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 Atrapados en la nieve [Nicky]

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MensajeTema: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:05 am

Nombre: Atrapados en la nieve
Autor: Lori Foster
Westlife: Nicky Byrne
Adaptación: Si
Género:Romance/SX
Advertencias: Contiene algunas escenas subidas de tono.
Capitulos: 8
Resumen:
Kelli siempre había visto a Nicky como su mejor amigo, nada más. Y él, fastidiado, había tenido que verla salir con un montón de hombres. Lo último que Kelli parecía desear era una relación estable. Un día, sin embargo, atrapados en una tormenta de nieve, Kelli empezó a mirar a Nicky de forma diferente. Pero él quería mucho más que una noche.
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:09 am

Atrapados en la nieve

Capitulo 1

La nieve caía en copos gigantes, tan preciosos, tan fríos. Nicky Byrne aparcó su viejo, pero fiel, jeep frente a la acera. No tuvo oportunidad de salir del coche e ir hacia la puerta como debe hacerlo un caballero.
Kelli Vegas, vestida de blanco de los pies a la cabeza, bajó saltando los escalones de su portal, con una bolsa de viaje colgada al hombro.

Nicky bajó del jeep y se frotó las manos para entrar en calor.

-¿Lista? -sonrió, apartando la mirada de aquella preciosa cara para abrir el maletero.
Incluso forrada de los pies a la cabeza, le parecía la mujer más sexy del mundo.

-Sí -sonrió Kelli, tirando la bolsa dentro del coche.

Después, poniéndose de puntillas, le plantó las manoplas blancas sobre la cara para darle un beso.
Nicky se quedó inmóvil durante un segundo. Debería estar acostumbrado a esos gestos. Ella era un espíritu libre, afectuosa con todo el mundo, no solo con él.
Pero eso no pudo evitar que reaccionara ante el beso. Habían
crecido juntos y Kelli seguía viéndolo como el chico de la puerta de al lado, no como a un hombre maduro.
Nicky, sin embargo, sí la veía a ella como una mujer. Cuando eran unos adolescentes, Kelli invadía sus sueños con inocente sensualidad; como mujer, hacía que se despertase por la noche cubierto de sudor.
Pero tuvo que sonreír al ver la naricilla roja de su amiga y los copos de nieve que caían sobre su gorro. Solo algunos rizos rubios escapaban del casquete que la cubría hasta las
cejas.
Sin dejar de sonreír, alargó la mano para tocar un original pendiente.

-Muy bonitos -dijo, para distraer sus sensuales pensamientos.

-Gracias, Nicholas -sonrió ella, moviendo la cabeza para hacerlos bailar-. Me los hizo una amiga. ¿A que te gustan?

Nicky tuvo que contener una sonrisa.

-Sí, mucho -afirmó. Un golpe de viento lanzó nieve helada sobre su rostro-. ¿Lista?

-Siempre -contestó Kelli, mirándolo con sus traviesos ojos azules.

Él sacudió la cabeza. Kelli Vegas era la reina del doble sentido, una coqueta que podría volver loco a cualquier hombre. Y le encantaba hacerlo.
Nicky había crecido deseándola mientras la veía salir con
otros chicos. Incluso le contaba sus secretos, como si él fuera una de sus amigas, obligándolo a escuchar detalles sobre quién era el que mejor besaba, quién le metía la lengua hasta la garganta o quien tenía los labios más bonitos. La señorita Kelli Vegas había torturado su adolescencia.
Como adulto, y a pesar de que conocía muchas mujeres,
la deseaba más que nunca. Pero ella solo lo veía como una red de seguridad. Un colega. Eran tan diferentes como la noche y el día y, desgraciadamente, solo amigos. Eso no cambiaría nunca.
Y si Kelli hubiera notado repentinamente que era un hombre y quisiera una relación más íntima, él se habría negado. Tenía demasiado orgullo como para ser uno más. Kelli siempre había tenido más de un hombre correteando a su alrededor y Nicky no quería ser un nombre más en su lista.
Aquel día se dirigían a casa, para pasar unos días. Nicky
por un asunto de negocios, ella para asistir a la despedida de soltera de una amiga. Mientras él tendría que dedicarse a la calculadora, Kelli estaría de juerga en un bar con hombres desnudos o algo así. Desde luego, eso definía el estilo de vida de cada uno mejor que nada. Kelli era divertida, alocada, veía el lado bueno de la vida y él... él había estado loco por ella desde que tenía doce años.
Dentro del jeep se estaba calentito y Nicky dejó escapar un suspiro. Ella se quitó las manoplas y el gorro antes de abrocharse el cinturón de seguridad.

-No sabes cómo te agradezco que me lleves a casa, Nicholas. Dudo mucho que mi deportivo hubiera podido subir por la montaña, sobre todo con esta nieve.

Nicky arrancó el jeep y miró por el retrovisor.

-Me alegro de que no lo hayas intentado. ¿Por qué compraste un coche tan absurdo?

-¡Mi coche es maravilloso! -sonrió Kelli, apoyándose en el respaldo del asiento-. ¿Qué querías, que me comprara un viejo jeep como el tuyo? Este es un coche de ancianos.

-Pues a mí me lleva a todas partes.

-Siempre hacia arriba, ¿eh?

El sarcasmo no le pasó desapercibido.

-Dudo mucho que mi jeep tenga algo que ver con mi carrera.

-Pero estás consiguiendo lo que querías, ¿no? ¿No acaban de ascenderte otra vez?

Él se encogió de hombros. Lo habían ascendido un mes antes, ofreciéndole una excelente posición en la directiva. Por el momento, estaba consiguiendo todos sus objetivos profesionales. El único objetivo que no había conseguido era que Kelli Vegas lo mirase como a un hombre y no como a uno de sus amigotes... y eso no lo conseguiría nunca. De modo que mejor olvidarse.

-¿Qué tal te van las cosas? -preguntó, cambiando de tema.

Veía a Kelli al menos una vez al mes y hablaban por teléfono todas las semanas. Los dos se habían ido de Cork a Dublin. Como él tenía tres años más fue el primero en mudarse, después de terminar la carrera, para trabajar como economista en una gran empresa. Kelli lo había seguido poco después, terminando sus estudios en la universidad. Luego, encontró trabajo en una peluquería modernísima y de la carrera de derecho... Aún no había empezado a ejercerla. Pero el resultado era que, además de ser vecinos desde pequeños, apenas se habían separado nunca.
Mientras Nicky estaba loco por ella, Kelli lo trataba como si fuera su hermano mayor, o un eunuco. Un coleguita.
Alguien con quien podía ser ella misma.

-Aún no te he dicho cómo me van las cosas y tú ya estás poniendo mala cara -sonrió Kelli.

-No es eso. Estaba pensando en mis cosas.

-¿Qué cosas?

-Nada que te interese.

Ella, juguetona como siempre, le dio un puñetazo en el hombro. Afortunadamente, llevaba una chaqueta de cuero y apenas lo notó.

-Cerdo. Seguro que era algo lujurioso.

“Si tú supieras...”

-No era nada importante.

-Eres humano, Nicholas. Debes tener pensamientos perversos como todo el mundo.

Nicky se preguntó qué diría si supiera que ella era la protagonista de sus perversos pensamientos. Kelli desnuda, en su cama... Pero nunca lo sabría.

-Deja de dar rodeos y dime qué andas haciendo.

O cambiaba de tema o tendría que bajar la ventanilla para enfriarse.

-Muy bien. Pero es un viaje largo, así que acabarás contándomelo todo -suspiró ella-. La verdad es que, últimamente, me aburro un poco. No salgo con nadie, no hay nada nuevo en mi trabajo... Me teñí el pelo de rosa durante unos días, pero pensé que a mi madre le daría un infarto si me viera, así que me lo quité.

-Rosa, ¿eh? -sonrió él-. Seguro que estabas muy linda.

-¡Por supuesto! -rio Kelli, pasándole una mano por el pelo-. Tú tienes un pelo estupendo, Nicholas. Si te lo dejaras un poco más largo, podríamos hacer algo con él.

Al sentir el roce de sus dedos, Nicky tuvo que aclararse la garganta.

-El pelo largo no va con mi imagen.

-Pues podrías buscar una nueva -sonrió ella, inclinando la cabeza a un lado, pensativa-. ¿Qué tal una imagen de play boy?

-Sí, claro. Nadie, y menos tú, se tragaría eso.

Kelli se acercó un poco más, hasta quedar pegada a su brazo.

-Subestimas mis talentos. Creo que deberías considerar la idea. Sería divertido.

En ese momento, Nicky pensó que podría considerar cualquier cosa. En el interior del coche, con el aroma de Kelli rodeándolo... aquel aroma que era tan atrevido y sensual como ella y que lo volvía loco.
Como siempre.
Ella tenía una mano en su brazo, la pierna doblada y una sonrisa en los labios.
Como había dicho, iba a ser un viaje muy largo. Seis horas por lo menos.
Y tenía la impresión de que iría sufriendo todo el camino.
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:09 am

Capitulo 2

Mientras Nicholas conducía con los ojos clavados en la carretera, Kelli lo observaba.
Le encantaban sus ojos. Eran de un tono azul, siempre llenos
de amabilidad e inteligencia. Y lucían bien con su pelo rubio claro.
Era el mejor amigo que había tenido nunca y lo quería mucho. Era estupendo poder ser ella misma cuando estaban juntos, ser
aceptada sin condiciones. Como viejos amigos que eran, compartían sus pensamientos y sus sueños. Incluso le hablaba sobre sus conquistas.
Kelli suspiró mientras se quitaba el cinturón de seguridad.

