscaba a su alrededor como si alguien lo estuviese persiguiendo, de cierta forma, tenía en claro que me encontraba al acecho, paciente.
Estaba algo ebrio, había tomado más de la cuenta pero no podía permitir que siguiera haciéndolo o frustraría mis planes y no podría permitirlo. Supe que debía hacer algo para sacarlo de allí por lo cual en la primera distracción de uno de sus amigos -el único que aun permanecía con él- tomé su brazo y lo arrastré conmigo.
Quiso evitarlo sin siquiera haberme visto, pero mi fuerza y su falta de equilibrio se lo impidieron por lo cual me salí con la mía llevándolo a un pasillo algo apartado, donde la música sonaba distante y las luces apenas si hacían resplandor dibujando nuestras siluetas.
Frunció su ceño pero luego abrió sus ojos al verme ante él, quiso apartarme pero logré que su espalda impactara bruscamente contra la pared. Coloqué ambos brazos en esta a la altura de sus hombros impidiendo que pudiera huir.
— ¿Qué es lo que quieres Filan? —cuestionó resignado sabiendo que no tenía escapatoria.
—A ti —susurré sobre sus labios, acto seguido, me dispuse a besarlos fervientemente como si no hubiese un mañana. Quiso oponerse en principio, pero apoyé el peso de mi cuerpo sobre el suyo y no se resistió más, siguió el juego.
Mi boca se abría y cerraba sobre la suya la cual respondió de maravilla siguiendo un compás perfecto haciendo que nuestras lenguas se encontrasen deseándose mutuamente. Mis manos necesitaban tocar su cuerpo por lo cual dejaron la fría pared para prenderse de sus caderas hasta bajar hasta su delicioso trasero. Las suyas, se animaron al fin a cruzarse tras mi cuello mientras enredaba sus finos y largos dedos en mi cabello.
Nos separamos de golpe, la falta de aire nos obligó a hacerlo, solo nos miramos unos segundos, en los cuales noté sus finos labios levemente hinchados y rojizos por la presión que habían ejercido sobre los míos. Dicha imagen terminó de encenderme por completo. Una vez más mi boca estaba sobre la suya, pero esta vez levemente, entreabierta, haciendo que nuestras respiraciones se unan.
—Te deseo —murmuré rozando nuestros labios. También mi objetivo era encenderlo.
Pegué mi boca a su cuello devorándolo, sintiendo su exquisito aroma y deleitándome con su sabor y la suavidad de su piel.
Mientras lo hacía, bajé mis manos al cierre de su pantalón el cual desabroche hábilmente sintiendo leves jadeos salir de su boca, al pasar mi mano sobre su entrepierna aun por encima de su ropa interior pude saber que había conseguido mi objetivo, estaba tan duro como yo y eso solo seguía aumentando el fuego que recorría mi cuerpo. Froté mi erección con la suya logrando que ambos jadeáramos llenos de deseo, sus manos recorrieron la desnudez de mi pecho adentrándose en mi camisa abriéndola por completo haciendo que los botones de esta volasen quien sabe a dónde. Aquella manera salvaje en la cual lo había hecho provocó que mordiera levemente su cuello aunque lo suficiente para dejar marca, sentí un quejido pero poco me importó, el dolor podía soportarse cuando se mezclaba con el placer.
No podíamos dejar de tocarnos, sentirnos, desearnos, pero aun había mucha ropa de por medio y estábamos demasiado expuestos como para deshacernos de ellas, por eso, para calmar solo un poco aquel dolor que sentía, desabroché yo mismo mi pantalón dejando mi miembro al descubierto. Le hice saber lo que quería posando mi mano en su hombro y ejerciendo fuerza hacia abajo, entendió la indirecta por lo cual se arrodilló bajo mi atenta mirada, solo me observó unos segundos antes de introducir mi erección en su boca lo cual logró que un ronco gemido se escapase.
Apreté mis ojos con fuerza sosteniéndome de la pared mientras observaba aquel excitante espectáculo.