-Póntelo, Kelli. Ya conoces las reglas.

Nicholas era como un hermano mayor.

-Me estoy poniendo cómoda -dijo ella, moviendo los brazos para quitarse el abrigo. Cuando lo consiguió, se inclinó para quitarse las botas-. Ah, esto está mejor -sonrió, moviendo los dedos de los pies dentro de los gruesos calcetines.

Después, colocó las piernas sobre el salpicadero y se echó hacia atrás, como si estuviera en su propia casa.
Nicky levantó las cejas. Su mirada iba de la carretera a su alegre compañera de viaje.

-¿Quieres que sujete el volante mientras te quitas la chaqueta?

-No -contestó él.

Lo había dicho con voz ronca, como si estuviera resfriado.

-¿Te duele la garganta?

-No.

-Nicholas... -suspiró ella-. Hoy no pareces tener muchas ganas de hablar.

Nicky paró en un semáforo que había a la entrada de la autopista y se quitó la chaqueta.
Aunque aquel día llevaba vaqueros, iba vestido al estilo “profesor”, como siempre: sueter azul marino sobre una camisa azul clara. El bulto que había debajo del sueter era la calculadora, de la que no se separaba nunca. Cuando Kelli miró hacia abajo, vio que, al menos, se había puesto unas botas negras. Le gustaba cuando se ponía botas y vaqueros y se
preguntó cómo estaría con una camisa de franela a cuadros.
O sin camisa.
Ese pensamiento, que apareció justo cuando cambiaba el semáforo y Nicky entraba en la autopista, la sorprendió.

-¿Tienes alguna camisa de franela? -le preguntó, incapaz de quitarse la imagen de la cabeza.

-Sí. ¿Por qué?

Kelli se encogió de hombros.

-No sé. Siempre vas tan... arreglado. No sabía si tenías ropa informal.

Él la fulminó con la mirada.

-Como los hombres de verdad, ¿no? Unos pantalones rotos, por ejemplo. O una camiseta manchada de grasa.

Ella soltó una carcajada.

-¡No te pongas tonto! Yo no he dicho que no fueras un hombre de verdad.

-Al contrario de lo que tú crees, ir sucio no es ser más masculino.

Aparentemente, Nickyestaba muy sensible aquel día. Para calmarlo, Kelli apretó su brazo, dispuesta a pedir disculpas para ponerlo otra vez de buen humor.
Pero la disculpa murió ante otro pensamiento: “¡Vaya bíceps!”.
Nicholas tenía el brazo de un leñador, no de un economista. Duro, con los bíceps bien marcados. No se había dado cuenta de lo grande, lo duro que se había puesto últimamente.
La idea hizo que sintiera un cosquilleo en el estómago. Y más abajo. “Ha pasado mucho tiempo desde la última vez
que tuve pensamientos indecentes con Nicholas”.
El músculo era tan duro como una piedra y, sorprendida, no podía apartar la mano.

-Me pongo lo que me gusta, Kelli. Como haces tú, supongo.

Pero ella se había olvidado de la ropa porque estaba concentrada en algo más interesante.

-¿Vas al gimnasio? -preguntó, esperando alguna explicación para el repentino cambio.

Nicky no la miró.

-Juego al tenis y voy a nadar tres veces por semana. Ya lo sabes.

-¿Y de dónde has sacado estos músculos? -sonrió Kelli, deslizando una mano por su brazo.

Pero Nicholas se puso tenso y ella decidió recuperar su aspecto modosito.

-Como la mayoría de los de mi género, me hice un hombre alrededor de los veinte años.

-¿Hace nueve años? Pues he debido estar ciega.

-Estabas demasiado ocupada haciendo locuras como para fijarte en mí -replicó él.

Eso sonaba como una queja. Kelli sonrió.

-A partir de ahora, prometo prestarte más atención.

Nicky la miró con una expresión extraña y, sin decir nada, encendió la radio.
Lo cual parecía una señal para que dejara de decir tonterías. Nunca había dicho tonterías delante de Nicholas, pensó, sorprendida.
Pararon dos veces, una para poner gasolina y la otra para comer.
Afortunadamente, no hubo más tonterías por su parte. Charlaron como solían hacerlo, bromeando y contándose cosas.
Kelli le habló sobre el último chico con el que había roto porque era un pesado y Nicholas puso mala cara. Él le contó que había comprado muebles nuevos. Era como en los viejos tiempos, agradable y divertido. Le encantaba estar con él.
Una hora después, Kelli empezó a bostezar.

-¿Te importa si duermo un ratito? Anoche me acosté muy tarde y he tenido que levantarme pronto para hacer la maleta.

-¿Por qué te acostaste tarde? ¿O no debería preguntar?

-Estuve en una fiesta -explicó ella-. Seguro que tú anoche te acostaste a las ocho y tenías la maleta hecha a las seis.

-A las cinco, en realidad -sonrió Nicky-. Anda, duérmete. Aún nos faltan dos horas para llegar.

-Gracias.

Entre la música bajita, el calor de la calefacción y el suave movimiento del jeep, Kelli se quedó dormida. Y curiosamente, soñó con Nicholas... sin camisa. Y, en su sueño, ella exploraba esos nuevos músculos que le habían salido sin que ella se diera cuenta.
Se despertó bruscamente al oír el ruido de los frenos y a Nicholas mascullando maldiciones. Debía haber dormido más de lo que pensaba porque estaban en medio de la montaña, en la carretera que llevaba a su casa.
Kelli abrió los ojos y vio un ciervo en medio de la carretera.
Nicholas había frenado a tiempo, pero el jeep seguía deslizándose, como a cámara lenta. Sin que pudiera hacer nada para evitarlo, golpeó al animal, que saltó sobre el capó. Las ruedas patinaron en la carretera helada y, por fin, cayeron al arcén.
A ella no se le ocurrió pensar si estaban heridos. Solo podía mirar el cuerpo del ciervo sobre el capó.

-¡Dios mío!

-¿Te has hecho daño?

Los ojos de su amiga estaban llenos de lágrimas.

-El ciervo...

-No te muevas -dijo él, abriendo la puerta del jeep.

El ciervo intentaba levantarse y Nicky dio un paso atrás para permitir que huyera, pero el pobre animal, asustado, golpeó el parabrisas con una pata. El cristal empezó a agrietarse poco a poco. Nicky no se movió, sabiendo que si lo hacía, se pondría más nervioso. Pero un segundo después, con agilidad, el ciervo saltó al suelo y salió corriendo hacia el bosque.

-Por su forma de correr, no creo que esté herido. ¿Has visto cómo corría?

-He visto la patada que le ha dado al parabrisas -sonrió Kelli.

De repente, la sonrisa de Nicholas desapareció.

-Oh, no.

Su expresión la asustó.

-¿Qué pasa?

-Estás sangrando, cariño -dijo él, tocando su frente.

-¿Qué?

Kelli se miró en el retrovisor y tuvo que ahogar un gemido. Tenía un corte en la frente y la sangre caía por su cara, tiñendo los rizos rubios.

-Qué horror.

De repente, era como si estuviera metiéndose dentro de un túnel. Oyó a Nicholas llamándola, pero su voz solo era un susurro.
Y entonces se desmayó.
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:10 am

Capitulo 3

Kelli abrió los ojos y vio a Nicholas inclinado sobre ella. Sus ojos eran más oscuros de lo habitual y parecían llenos de consternación.

—¿Nicholas?

—No es nada, cariño.

Tenía algo en la mano, algo que le estaba poniendo en la frente.

—¿Qué haces? —preguntó, un poco confusa por la herida y por su proximidad.

Sentía el aliento del hombre sobre su cara, sobre sus labios. Incluso podía oler su colonia.

—No vuelvas a desmayarte. No me gusta nada.

—¿Me he desmayado?

—Como una damisela del siglo pasado —sonrió él—. Pensé que eras más fuerte. Y todo por un cortecito de nada.

Kelli recordó la sangre entonces.

—¡Mi cabeza!

Cuando iba a tocarse la herida, Nicky sujetó su mano y le dio un besito.

—Las heridas en la cabeza sangran mucho. Pero no es nada. Y ya te he puesto una venda.

Se sentía como una damisela. Y no estaba acostumbrada a eso.

—¿Cuánto tiempo he estado desmayada?

—Unos minutos.

Entonces se dio cuenta de que el asiento estaba reclinado y que Nicholas estaba encima de ella. Sin saber por qué, se puso colorada.

—Lo siento.

—No seas tonta —murmuró Nicky que, con intensa concentración, terminó de limpiar la sangre y se echó hacia atrás.
Tenía su entrepierna sobre las rodillas y, por primera vez en mucho tiempo, Kelli lo veía como a un hombre, no como un amigo.

—¿Te duele algo más?

Turbada por la íntima posición, ella empezó a negar con la cabeza, pero el dolor la hizo detenerse.

—¡Ay! El hombro.

Su sueter tenía una hilera de botones y, sin dudarlo, Nicholas empezó a desabrocharlos. Atónita, Kelli solo podía mirar mientras él lo apartaba para examinar el hombro. Para su sorpresa, no prestó ni la más mínima atención al sostén de encaje ni a su piel desnuda.

—Tienes un hematoma. ¿Puedes mover el brazo?

Ella hizo un gesto de dolor.

—Me duele, pero no creo que tenga nada roto.

—Seguramente está dislocado.

Nicky volvió a cerrar el sueter y después miró el bosque y la solitaria carretera.

—Pronto se hará de noche y no hay forma de sacar el jeep de la nieve.

—Puedes usar el celular.

—Aquí no funciona. No hay cobertura en las montañas —suspiró él.

Kelli empezaba a ponerse nerviosa.

—Entonces, tendremos que quedarnos aquí hasta que pase alguien, ¿no?

Los dos sabían que muy poca gente tomaba aquella carretera cuando hacía mal tiempo, sobre todo si estaba nevando.

—Hay una cabaña a medio kilómetro de aquí —dijo Nicholas, tomando su chaqueta del asiento de atrás—. La hemos pasado hace un rato.

—¿Había alguien?

—No. Parecía una cabaña abandonada, pero nos vendrá bien.

—¿Una cabaña abandonada?

Kelli lo miraba, atónita, mientras cerraba el botiquín.

—No te muevas.

Como si pudiera ir a alguna parte...

Las botas de Nicky crujían sobre la nieve mientras iba hacia el maletero. De allí, sacó una manta y en ella guardó una linterna, el botiquín, un termo y una bolsa de papel marrón en la que Kelli no sabía qué llevaba.

—Has venido preparado, ¿eh?

—Todo va a salir bien. No te preocupes.

—Eso espero —murmuró ella.

Si Nicholas podía portarse como si no pasara nada, ella también, pensó inclinándose para ponerse las botas. Nicky estaba a su lado antes de que pudiera ponerse el abrigo.
—Sal del coche. Yo te ayudaré.
La puerta del jeep estaba aplastada contra un árbol y tuvo que deslizarse hacia el asiento del conductor. Nicholas metió el brazo y la sacó como si no pesara nada. Su fuerza la dejó sorprendida.
Una vez fuera, la apretó contra su pecho. Podía sentir el calor de su cuerpo a través del jersey y eso la turbaba, pero él no parecía darse cuenta. Después, le puso el abrigo, incluso le abrochó los botones como si fuera una niña.

Por último le puso el gorro, casi hasta las cejas.

—¿Estás bien?

Su actitud dominante la excitaba, pero dudaba que se refiriese a eso.

—Sí.

—Cuidado —dijo Nicky, ayudándola a subir la pequeña pendiente hasta la carretera—. Quédate aquí mientras yo saco las cosas.

Ella estaba indignada. O quería estarlo.

—Puedo ayudarte. No soy una niña.

Nicky se detuvo, sonriendo tiernamente.

—Claro que no. Eres una mujer muy adaptable y muy competente.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Kelli, ligeramente molesta.

—Que no tienes nada que probar —contestó él, bajando de nuevo la pendiente para cerrar el coche.

Sorprendida por el extraño cumplido y la más extraña actitud, lo observó colocarse su bolsa de viaje al hombro y tomar la maleta con la otra mano. La nieve empezaba a cubrir el jeep.
El pobre iba cargado hasta las cejas, pero se negaba a aceptar su oferta de ayuda.

—¿No deberíamos dejar una nota o algo? A lo mejor, alguien pasa por aquí.

Nicky empezó a caminar y Kelli lo siguió. El sol se había puesto tras las montañas y las sombras empezaban a caer sobre el panorama nevado. Tenía la nariz congelada y casi le dolía respirar.

—Si dejamos una nota podría encontrarla cualquiera. Y estaremos solos en la cabaña, sin protección.

La palabra “solos” parecía hacer eco en el solitario paisaje. Kelli tragó saliva, intentando controlar su imaginación. Pero su imaginación parecían decidida a pintar un Nicky sin camisa.
Él la miró, sus ojos eran oscuros y misteriosos.

—¿Te encuentras bien?

Concentrándose en el hecho de que Nicholas era un buen amigo, nada más, Kelli asintió con la cabeza.

—Perfectamente.

Y siguieron adelante.
No le gustaba admitirlo, pero las botas de él eran mejores para la nieve, aunque las suyas fueran más bonitas. El caso es que se resbalaba.

—Ten cuidado. Mira por dónde pisas.

—¿Te esperaban en casa para cenar?

Nicky se encogió de hombros, y con aquel gesto la nieve que se acumulaba sobre su chaqueta salió despedida.

—No sabía a qué hora iba a salir de trabajar. Les dije a mis padres que quizá llegaría esta noche, pero que no me esperasen. ¿Y tú?

Kelli negó con la cabeza. Le dolía, como le dolía el hombro. El frío hacía que le dolieran todos los músculos del cuerpo.

—La despedida de soltera es mañana. Nadie me echará de menos.

—Mejor.

Quince minutos después, llegaron a la cabaña. Nicky dejó las cosas en el suelo y le dijo que esperase mientras iba a la parte de atrás. Kelli se apoyó en la puerta y lanzó un grito cuando él la abrió desde dentro.

—¿Cómo has entrado?

—Las ventanas no están cerradas. Solo he tenido que empujar.

—¿Esto no es un allanamiento de morada?

—¿Tienes una idea mejor?

—No, qué va —murmuró Kelli, mirando alrededor. La cabaña estaba tan fría por dentro como por fuera y no parecía habitable—. ¡Es horrible!

—Es mejor de lo que yo había esperado —replicó Nicky. Ella lo miró, horrorizada—. Hay una estufa de leña y una cama. Esta noche podemos dormir aquí.

¿Una cama?
Nicholas le dio un golpecito en la nariz.

—Siéntate. Voy a encender la estufa.

Le costó trabajo, pero consiguió mantener la boca cerrada.

—Eres un hombre de recursos. Me asombras —dijo por fin.

—De pequeño era boy scout, ¿recuerdas? Nos enseñaban a hacer estas cosas. ¡Hay que estar siempre preparado! —entonó él. Y Kelli supo que lo estaba pasando divinamente.

Recordaba haberle tomado el pelo de pequeño porque iba a los scouts, pero en ese momento lo agradecía infinito.

—¿Qué puedo hacer yo?

—Sentarte —contestó Nicky empujándola suavemente hacia una silla de madera.

Después, vació el contenido de la manta sobre una mesa de formica y la envolvió en ella. Incluso le frotó los brazos para que entrase en calor.

—¿Tú no tienes frío? —preguntó Kelli, sintiendo aquel cosquilleo otra vez.

—Yo soy un hombre —contestó él, como si eso fuera una explicación.

Pero en ese momento, no podría haber estado más de acuerdo. Desde luego que era un hombre, un hombre con músculos de acero y un montón de ternura.
Y estaban solos en una cabaña.
Con una cama.


Última edición por shyni el Lun Mayo 29, 2023 12:14 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:11 am

Capitulo 4

Nicky no podía soportar verla temblando de frío. Sabiendo que lo primero que necesitaba era un poco de calor, hizo varios viajes al porche para buscar leña. La pequeña estufa los calentaría estupendamente, pero no sabía si la palidez era por el frío o por el dolor en el hombro.
Una vez encendida, acercó la silla y la arropó con la manta. A pesar del frío, empezó a sudar al sentir las curvas femeninas bajo sus manos. A ella no la afectaba, incluso parecía agradecer el contacto. Pero Nicky dio un paso atrás.

-Enseguida entrarás en calor -dijo, con voz ronca.

Los enormes ojos azules se clavaron en él.

-Siéntate aquí, a mi lado. Tú también tienes que entrar en calor.

Él negó con la cabeza, apartando la mirada.

-Quiero sacudir las sábanas y colocarlo todo antes de que se haga de noche.

-¿Qué traes en esa bolsa de papel?

-Algo de comer.

-¿Tienes chocolate? -preguntó ella. Nicky sonrió.

-Llevo fruta y algunas barritas energéticas.

Kelli arrugó la nariz.

-Qué asco. Cosas sanas.

Nicky supuso, por el gesto, que aquella era una evidencia más de lo aburrida que le parecía su vida, de modo que no replicó. Una vez colocados los suministros sobre la mesa, encontró una sartén y salió al porche para limpiarla. Después de llenarla de nieve, la colocó sobre la estufa.

-Agua -explicó, antes de que ella preguntase-. Tienes que tomarte una aspirina.

-Gracias. La verdad es que me duele el hombro.

Cuando Nickyhabía visto el hematoma en la preciosa y blanca piel se puso furioso. Verla herida y helada de frío le encogía el corazón, pero no podía hacer nada en aquellas circunstancias.
Después de sacar las sábanas al porche para ventilarlas hizo la cama con la precisión de un
recluta y la arrastró cerca de la estufa.
Kelli tragó saliva, sus ojos clavados en el colchón.

-Supongo que vamos a pasar la noche aquí, ¿no?

-Eso parece.

-Ah.

La cabaña empezaba a estar calentita... y él también, de modo que se quitó la chaqueta. Estaba húmeda por la nieve y se dio cuenta que la ropa de Kelli también debía estarlo.

-Estás mojada -prácticamente la acusó.

Ella abrió mucho los ojos, con expresión culpable.

-¿Qué?

Nicky se puso en cuclillas para explicárselo.

-Las botas, los pantalones, probablemente hasta los calcetines. Tienes que quitártelos para que se sequen.

-De ninguna manera -murmuró ella, envolviéndose aún más en la manta-. ¡Y deja de tratarme como a una niña!

Eso lo tomó desprevenido.

-Créeme -dijo, observando sorprendido el brillo de beligerancia en los ojos femeninos-. Sé perfectamente que eres una mujer.

Kelli se puso colorada, pero aceptó que su amigo le quitase la ropa húmeda.
Primero le quitó la manta y después, el abrigo. Estaba temblando mientras le quitaba botas y calcetines.
Por fin, llegaron al pantalón. Aquello no iba a ser fácil para ella, pero desde luego iba a ser mucho más duro para Nicky, que se aclaró la garganta, incómodo.

-Tienes que quitártelo, cariño.

Ella levantó la barbilla.

-¿Y tú qué?

Nicky se encogió de hombros, intentando aparentar tranquilidad.

-Yo también voy a desnudarme.

Kelli movió los pies desnudos, nerviosa.

-¿Y?

-Y voy a meterme bajo la manta contigo. Así... nos daremos calor.

Para su sorpresa ella asintió.

-Muy bien.

Cuando se inclinó para quitarse los pantalones, hizo un gesto de dolor.

-¡Ay! Mi hombro.

El corazón de Nicky se encogió. Se sentía como un canalla porque la situación lo excitaba, mientras la pobre lo estaba pasando fatal. Ojalá le doliese a él, pensó.

-Espera, voy a sacar las aspirinas -murmuró, buscando en el botiquín.

La ayudó a tomarse la pastilla y después, tragando saliva, le pasó un brazo por la cintura.

-¿Qué haces?

-Agárrate a mí. Yo te quitaré los pantalones.

Mientras desabrochaba el botón, Nicky tenía que hacer un esfuerzo para olvidar que estaba con Kelli, la mujer a la que deseaba más que a nada en el mundo. La mujer a la que había deseado siempre.
La mujer que solo lo veía como a un amigo.
Cuandole bajó el pantalón, rozó el redondo trasero y la suave piel de sus piernas. Hubiera deseado quitarle las braguitas también, pensaba, temblando. Y besarla por todas partes...
Kelli apretó sus hombros.

-¿Nicholas?

Él se dio la vuelta.

-Métete en la cama.

No quería volver a mirarla hasta que estuviera tapada hasta las orejas.
Unos segundos más tarde, escuchó el sonido de los muelles mientras él colgaba la ropa por la habitación. Pero después de cerrar puertas y ventanas, decidió que había esperado suficiente.
Y cuando se volvió, su corazón se detuvo durante unos segundos. Kelli, allí, tumbada, con el
pelo cayendo sobre el colchón, los ojos suaves y los labios húmedos.

Esperándolo. Tuvo que carraspear para que le saliera la voz.

-Hay que poner hielo en ese hombro -dijo con voz ronca.

-¡Pero si estoy entrando en calor!

-Así te dolerá menos -insistió él-. Además, de ese modo bajará la hinchazón.

-Prefiero que me duela antes de morirme de frío.

Nicky ignoró sus protestas y se sentó al borde de la cama, a su lado. De nuevo, empezó a desabrochar los botones del jersey. Kelli temblaba.

-El hielo es bueno para los hematomas.

Cuando apartó el sueter intentó no mirar el diminuto sujetador, pero notó que sus pezones se marcaban bajo el encaje y hubiera querido tocarlos...
Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para concentrarse en el hematoma del hombro. Con cuidado, apartó el jersey, bajó la tira del sujetador y buscó un puñado de nieve.
Kelli cerró los ojos y él no pudo evitar darle un beso en la frente mientras apretaba la nieve contra su hombro.

-No pasa nada -murmuró cuando la sintió temblar-. Solo será un momento, cariño. Luego te encontrarás mejor.

-No puedo... soportarlo.

Le castañeteaban los dientes y eso le produjo una ternura inmensa.
Debía dolerle mucho, pensó. Y aunque era necesario bajar la hinchazón, no quería que tuviese frío.

-Yo te daré calor -le prometió, quitándose el sueter y la camisa.

Kelli lo miraba, atónita. Y cuando se levantó para quitarse los vaqueros...
Aquello era demasiado. ¡Nicholas desnudándose delante de ella!
Nerviosa... y algo más, tuvo que contener un suspiro.
El dolor, pensó él, disgustado consigo mismo por su calenturienta imaginación. Colocó los vaqueros sobre una silla para que se secaran y cuando se volvió hacia Kelli, vio que los ojos azules estaban clavados en su abdomen y más abajo...

-Oh.

Aquello era peor que la Inquisición. Nervioso, se metió en la cama y se cubrió con la manta hasta las cejas.
Ella volvió la cabeza para mirarlo, sorprendida.

-No eres peludo.

El comentario despertó una carcajada. Y Nicky lo agradecía infinito porque de ese modo podía disimular una muy incómoda erección.

-La mayoría de los hombres son peludos, tonta. Tú lo sabes -murmuró, rodeando la estrecha cintura con un brazo para darle calor.
Y en ese momento, con las piernas desnudas de Kelli rozándolo, estaba tan caliente como para derretir el Ártico.
El pecho femenino subía y bajaba con cada respiración, suavemente.

-Y eres muy sexy.

Parecía incrédula. Y era lógico, ya que siempre lo había considerado solo un amigo. Es decir, una cosa sin sexo.
Nicky la miró, intentando olvidar su erección, pero con el deseo encendiendo su sangre.

-Kelli...

Ella lo miraba con los labios entreabiertos.

-¿Nicholas?

La forma de pronunciar su nombre era casi una invitación. Estaba a su lado, calentita y suave, con un aroma indescriptible; el aroma de una mujer mezclado con el olor de la leña.
Nicky no podía decir nada. Lo que salió de su garganta fue apenas un gemido ronco.

-Dame un beso para que no me duela.

Un besito, se dijo a sí mismo. Solo un besito para distraerla del dolor. Pero Kelli abrió los labios cuando se inclinaba y la suavidad de su boca lo abrumó.
Simplemente, se olvidó de todo. Olvidó que estaban aislados en una cabaña, que a Kelli le dolía el hombro y que solo queríadarle calor. Olvidó que probablemente esperaba un beso amistoso. Nada más.
Cuando pasó la lengua por sus labios, ella emitió un sonido de sorpresa... y de aceptación. Los malditos calzoncillos eran demasiado estrechos, pensaba Nicky, sudando. Kelli parecía querer un beso de verdad y el corazón del hombre estaba a punto de estallar. La había deseado durante tanto tiempo... había imaginado aquello demasiadas veces como para poder apartarse.
Acariciando su mejilla con una mano temblorosa, se movió para colocarse sobre ella sin hacerle daño. La deseaba, necesitaba sentir su cuerpo.
Sus ojos se encontraron y en ellos había una confianza profunda, un respeto y afecto recíprocos. Una ternura nacida del cariño. Con un gemido ronco, le comió la boca, buscando su lengua, besándola como un hombre besa a una mujer cuando espera una noche de pasión desenfrenada.
La besó como siempre había soñado besarla...
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:11 am

Capitulo 5

La nieve que Nicky había colocado en su hombro se derritió por el calor que producían los dos cuerpos. Kelli sintió el agua helada cayendo sobre sus pechos y se apartó con un gemido. Solo el agua helada, pensó, podía haber roto aquel beso asombroso.
Nicholas masculló una maldición y prácticamente saltó de la cama.

-Lo siento -dijo en voz baja, pasándose una mano por el pelo.

Kelli estuvo a punto de soltar una carcajada. Pero estaba demasiado excitada y demasiado atónita por lo que acababa de ocurrir entre ellos. Con los ojos clavados en el cuerpo masculino le dijo:

-Me has dejado de piedra, Nicholas.

Él la fulminó con la mirada.

-¿Qué quieres decir?

-Estás ahí, medio desnudo y más guapo que nunca...

-No digas tonterías.

Kelli estaba perpleja por la nueva imagen de su amigo de la infancia. ¿Su amigo? Un pedazo de hombre.

-No estoy diciendo tonterías.

Nicky volvió a mascullar una maldición mientras se acercaba a la cama.

-Siempre estás bromeando -murmuró, tomando su camisa para secarle el hombro-. ¿Te encuentras un poco mejor?
Ella se dio cuenta de que la conversación lo hacía sentir incómodo y quería cambiar de tema.
Pero no iba a permitírselo. Sonriendo, alargó un brazo para acariciar aquel torso desconocido. Era todo músculo, cubierto por una suave capa de vello. No había en él un gramo de grasa, solo músculos esculpidos como los de un atleta, muslos largos, anchos hombros, una sólida erección empujando la suave tela de los calzoncillos...
Kelli, con la boca seca, volvió a sentir aquel cosquilleo en el vientre. Algo más que su hombro estaba húmedo.

-Vuelve a la cama -le suplicó.

-Kelli... -murmuró él, con voz ronca-. Deja de mirarme así.

Ella parpadeó, sorprendida.

-No me daba cuenta.

-Ya lo sé -sonrió él, tapándola con la manta hasta la barbilla-. ¿Has entrado en calor?

-Estoy ardiendo.

-Me alegro.

El roce de los labios masculinos había sido... un cataclismo. Tan maravilloso que quería más. Mucho más.
Eran amigos, se conocían y confiaban el uno en el otro. Ella lo deseaba y, a juzgar por el estado de sus calzoncillos o, más bien lo que había debajo de los calzoncillos, Nicholas también la deseaba.
¡Nicholas Byrne la deseaba!
El accidente y la noche en la cabaña podrían ser lo mejor que le hubiera pasado nunca, mostrándole cosas en las que jamás se había fijado; cosas importantes.
Cosas que podrían cambiar su vida.
Kelli levantó la manta, sin dejar de sonreír.

-¿Nicholas?

Nicky se dio la vuelta, nervioso. Pero a ella le daba igual porque su trasero era tan excitante como su torso. Incapaz de contenerse, alargó la mano y le dio un cachete. ¡Todo músculo!
Él se volvió, de un salto.

-¡No hagas eso!

-¿Por qué? -preguntó ella, sorprendida.

-Porque no está bien.

De repente, su Nicholas empezó a pasear por la cabaña mascullando maldiciones. Y los movimientos hacían cosas... interesantes en su entrepierna. Kelli no podía apartar los ojos, pero tampoco quería que acabara pillando un resfriado. Entonces se percató de que los anchos hombros masculinos estaban cubiertos de sudor.
Y, de repente, ella también empezó a sudar.

-Te deseo, Nicholas.

Él se detuvo, pero no se volvió inmediatamente.

-No es verdad. Es la situación... por eso piensas esas tonterías -Kelli iba a decir algo, pero Nicholas levantó una mano-. No, escucha. Somos amigos. Buenos amigos, nada más.

-Tú me deseas -dijo ella entonces, mirando la evidencia.

Nicholas apretó los dientes.

-Has estado con suficientes hombres como para saber que una erección no significa nada. Estamos solos en una cabaña, medio desnudos.
Kelli hizo una mueca de incredulidad.

-¿Estás diciendo que tendrías la misma reacción con cualquier otra mujer?

Nicky cruzó los brazos sobre el pecho.

-Sé que nunca me habías visto como un hombre, pero lo soy tanto como cualquiera. Y me excitan las mismas cosas que a cualquier hombre. Una mujer medio desnuda en la cama es una de ellas.

-Oh.

Kelli intentó darle sentido a lo que acababa de decir. ¿Era su forma de ser noble, de proteger su honor? ¿O realmente no estaba interesado?
Nicholas volvió a la cama y se sentó a su lado. Los ojos castaños, que ella adoraba, estaban llenos de preocupación.

-Te quiero mucho, como amiga. Y creo que tú también me quieres, ¿no es así?

-Mucho -dijo Kelli. No tenía sentido negarlo. Nicholas lo era todo para ella: mejor amigo, hermano mayor, protector y confidente-. Pero...
Él le puso un dedo sobre los labios.

-¿De verdad quieres estropear nuestra amistad haciendo algo que los dos lamentaríamos más tarde?

No la deseaba. Cerrando los ojos para disimular la pena, Kelli intentó sonreír. Su vida había cambiado con aquel beso y él se disculpaba, como si hubiera sido un error.

-De acuerdo, ya has dicho lo que tenías que decir -murmuró, con voz temblorosa-. He perdido la cabeza y ya está. Puedes volver a la cama. Prometo no meterte mano.

Nicky tardó unos segundos en decidirse, pero después se metió en la cama.

-Deberíamos dormir -sugirió-. Si no nos encuentran, mañana vamos a tener que caminar un buen rato.

Con un hombre pegado a ella, era imposible no ponerse nerviosa.
Aunque el descubrimiento de la sexualidad de Nicholas la había excitado, saber que ella no le gustaba como mujer hacía se sintiera incómoda.

-Bien.

Nicholas emitió una especie de gruñido.

-Ven aquí -dijo, apretándola contra su pecho. Pero Kelli no podía relajarse.

Seguía estando excitada y mientras él estuviera tan cerca, eso no iba a cambiar.

-No puedo -murmuró, apartándose.

De repente, sintió una punzada en el hombro. Le hubiera gustado ponerse a llorar... Lo deseaba tanto. Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre.
¿Cómo era posible que Nicholas no sintiera nada?

-Kelli -susurró él, intentando colocarla de nuevo sobre su pecho.

Ella intentó apartarse, pero al apoyar las manos en el sólido torso, emitió un gemido de anhelo-. Intenta entender, cariño. Da igual que los dos deseemos...

-¡Tú no me deseas! Lo has dicho antes.

Nicky dudó un momento.

-No era verdad.

El corazón de Kelli dio un vuelco. Y su estómago también. “No era verdad”.
En lugar de apartarse, se acercó más, llena de esperanza y de deseo.
Acariciando el peludo torso con la nariz, respiró su aroma: una mezcla a hombre, colonia y... Nicholas, el chico al que había querido siempre, pero al que nunca antes había visto como amante.
Qué tonta.
Emocionada, abrió la boca para saborear su piel y lo mordió suavemente. Quería comérselo.
Nicky emitió un gemido.

-Kelli, estate quieta.

Pero no podía. El deseo era demasiado fuerte, como una droga. Estaban tan cerca, tan calentitos... Levantó un brazo para pasárselo alrededor de los hombros y aplastó sus pechos contra el torso masculino, el contacto aumentando el cosquilleo.

-Nicholas, por favor. Por favor...

Él parecía haberse quedado sin respiración. Pero entonces, con cuidado, la colocó de espaldas. Y tomó su boca, consumiéndola, robándole el aliento.
Kelli no podía dejar de moverse contra él, buscando, deseando... Una enorme mano masculina cubrió sus pechos y ella ahogó un gemido. El hechode que el hombre que la tocaba, que la deseaba, fuera Nicholas lo hacía increíblemente erótico, increíblemente sensual. Él acariciaba sus pezones sabiamente, sin dejar de comerle la boca. Cuando deslizó la mano hacia abajo para meterla entre sus piernas, estaba loca de deseo.

-No va a pasar nada -dijo él en voz baja. Kelli no entendió, pero daba igual. Los largos dedos se movían sobre sus braguitas de seda, acariciándola, preparándola-. Mi niña... Ya casi estás.

Ella levantó las caderas, sujetándose a los brazos del hombre. El dolor en el hombro, olvidado, relegado por un placer tan grande que la hacía perder la cabeza.

-Nicholas...

Le encantaba decir su nombre, sentir que estaba con él.

-Abre las piernas, Kelli -le ordenó Nicky.

Mientras hablaba, le daba besos en la cara, en la garganta, en los pechos.
Ciega, reaccionando solo por deseo, abrió las piernas. Quería que la tocase, no sentía ninguna timidez, con Nicholas no. Él emitió un sonido de aprobación, un gruñido que la excitó aún más.
Nicky levantó un poco la mano para meterla dentro de las braguitas. La abrió suavemente y metió dos dedos dentro de su húmeda cueva. Al mismo tiempo, mordisqueaba uno de sus pezones a través de la tela del sujetador.
El asalto era devastador y Kelli dejó escapar un gemido de placer, levantando las caderas para recibirlo.

-Tranquila. No te hagas daño en el hombro -susurró él. Intentaba moverse, pero Nicholas la mantenía cautiva-. ¿Así te gusta?

Nicky deslizaba el pulgar por su diminuto capullo. Sentía sus labios cerrándose sobre el pezón, la fricción de los dedos entrando y saliendo de ella. Y el pulgar, apretando, acariciando, exigiendo...
Ningún otro hombre le había dado tanto placer. Ningún otro hombre era Nicholas.
Ella lo miró, atónita. Y entonces cerró los ojos y tembló violentamente al sentir las voluptuosas contracciones del orgasmo.
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:12 am

Capitulo 6

Nicky la abrazó, su cuerpo encendido. Kelli era increíble, tan ardiente y tan sexy como siempre había soñado. Excitado, apretó el cuerpo femenino mientras escuchaba el sonido de su respiración volviendo a la normalidad poco a poco. Con ternura, apartó el pelo de su cara y la besó la frente.

-Duerme -dijo en voz baja, su cuerpo aún temblando de deseo, pero su corazón y su alma contentos.

-Pero...

-Calla. No pasa nada -la interrumpió él-. No llevo nada conmigo y no podemos arriesgarnos -añadió, sabiendo lo que ella iba a decir-. Lo último que necesitas es quedar embarazada.

“De mí, de un hombre que es solo tu amigo”.
Levantando la cara, con una mano sobre su corazón, Kelli lo miró con aquellos hermosos ojos azules.

-Pero yo podría...

Nicky cerró los ojos, luchando contra el deseo de decir que sí.

-Estoy bien -mintió, besándola de nuevo en la frente-. Es tarde, sigue nevando y seguro que mañana hará mucho frío. Además, te duele el hombro. No es un buen momento.

Kelli parecía sentirse culpable y eso hizo que la amase aún más. Para tranquilizarla, la apretó suavemente contra su pecho, intentando no hacerle daño.

-De verdad, estoy bien. Y ahora duérmete, ¿de acuerdo? Yo te abrazaré y así estaremos calentitos.

Ella apoyó la cabeza sobre su pecho, suspirando.

-Eres maravilloso, Nicholas -dijo en voz baja-. Es increíble que no me haya dado cuenta.

Unos minutos después, se quedaba dormida, su aliento calentando el pecho del hombre.
Nicky se quedó mirando una telaraña. No podía dormir, la indecisión del futuro lo mantenía despierto. ¿Aquello interferiría en su relación? ¿Se despertaría Kelli avergonzada, inventando excusas para lo que había pasado? ¿Se portaría con timidez?
¿Pediría más?
Cuando por fin se quedó dormido, fue con la convicción de que no la dejaría apartarse de él y tampoco dejaría que lo usara. Aquello sería algo más en toda una vida de experiencias compartidas. Eran amigos y quería asegurarse de que seguían siéndolo siempre.


Cuando abrió los ojos, la cruda luz del sol reflejando la nieve recién caída cegó a Nicky. Tenía la manta encima, incluso lo habían arropado, pero Kelli no estaba en la cama.
Apoyándose en un codo, la vio sentada cerca de la estufa, con los pantalones y los calcetines puestos, los pies apoyados sobre la mesa.
Estaba leyendo una carta.
Su carta.

-¿Qué demonios estás haciendo?

Ella lo miró, sonriendo. Y después, se acercó a la cama. Sin un gramo de pudor o inseguridad, se inclinó y le dio un beso en los labios.

-Buenos días -dijo, guiñándole un ojo-. Nicky.

Él se apartó, sorprendido por el beso y por el uso de un nombre que jamás antes había usado para referirse a él.

-Esa carta es mía.

Ella movió el papel.

-Sí, es verdad. Lo siento. Estaba buscando calcetines en tu maleta y me encontré esto. Espero que me perdones, pero estoy celosa. Nicholas, ¿qué significa esta mujer para ti?

Nicky se la quitó de las manos.

-No me importa que me quites los calcetines, pero esto no es asunto tuyo.

Kelli asintió, mirándolo a los ojos.

-Lo sé, pero la he leído y ahora me muero por saberlo. ¿Es tu novia? ¿Es alguien importante para ti?

La pregunta que no había hecho era: “¿Yo soy importante para \ ti?”. Pero Nicky prefirió ignorarla por el momento. Irritado, se sentó en la cama, temblando de frío. Kelli corrió hacia la silla para buscar la camisa.

-Me he comido una de tus asquerosas barritas energéticas y, como no hay agua, he puesto nieve en un cubo en el baño por si quieres... ya sabes.

Estaba tan guapa como siempre y se portaba como siempre. Era él quien actuaba de forma extraña, mirándola como si la viera por primera vez.
Sin decir nada, Nicky se puso la camisa y saltó de la cama para ponerse los vaqueros.
Kelli lo miraba con una expresión tan ansiosa que su erección matinal era diez veces peor de lo normal. Para disimular, entró en el cuarto de baño sin decir nada.
Cuando salió, le esperaba una taza de café.

-He puesto el café del termo sobre la estufa. Está tan fuerte que mataría a un oso, pero después de lo de anoche... yo no sé tú, pero a mí me viene bien la cafeína.

Nicky se tomó el café de un trago. Después, con los pies helados, se sentó en la cama y buscó unos calcetines en la maleta.

-¿Qué tal el hombro?

-Mejor.

-¿Y la cabeza?

-Me duele un poco. Eso es lo que me despertó. Eso y tu cuerpo desnudo a mi lado. No estoy acostumbrada a despertarme con hombres desnudos.

Nicky lo pensó un momento antes de contestar. Sería mejor no hacerlo.

-¿Seguro que no te duele el hombro?

-Bueno, está un poco hinchado, pero me he tomado una aspirina y ya no me duele.

Él dio un golpecito sobre la cama.

-Ven aquí. Voy a mirar ese hematoma.

Kelli obedeció a toda prisa, sentándose a su lado y bajándose el hombro del jersey, como si le pareciera lo más divertido del mundo.

-Entonces, ¿quién es ella, Nicky?

Sus ojos se encontraron, a solo unos centímetros de distancia.

-Tienes un buen hematoma. Pero no está muy hinchado.

-¿Vas a hablarme de ella o no?

-No es asunto tuyo, Kelli.

-Después de lo de anoche...

-Lo de anoche fue un error y tú lo sabes -la interrumpió él, con los ojos oscurecidos-. Somos amigos y no quiero estropear eso.

-¿Por qué va a estropear nuestra amistad que yo te quiera?

Nicky contuvo el aliento. Aquellas palabras dolían. Mucho.

-Me quieres como amigo.

-Te quiero. Punto. Pero no me había dado cuenta hasta anoche.

-¿Por qué? ¿Porque tuviste un orgasmo? -preguntó él. Kelli se quedó boquiabierta. Le daba igual. Que se acostumbrase a su franqueza si quería seguir hablando del asunto-. Cualquier otro hombre se habría ofrecido a hacer lo mismo.

Ella estaba tan inmóvil que casi parecía haber dejado de respirar.

-Yo no habría hecho eso con otro hombre.

-¿Ah, no? ¿Y los tipos con los que sales? ¿Son relaciones platónicas?

-Claro que no. Pero tampoco me acuesto con cualquiera.

-No nos hemos “acostado” literalmente. Fue... un momento raro y lo solucionamos como pudimos.

Kelli lo miró como si le hubiera dado una bofetada.

-¿Que yo te quiera es algo raro? ¿Estabas “solucionando” una situación incómoda?

-Maldita sea -masculló Nicky, levantándose. Solo llevaba despierto cinco minutos y ella lo bombardeaba con cosas que no entendía, pidiendo respuestas que no podía darle-. No es eso y tú lo sabes. Kelli... tú eres muy importante para mí.

-Y no querías que sufriera, ¿no? Así que lo hiciste porque te daba pena.

-¡No pongas palabras en mi boca! Mira... sí, salgo con otras mujeres. Y sí, ellas me llaman Nicky. Es un nombre que me pusieron en el colegio mis amigos y casi todo el mundo me llama de ese modo. Menos tú, claro. Y que tú me consideres un ser asexuado, no significa que las demás mujeres me vean así. A mí me gusta el sexo como a todo el mundo... igual que a ti.

Kelli, que tenía la boca abierta, la cerró inmediatamente. Pero no parecía haber escuchado ni la mitad de lo que había dicho.

-¿Es importante para ti? -insistió. Cuando Nicky la miró sin entender, ella dejó escapar un suspiro-. La mujer que te escribió esa carta dice que quiere volver a verte, que eres estupendo... Eso es verdad, pero tengo que saberlo... ¿Estás saliendo con
ella?

Kelli Vegas podía ser una mujer exasperante.

-¿Sigues con eso?

-Por supuesto. Tengo derecho a saber.

Nicky no podía decirle que el deseo sexual más básico lo llevaba a salir con mujeres, pero que ella era la dueña de su corazón.

-Salgo con mujeres, cariño. ¿Eso es lo que quieres saber? No me gusta acostarme con cualquiera y no me enamoro de nadie. Busco mujeres que quieran lo mismo que yo... satisfacción, placer, unas risas. Y si se ponen serias -dijo entonces, señalando la carta- les digo adiós.

Kelli dejó escapar un suspiro, aliviada a pesar de aquellas crudas palabras.

-Menos mal.

-He traído esta carta porque voy a escribirle para decir que no podemos seguir viéndonos.

-La pobre se morirá de pena.

Él soltó una risita.
-
-No creas. Solo es una cuestión de orgullo herido.

-Cualquier mujer se moriría de pena si te perdiera -dijo entonces Kelli, acariciando su cara-. Yo me moriría de pena.

Allí estaba, tan guapa como siempre, un poco despeinada, con los gruesos calcetines escondiendo sus piececitos. Parecía sincera y si no la conociera tan bien, se lo tragaría. La increíble tentación y la necesidad de esconder sus sentimientos lo ponían furioso.

-Mira, Kelli, no quiero que me uses solo porque soy el único que tienes a mano en este momento. Estás acostumbrada a tener docenas de hombres a tu alrededor, suplicando tus favores...

-¡Eso es mentira! -exclamó ella, asombrada.

-Es verdad. ¿Con cuántos estás saliendo ahora mismo? ¿Cuatro, cinco? Truenas los dedos y ellos acuden corriendo. Pues lo siento, pero yo no. Yo no soy uno más.

Kelli apretó los puños.

-Desde anoche no estoy saliendo con nadie -gritó, furiosa-. Y solo te quiero a ti.

Nicky negó con la cabeza.

-Pues lo siento, cielo. Porque seguramente yo soy el único hombre al que no puedes tener.
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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:13 am

Capitulo 7

Kelli observó a Nicholas abrir la puerta de un tirón para buscar más leña. La camisa blanca se ajustaba tanto a su espalda que
parecía a punto de estallar.
La nieve entró en la cabaña al abrir la puerta, haciéndola temblar de frío y de deseo al mismo tiempo. Nicholas... Nicky, era un semental. Un hombre sexy como el pecado y guapísimo de la muerte. Si se combinaba eso con sus otras cualidades, las cosas que siempre le habían gustado de él, como su gran corazón, su
lealtad y su ternura... no tenía una oportunidad. Su corazón latía de amor no correspondido.
Aquella mañana, Nicholas tenía el pelo de punta. La sombra de barba oscurecía su mentón y su olor a hombre era casi demasiado para ella. Hubiera querido apretarse contra él, olerlo y
comérselo.
Había estado ciega hasta entonces, pero acababa de descubrir por qué salía con tantos hombres y por qué ninguno la satisfacía: porque siempre estuvo enamorada de Nicholas Byrne. Ahora y
siempre, sexual y sentimentalmente. De cualquier forma posible.
Él pensaba que era una coqueta, una frívola. Y, la verdad, no podía culparlo.
-Deja de mirarme -dijo él, echando leña en la estufa.
-No puedo evitarlo -replicó Kelli, sinceramente-. Que sepas que estoy aquí, sintiendo cómo cambia mi vida.
Nicky se cruzó de brazos.
-¿No me digas?
-Estoy pensando cosas muy profundas -le aseguró ella-. No es fácil admitir que una ha sido una idiota total durante años y años.
-Eso es ridículo, Kelli -suspiró Nicky, pasándose la mano por el pelo.
Después, se puso en cuclillas para mirarla a los ojos-. Cariño, somos amigos. Muy buenos amigos. Lo que pasa es que estás confundiendo las cosas a causa de la situación. Estamos solos, atrapados por la nieve...
¿De verdad pensaba que era tan tonta?
-No. Lo que pasa es que te veo por primera vez y, por primera vez, compruebo cuál es mi reacción ante ti como hombre -replicó ella-. Lo digo en serio, Nicholas. Como tú, a mí no me gusta acostarme con todo el mundo. Sí, he tenido muchas relaciones, pero eso es porque estaba buscando algo que no podía encontrar, algo que acabo de descubrir.
Nicky se puso de pie.
-No quiero oírlo.
-Pues te aguantas -replicó ella, levantándose a su vez. Pero como era mucho más bajita se subió a la cama para mirarlo a los ojos-. Te quiero. No solo como amigo, sino de todas las formas posibles. Ningún otro hombre podía convencerme del todo porque no eras tú. Y nunca pensé en ti porque, como tú mismo has dicho, nunca he querido verte como lo que eras.
-Un hombre.
-Eso es. Al menos, no como un hombre con el que podría acostarme.
Él sacudió la cabeza.
-Que te acariciase anoche no significa que yo sea el hombre perfecto para ti.
Furiosa, Kelli le dio un puñetazo en el hombro.
-¡No es solo eso! Eso ha sido lo que me ha quitado la venda de los ojos, pero incluso antes... había empezado a verte de otra forma. Cuando atropellamos al ciervo, cuando me curaste el hombro... Yo siempre te había admirado como persona y no puedo decir eso de todos los hombres.
De lo que no me había dado cuenta era de la atracción que sentía por ti y eso era porque nos conocemos hace tanto tiempo que solo nos veíamos como amigos.
-¡Habla por ti misma! -exclamó él entonces-. A mí me has
gustado desde que era un adolescente. Y te he visto mover el trasero por toda la ciudad, sabiendo que a mí ni me mirabas. Así que ok, somos amigos. Y dejémoslo así.
El corazón de Kelli se aceleró. ¡Él también la veía como una mujer!
-Nicholas, tú sabes que no se me dan bien las sutilezas. Yo voy detrás de lo que me gusta.
La expresión del hombre se endureció.
-¿Es una amenaza?
-Una... advertencia. Te quiero y no pienso esconder mis sentimientos -replicó ella. Nicky la miraba, boquiabierto-. Piensas que soy superficial y que no sé lo que quiero, pero te equivocas -dijo entonces, poniéndole las manos sobre los hombros.
Lo quería desnudo. Lo quería en la cama para poder explorar su cuerpo a placer. Y no le importaría nada estar atrapados allí durante tres o cuatro días.
-Kelli...
-Nicholas...
Inclinó la cabeza para besarlo y, para su sorpresa, él no se apartó. Tampoco la abrazó, pero no pasaba nada. Había sido tan idiota que entendía que no confiara en ella del todo. Pero le probaría que estaba diciendo la verdad.
Kelli levantó la cara y lo aplastó contra sus pechos. Su posición en la cama la colocaba por encima de él. Lentamente, con una
especie de suspiro ronco, Nicky enlazó los brazos alrededor de su cintura y movió la cara hacia arriba. Rendido, empezó a acariciar un pezón con la nariz y después con la boca, a través del jersey.
Enredando los dedos en su pelo, Kelli dejó escapar un gemido. Él deslizó las manos hasta su trasero, sujetándola, apretándola contra él.
Y entonces oyeron el sonido de unos pasos en la nieve.
Se separaron justo cuando alguien golpeaba la puerta.
-Quédate aquí -dijo Nicholas. ¿Dónde iba a ir?, se preguntó ella-. ¿Quién es?
-¡Charles Burkhardt! He visto el humo de la estufa. ¡Esto es allanamiento de morada!
Nicholas abrió la puerta y Kelli vio a un hombre mayor de ojos azules y barba blanca.
-Buenos días.
-¿Qué están haciendo aquí? -preguntó el hombre, con expresión acusadora.
Nicky dejó escapar un suspiro.
-Mi jeep se salió anoche de la carretera y nos cobijamos aquí para huir de la nevada. ¿Es usted el dueño de la cabaña?
-No, soy su vecino.
-Le pagaré lo que usted considere conveniente. Así compensaremos al propietario.
Burkhardt miró alrededor y cuando vio el rostro preocupado de Kelli, su expresión se suavizó.
-No han roto nada, ¿no?
-Bueno... la verdad es que entré por una ventana y puede que haya roto el cerrojo al forzarlo. Pero, si no le importa, le agradecería que nos llevase al pueblo más cercano. Y si me da el número del dueño de la cabaña, yo mismo lo llamaré para explicarle lo que ha pasado.
-Tengo el camión en la carretera -dijo el hombre-. Además, pensaba ir al pueblo de todas formas.


Cinco minutos después, estaban sentados en la cabina del camión. Kelli, entre los dos hombres, tan contenta. Pero Nicky se sentía incómodo y frustrado.
Podía haber hecho realidad su eterna fantasía, pero su orgullo le impidió aprovecharse de la que seguramente había sido su única oportunidad en la vida.
Kelli permanecía extrañamente silenciosa. Sus muslos se rozaban, pero dudaba que notara el efecto que ejercía en él. La noche anterior había estado tan dispuesta, tan dulce, tan entregada...
Era un idiota.
Cuando llegaron al pueblo, Burkhardt le dio el número del dueño de la cabaña, que estaba en Limerick y solo la usaba en verano. El propietario le dijo que el cerrojo de la ventana siempre había estado roto y ambos acordaron que cien euros era una cantidad suficiente por usar la cabaña una noche. Nicky le dio un cheque a su vecino y se despidieron amistosamente.
Kelli llamó a sus padres, que insistieron en ir a buscarla, especialmente cuando Nicky le quitó el teléfono y les dijo que se había hecho daño en un hombro.
En cualquier caso, no tenía sentido quedarse con él porque pensaba ir con la grúa para intentar sacar el jeep de la carretera.
Sus padres llegaron una hora después y, como siempre, lo abrazaron como si fuera de la familia. Los Vegas no sabían que todo había cambiado entre ellos. Pero Nicky solo podía pensar en eso.
Observaba atentamente a Kelli, pero no sabía qué decir, cómo arreglar la situación.
Sus padres esperaron en el coche mientras se despedían.
-Me voy a casa -dijo ella, tan alegre y despreocupada como siempre.
Y, por alguna razón, eso lo molestó.
-¿Estamos... bien? -le preguntó, acariciando su mejilla.
La sonrisa femenina era maliciosa y traviesa.
-Estamos estupendamente. Nicholas, si tú confiaras en mí la mitad de lo que yo confío en ti, los dos seríamos más felices.
Nicky sacudió la cabeza. Kelli era un misterio para él. La amaba, pero casi nunca la entendía.
-Kelli...
-Calla, tonto -lo interrumpió ella, poniéndose de puntillas para besarlo en la boca. Allí, delante de sus padres, que miraban la escena boquiabiertos-.
Te quiero -susurró sobre sus labios.
Después, se dio la vuelta moviendo el trasero y entró en el coche como si tal cosa.
Para ser una mujer bajita forrada de ropa y con un hombro lesionado, Kelli Vegas sabía mover el trasero con efectos devastadores.


Kelli seguía sonriendo como una tonta.
-Eso ha sido muy interesante -dijo su madre-. ¿Algo de qué hablar esta noche, en la despedida de soltera?
-He cambiado de opinión. No voy a la fiesta.
-¿Cómo que no?
-No -rio ella, sintiéndose estupendamente. Y muy enamorada-. Tengo algo más importante que hacer.
-¿Y tiene algo que ver con Nicholas?
-Por supuesto.
Sus padres soltaron una carcajada.
-¡Ya era hora!
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shyni
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shyni



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MensajeTema: Re: Atrapados en la nieve [Nicky]   Atrapados en la nieve [Nicky] Icon_minitimeLun Nov 26, 2018 11:14 am

Capitulo 8

Nicky miraba las columnas de números, pero cada vez eran más borrosas. No podía concentrarse.
Se alegraba de que sus padres hubieran salido aquella noche. Si no, se habrían dado cuenta de que estaba distraído y querrían saber por qué.
Y no podía decirles que tenía una erección perpetua a causa de Kelli Vegas y que había estropeado su única oportunidad de estar con ella por un estúpido orgullo masculino
Suspirando, soltó la calculadora. Había hecho lo que debía hacer.
No era capaz de acostarse con ella y después ver cómo se iba con otro hombre. Se le partiría el corazón.
El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Estirándose, Nicky se levantó para abrir la puerta. El viento soplaba con fuerza en el porche y... allí estaba Kelli, recortada contra la luz violeta del atardecer.
—Hola.
Perplejo, Nicky miró su reloj.
—¿No debías estar de fiesta con tus amigas?
Ella entró en la casa sin esperar que la invitase y empezó a quitarse las manoplas y el gorro.
—Lo había pensado, pero van a ver a unos tipos desnudándose y a mí solo me interesa verte desnudo a ti —contestó, levantando las cejas—. ¿Qué me dices?
Nicky cerró la puerta y se apoyó en ella. Su corazón latía con tanta fuerza que tenía que hacer un esfuerzo para disimular.
—¿Desnudarme? Ni lo sueñes.
—Nicholas, eres un aguafiestas. Con ese cuerpo y esa cara, ganarías una fortuna —dijo Kelli, guiñándole un ojo—. Yo misma te pagaría un dineral.
Él se puso colorado.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Llamé a tu casa esta tarde y me enteré de que tus padres iban a salir —explicó ella, mientras se desabrochaba el abrigo—. Así que pensé que era una oportunidad perfecta para venir a verte. Y suavizarte un poco.
Solo con eso, Nicky se excitó.
—¿Qué quieres decir?
Kelli dio un paso hacia él y le puso las manos en el pecho.
—Te quiero, Nicholas. Ah, y lo he pensado, pero no puedo llamarte Nicky. No sé por qué, pero no puedo. Pero siempre serás Nicholas para mí.
—¿Nicholas, tu amigo?
—El hombre que amo de todas las formas posibles. Bueno, todas no, pero espero remediar eso esta noche.
Su franqueza jamás dejaría de asombrarlo.
—¿Qué significa eso?
—Significa que quiero hacer el amor contigo. ¿Puedo? —preguntó Kelli que, sin esperar respuesta, empezó a tirar de su jersey. Después, le desabrochó la camisa.
—Kelli...
—Me pondré a llorar si me dices que no.
Nicky no pudo evitar una sonrisa.
—No vas a llorar. Tú no lloras para salirte con la tuya.
Indignada, ella replicó:
—Lloraría porque tendría el corazón roto. Te necesito. Te deseo. No he podido pegar ojo pensando en ti y en lo ciega que he estado.
Después de desabrocharle la camisa, lo tomó de la mano para llevarlo al dormitorio.
Aunque no tenía que tirar de él. El corazón de Nicky se había encogido al verla. Pero solo su corazón.
Kelli llevaba unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su precioso trasero y una camiseta sin sujetador. Los pezones se marcaban claramente bajo la tela y.. a él empezaron a temblarle las piernas.
Su descarada amiga lo empujó sobre la cama y se inclinó para quitarle las botas.
—Oye...
—¿Sabes lo que he pensado? —lo interrumpió ella, sin dejar de desnudarlo—. Que siempre he estado enamorada de ti. Cuando te fuiste a Dublín, creí que me moriría. Y en cuanto pude, me fui detrás de ti.
—¿De verdad?
Era la primera vez que oía tal cosa, pero no pensaba ponerse a discutir.
—De verdad. Y por eso me quedé a vivir allí. Necesitaba tenerte cerca. Me sentía segura cuando estaba contigo. Me encantaba tu compañía, hablar contigo por teléfono... levántate para que pueda quitarte los pantalones. Y no me podía imaginar que algún día dejáramos de vernos. ¿Sabes por qué? —preguntó Kelli, mirándolo a los ojos.
Tenía la mano en su bragueta y Nicky tuvo que tomar aire para hablar.
—¿Por qué?
—Porque te quiero.
Él contuvo el aliento mientras le desabrochaba el cinturón.
—¿Lo dices de verdad?
—Claro que sí. ¿Cómo iba a tomarme en serio a cualquier otro hombre si solo te quería a ti?
Después de bajar la cremallera del pantalón, Kelli metió la mano sin timidez alguna y empezó a acariciar su erección a través de la tela del calzoncillo. Instintivamente, Nicky se apretaba contra ella y tuvo que cerrar los ojos para controlarse.
Kelli lo soltó entonces para bajarle los pantalones y los calzoncillos, dejándolo completamente
desnudo. Pero ella estaba vestida.
—Me voy a desmayar —dijo, mirando descaradamente... lo que tenía que mirar—. Nicholas, Nicholas, Nicholas...Cuánto hombre escondías detrás de tu fachada estudiosa y formal. Qué
crimen —añadió, pasándose la lengua por los labios—. Si me querías, ¿cómo has podido esconderme esto?
Nicky empezaba a sentirse muy bien.
—¿Ahora soy yo el responsable de tu ceguera? —preguntó, acariciando su cara—. ¿Debería haber insistido en que me mirases?
—Deberías haberme besado, tonto. Pero no besitos en la frente como si fueras mi hermano. Uno de esos besos con lengua que me diste en la cabaña. Te aseguro que un beso así me habría hecho ver la luz. Pero no, me has dejado seguir ciega y los dos hemos perdido mucho tiempo.
Debería sentirse ridículo desnudo mientras ella no dejaba de admirar su erección, pero se encontraba muy a gusto. Estaba con su niña y ella podía tener todo lo que quisiera... siempre que lo quisiera para siempre.
—Si no lo dices en serio, no quiero hacerlo.
Kelli levantó la barbilla.
—Esto es tan serio como el infarto que estuve a punto de sufrir cuando pensé que no me querías.
Sonriendo, Nicky la tiró sobre la cama. Era su turno de desnudarla, pero Kelli lo ayudó... por eso tardó más de lo que debería.
Se sentó entonces para mirarla como lo había mirado ella, haciendo un gesto de pena al ver el hematoma en el hombro. Cuando se inclinó para darle un besito ella, sonriendo, tomó su mano y la puso sobre sus pechos.
—Esto es tan bonito —dijo en voz baja, con los ojos llenos de lágrimas—. No es solo sexo... aunque te deseo tanto que me va a dar un ataque. Pero es mucho más. Es como si mi corazón estuviera derritiéndose. Soy tan feliz que...
Nicky se inclinó para besarla. El primer roce de sus cuerpos desnudos, piel contra piel, casi lo hizo perder el control. Los dos estaban temblando. Se besaban como locos y cuando él empezó a acariciar sus pechos, Kelli pasó una mano por su espalda, haciéndolo sentir un escalofrío. Besaba su hombro y la venda que llevaba en la frente casi oculta por los rizos. Besaba sus pechos, chupando sus pezones, disfrutando del sabor, del terciopelo de su piel... de sus gemidos.
Kelli levantó las caderas y él deseaba, necesitaba más. Pero lo importante era ella. Empezó a besar sus costillas, su vientre, dejando un rastro de besos húmedos por su piel...
Cuando, de repente, enterró la cara entre sus piernas, suspirando de satisfacción, ella solo pudo gemir:
—Nicholas...
—Eres toda mía —murmuró él con voz ronca—. No me digas que no. Te quiero toda, cada centímetro de tu piel.
Kelli enredó los dedos en su pelo.
—Siempre he sido tuya. Pero no lo sabía.
Nicky abrió sus piernas e inclinó la cabeza hasta quemar con su aliento el centro de su ser.
—Pues ahora ya lo sabes.
Y entonces la besó. Había dicho de verdad lo de querer cada centímetro de su piel. Nicky la besó y la chupó con desatada pasión hasta que Kelli estuvo a punto de tener un orgasmo.
Pero él quería ver su cara cuando ocurriera, de modo que introdujo dos dedos y levantó la cabeza. Era tan preciosa, con el pelo sobre la almohada, los ojos cerrados...
—Sigue, cariño—la animó, aumentando la presión de sus dedos hasta que ella no pudo más.
Los gritos de Kelli seguían repitiéndose en su cabeza cuando se agachó para sacar algo del pantalón.
—¿Nicholas?
Nicky se puso el preservativo y ella lo apretó contra su pecho, con las mejillas coloradas, los ojos azules oscurecidos.
—Te quiero, mi amor.
Cuando Kelli abrió los labios para buscar aire, la besó en los labios.
Después, besó sus pechos mientras ella lo acomodaba en su interior. Poco a poco, se convirtieron en uno solo y podía sentir los espasmos de su terciopelo húmedo, abrazándolo.
Con los ojos cerrados, intentando mantener el control, la oyó decir:
—No dejes de amarme nunca, Nicholas.
Nicky tomó su cara entre las manos y la besó con pasión mientras empezaba a moverse. Intentaba ir despacio, pero estaba tan excitado que debía hacer un esfuerzo sobrehumano. Cuando Kelli enredó las piernas alrededor de su cintura, no pudo contenerse más y la embistió con todas sus fuerzas.
Poco después, con un gemido ronco que le salió del alma, cerró los ojos y se perdió en un placer infinito que ella compartió por segunda vez.
Exhaustos, uno encima del otro, no querían apartarse.
—¿Quieres vivir conmigo?
—Sí -sonrió Kelli.
Y después:
—Durante un tiempo.
Le costó trabajo, pero Nicky consiguió apoyarse en un codo.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, con tono amenazante.
Ella sonrió, acariciando sus hombros.
—Me encanta cuando te pones bruto. Me provoca.
—Quieres decir que te excita.
—No hay nada más sexy que un hombre exigente —dijo Kelli entonces, con los ojos cerrados—. Porque sé que me quieres y que nunca me harías daño.
Nicky se suavizó.
—Jamás.
—Así que viviré contigo... hasta que te convenza para que nos casemos.
—Y luego piensas marcharte de casa, ¿no?
—No —sonrió ella, dándole un beso lleno de amor—. Anoche me di cuenta de que lo único que deseo es estar contigo. Así que pienso tenerte solo para mí y quererte durante el resto de mi vida.
Su fantasía se había hecho realidad. Kelli lo amaba. La vida no podía ser más hermosa.
Nicky la apretó contra su corazón.
—En ese caso, cariño, puedes tenerme todo lo que quieras.

FIN
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